El lugar donde Camiroaga proyectaba su futuro
<P>En mayo, el animador compró un fundo en Coihueco no sólo con el fin de insertarse en el negocio ganadero y agrícola; ahí también quería vivir tras su retiro de la televisión. Pasó dos semanas de vacaciones, compró vacas y habló de tener hijos. Aquí hablan quienes lo conocieron y compartieron una semana antes de su viaje a Juan Fernández.</P>
Y ahí está Agustín Villablanca. Un niño robusto, de apenas un año y medio, que se mueve cerca de un quincho ya decorado por las cenizas, que alza sus manos en busca de atención adulta y que encuentra en Felipe Camiroaga al elegido para que lo sitúe en las alturas. El animador lo toma, lo abraza, mira sus cachetes rojizos, y su padre, Roberto Villablanca, acude a la pregunta precisa: "¿Te gustaría tener hijos?".
El interrogatorio no es casual. Es la bisagra a una nueva vida que no fue. La postal que quedó sin desenlace. La consulta idónea en el lugar exacto. Entre el 13 y el 26 de agosto, una semana antes de la tragedia aérea en Juan Fernández, el animador pasó sus vacaciones en la comuna de Coihueco no sólo con el descanso como objetivo final. Entre caminos de tierra flanqueados por caseríos sumergidos en la siesta permanente, frente a una cordillera que completa la majestuosidad escenográfica del sur chileno, Camiroaga pretendía proyectar su vida personal, familiar y laboral tras abandonar la televisión. Otro sitio de espíritu indómito que pensó inaugurar como refugio tras el incendio en febrero de su casa en Chicureo.
Era su plan maestro. Una hoja de ruta en la que había invertido tiempo, reuniones, dinero y viajes de ida y vuelta. Como una casualidad bendita, y en otra hebra que jamás encontrará resolución, Julián Elfenbein le preguntó, a mediados de año, en pleno Buenos días a todos, dónde remataría el último tercio de su existencia. "Me voy a ir a Coihueco", replicó seguro el animador. Parte de las 23 mil personas que residen en una de las zonas más extensas de la provincia del Ñuble hincharon su pecho ante la TV. La sincronía ya estaba cerrada.
A mediados de mayo, Camiroaga materializó un deseo amasado desde los 90: compró un extenso fundo en la zona. Un predio de 200 hectáreas que costó cerca de $ 700 millones -según registros de tasación fiscal-, ubicado en el sector de La Palma, a medio camino en la ruta que conecta Chillán con Coihueco, y que lleva el nombre de El Retiro. Un lugar de dimensiones casi oceánicas y que hasta este año estaba en abandono casi absoluto, luego que perteneciera al ex alcalde de la comuna, el ciudadano español Bernardo Olalde Fonseca.
En su interior, hoy sólo se aprecian dos casas remodeladas y un amplio galpón que, entre pinos, robles y cipreses, cobija un puñado de animales. Las mismas construcciones separadas del exterior por un férreo portón que las convierte en apenas pequeños puntos alejados por la inmensidad. Al interior, el límite con la propiedad contigua es sólo un alambre de púas desde donde se puede contemplar la parcela: un porcentaje de su terreno está en relieve y otro menor ya había comenzado a trabajarse. "Este lugar es bellísimo. Una tierra para el descanso, pero que también es muy trabajable", define Jaime García, el agricultor vecino del rostro televisivo.
Y la definición es certera. Camiroaga llegó hasta ahí con Fernanda Hansen y su rutina diaria hermanaba el relajo con las labores campestres. Cerca de las 9 horas -horario que durante el año lo tenía sentado junto a Carolina de Moras en un set de TV- partían a recorrer a caballo el amplio perímetro de la zona. Luego, hora de almuerzo. En las tardes, mezclaba largas caminatas, escapadas camufladas para comprar en el comercio del pueblo, salidas a cazar y variadas charlas con el administrador del lugar, Luis García, su mejor amigo en la VIII Región, el hombre que le recomendó la compra de la parcela y con quien pretendía manejar el negocio.
Uno de los puntales de la operación era impulsar un proceso para limpiar y emparejar el lugar, y habilitarlo para la crianza ganadera. Camiroaga ya había adquirido 50 vacas en el sector, las que convivían en el fundo con una docena de perros y caballos traídos en un flete desde Chicureo.
Otro trozo del predio ya era intervenido bajo otro fin: instalar pivotes -instrumento que regula el sistema de riego- para iniciar la producción de distintos productos agrícolas. Aunque hasta ahora no se había determinado su utilidad, distintos vecinos del área cuentan que esa tierra es ideal para la remolacha, la achicoria y las fresas. La tarea de acicalar el campo ya estaba en manos de varios trabajadores, aunque los fijos eran dos, que cumplían turnos que iban, aproximadamente, de 9 a 13 horas y luego de 15 a 18 horas.
Juan Rosales es uno de ellos. Vive en Frutillares, un conjunto de casas desperdigadas en el límite norte del fundo y rodeadas de queltehues y del aroma inconfundible de la vida equina en campo abierto. De algún modo, está ubicado justo al frente de El Retiro. Tiene a su cargo una familia numerosa, varias gallinas que picotean sin rumbo y observa incrédulo la propiedad que hoy está sin dueño definido: como gran parte de Chile, aún no se sacude del remezón detonado por la tragedia. Pero algo más. Rosales sabe que, ante la partida de "don Felipe", como lo llama, su vida laboral palpita incierta. "Esto era una gran fuente de trabajo. No sabemos qué va a pasar", se lamenta, mientras se aferra a su rastrillo.
Luis García no tiene un rastrillo entre sus manos, pero sí el control de la fábrica de hierbas medicinales San Juan de Coihueco y del local de venta de mariscos La Bodeguita del Mar -firmas tradicionales de Chillán-, además de la misma sensación de desamparo. Como amigo íntimo, como el aliado con que ejecutaba todos sus negocios, sufre como pocos en la región por la muerte del hombre de Animal nocturno. Aunque prefirió no hablar para este artículo, durante estos días paralizó todas las futuras actividades e inversiones del fundo, y hoy analiza con un agrónomo cómo enfrentar el escenario. Opta por dejar cualquier clase de vocería a los familiares directos, aunque durante estas semanas -y casi como un homenaje- ha preferido mantener la propiedad tal como la dejó el animador el 26 de agosto, cuando retornó a Santiago. Si para Rosales es el fin de un trabajo, para García es el adiós a lo más parecido a un sueño fraguