El laboratorio del "juego bonito"

<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif"><span style="font-size: 12px;">Para un espectador común, la habilidad de un astro como Cristiano Ronaldo de superar a sus rivales y de lanzar tiros libres que casi siempre llegan al arco es uno de los grandes misterios del fútbol. Los mejores científicos del mundo se han dedicado a descifrar estos enigmas y han descubierto, de paso, cosas como que perder literalmente nos hace daño.</span></font>




Lo cabeza de lso genios

¿Por qué Cristiano Ronaldo es capaz de desviar su curso en segundos para esquivar a un rival? ¿Cómo es que Lionel Messi logra pasar entre cinco defensas sin ser interceptado? Científicos de la Universidad Brunel, en Inglaterra, buscaron las respuestas mediante análisis cerebrales realizados con resonancia magnética: estudiaron a 39 voluntarios, que iban desde jugadores novatos hasta futbolistas semiprofesionales y descubrieron que cuando un oponente se dirigía hacia ellos, en los cerebros de los más talentosos se activaban más zonas, lo que les permitía leer mejor los movimientos de sus contrincantes.

Los resultados explicarían el talento que tienen Messi, Ronaldo y otros astros para anticipar si un defensa se moverá a la izquierda o la derecha o con qué pierna ejercerá su marca, información que les permite modificar su desplazamiento de forma mucho más rápida y certera. En el estudio de Brunel a los participantes se les hizo un escáner cerebral mientras veían videos de un jugador que guiaba una pelota hacia ellos. En ciertas ocasiones, el futbolista intentaba una maniobra evasiva y los voluntarios debían decidir cómo moverse mientras su actividad cerebral era monitoreada.

De esta forma, se detectó que los más experimentados y talentosos presentaban mayor actividad en zonas ligadas a la coordinación ojo-músculos y a funciones ejecutivas, tales como planificación, atención, selección de información sensorial relevante, autocontrol y toma de decisiones. Las pruebas también registraron una labor más intensa del sistema neuronal espejo, el cual se activa cuando vemos a otro realizar una acción similar a la nuestra. Esto indicaría que los jugadores más hábiles tienen más capacidad de reconocer los movimientos de los oponentes.

El doctor Daniel Bishop, autor del informe, dijo: “Creemos que este mayor nivel de actividad neuronal es algo que se puede desarrollar a través de la práctica de alto nivel, así que el siguiente paso será analizar cómo el cerebro puede ser entrenado a lo largo del tiempo para anticipar los movimientos de los oponentes. Esto es particularmente importante en el caso de las estrellas más jóvenes”.

La magia del tiro libre

En 1997, el defensa brasileño Roberto Carlos ejecutó uno de los tiros libres más recordados de la historia: a 35 metros del arco de Francia, el jugador golpeó el balón con la parte externa de su pie izquierdo, y todo indicaba que el tiro iba a terminar lejos del arco. Pero repentinamente su trayectoria cambió y entró en la red sin que el arquero Fabien Barthez casi alcanzara a darse cuenta.

Durante mucho tiempo se creyó que el lanzamiento fue sólo cuestión de suerte. Sin embargo, en un acto completamente chauvinista, científicos de la Escuela Politécnica de París lo analizaron. Aplicaron las leyes de la física y determinaron que la inusual trayectoria no fue producto del azar. Usando pequeñas bolas plásticas lanzadas  en un depósito repleto de agua, comprobaron que la distancia del tiro fue clave: cuando una pelota recorre más de 30 metros en el aire, la fricción que genera con la atmósfera a su alrededor hace que en un momento la pelota se vuelva suficientemente lenta como para que los giros que da en el aire cambien su rumbo, generando una redirección de último momento como el visto en el tiro de Roberto Carlos. Nada de suerte.

En su libro Cómo anotar: ciencia y el juego hermoso, Ken Bray, profesor del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Bath, Inglaterra, explica que idealmente una barrera cubre 75% del arco. La misión del portero es proteger el resto. Si se trata de un tiro a 22 metros, la pelota debe ser lanzada con una elevación de 16 grados para que supere la barrera. De tratarse de un futbolista diestro, el lanzamiento debe dirigirse ligeramente hacia la derecha para que el viraje en el aire redirija el balón hacia el arco. ¿La velocidad?  Debe ser de entre 96 km/h y 112 km/hr, para que la pelota gire a razón de cinco a 10 revoluciones por segundo.

El balón necesita sólo nueve décimas de segundo, unos 900 milisegundos, para alcanzar la red. Pero según Bray, en ese breve lapso ocurren muchas cosas: la velocidad y giros del balón parten sólo 15 milisegundos después del contacto entre el pie y la pelota. El arquero ve el disparo 400 milisegundos después del inicio del tiro, cuando la pelota pasa por sobre la barrera o por un costado. Su cerebro tarda 200 milisegundos en procesar esa información y otros 300 milisegundos en reaccionar, por lo que si el tiro está bien hecho no le queda tiempo para bloquearlo.

La lotería de los penales

La primera vez que se anotó un penal oficial fue en 1891 en un partido entre los equipos ingleses de Wolverhampton Wanderers y Accrington Stanley. Desde entonces han servido no sólo para penalizar faltas graves sino que para definir partidos empatados y finales como la del Mundial de 2006 en la que Italia venció a Francia.

Este tipo de tiro es una especie de duelo entre el lanzador y el portero, donde la biomecánica y la sicología son claves. Por ejemplo, expertos de la Universidad John Moores, en Liverpool, analizaron décadas de partidos de la Selección inglesa y establecieron que el penal perfecto debe ser pateado a una velocidad de entre 90 y 104 km/h: si se supera ese rango crecen las posibilidades de errar y si la pelota se mueve más lento es muy posible que el arquero la intercepte.

Estadísticas de la empresa Prozone, dedicada al análisis del rendimiento deportivo, también muestran que cuando el lanzador patea hacia su izquierda tiene muchas más opciones de marcar. El 40,3% de los penales enviados hacia ese sector son exitosos, contra el 35,1% de los que se lanzan hacia la derecha. ¿La razón? Casi 80% de los futbolistas son diestros y son más certeros pateando hacia la izquierda.

Los mismos investigadores de John Moores establecieron que lanzar el penal menos de tres segundos después del pitazo del árbitro, aumenta el factor sorpresa a favor del tirador, y esperar más de 13 segundos pone nervioso al arquero. La ciencia también ha intentado ayudar a los porteros y, según un estudio de la Universidad de Hong Kong, moverse lateralmente seis a 10 centímetros basta para tentar al lanzador para que patee hacia el lado donde queda más espacio y le permite al portero predecir hacia dónde irá la pelota. Y fijarse en la inclinación de las caderas también ayuda a adivinar hacia dónde irá el tiro.

Incluso, el color del uniforme sirve. Sicólogos deportivos de la Universidad de Chichester, Inglaterra, les pidieron a 40 futbolistas que lanzaran docenas de penales durante una semana contra un único arquero que cambiaba de atuendo. Cuando éste usaba rojo, sólo 54% de los penales fueron marcados, contra  72% cuando vestía azul y 75% si usaba verde. En el caso del amarillo, tonalidad que suele ser usada por el arquero de la “Roja” Claudio Bravo, la cifra era 69%.

¿La razón del efecto “rojo”? Es sinónimo de peligro o ira y cuando estamos sometidos a estrés, le prestamos más atención. Por eso, el arquero Petr Cech del Chelsea usa un atuendo naranja, ya que asegura que eso hace que los oponentes pateen directamente hacia él.

Perder nos hace mal

Mirar con estupor la pantalla o simplemente llorar y lanzar todo tipo de insultos no son las únicas reacciones de los hinchas tras la derrota de su equipo. Muchos ahogan las penas comiendo papas fritas y snacks ricos en grasas y azúcar. Según una investigación del Instituto Insead de Francia que analizó a fanáticos galos y a seguidores del fútbol americano de la NFL, el consumo de grasas saturadas sube 16% tras una derrota y cae un 9% cuando hay victoria. Lo mismo con las calorías; comemos un 10% más cuando perdemos y 5% menos cuando triunfamos. Los autores incluso se dieron cuenta de que pedirle a la gente que recordara los peores desastres deportivos tenía un efecto peor en su dieta, porque aumentaba en 45% el consumo de grasas saturadas.

Por eso, si es hincha de la “U” trate de no darle vueltas al dramático e histórico descenso a segunda división ocurrido en 1989. Y si le gusta Colo Colo ni se le ocurra pensar en la dolorosa final de la Sudamericana de 2006, cuando los albos cayeron de local ante los mexicanos de Pachuca.

En el informe, los científicos explican que los fans suelen asumir la caída de su equipo o su selección como una derrota personal y una amenaza a su autoestima y “cuando la gente se siente alicaída, tiende a consumir comidas reconfortantes para sentirse mejor”, explican. Esto coincide con otros estudios como los realizados la década pasada por la doctora Judith Wurtman, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que revelaron que las comidas ricas en carbohidratos y grasas, como galletas y helados, elevan la producción de la serotonina, el principal neurotransmisor ligado a la sensación de bienestar y a la reducción del estrés. Por eso, cuando el equipo pierde los investigadores sugieren intentar poner la derrota en perspectiva y no volcarse a la bolsa de papas fritas. Modérese.

Jugar de local sí importa

El apoyo del público y la comodidad de jugar en una cancha conocida hacen que ganar en casa sea casi un deber tanto para los clubes como para las selecciones nacionales. Pero los investigadores han identificado otro factor: cuando los futbolistas son locales, presentan mayores índices de testosterona, hormona que en los hombres alcanza usualmente niveles hasta ocho veces superiores que en las mujeres.

Médicos de la Universidad de Northumbria, en Inglaterra, analizaron la presencia de esta sustancia en jugadores de varios equipos, tanto durante sus entrenamientos como cuando jugaban en casa y de visita. Así determinaron que la testosterona se elevaba de forma significativa cuando actuaban de local. La explicación estaría en que la hormona hace que los hombres sean más sensibles a las amenazas a su territorialidad y estatus social: según los autores, los animales tienden a pelear más duro cuando defienden su hogar y su posición de dominio, reacción que se repite en el caso de los futbolistas.

Eso explica que las variaciones más dramáticas en la producción de esta hormona se hayan dado en los arqueros, cuyo rol es el más asociado a la defensa del territorio. Este afán por proteger el “hogar” explicaría por qué en algunas ligas casi el 60% de los partidos son ganados por los equipos locales.

Incluso, la ciencia ha probado que hay algo de cierto en el mito que dice que los árbitros favorecen a los equipos que juegan de local y se dejan influir por su hinchada. Un estudio realizado por sicólogos de la Universidad de Harvard evaluó cinco mil partidos de la liga inglesa, que involucraban a 50 árbitros. De acuerdo a los resultados los visitantes, además de marcar menos goles, son castigados con más penales. El efecto era más notorio en el caso de los jueces más jóvenes y ya se hacía notar por cada diez mil espectadores adicionales en el estadio del equipo local.

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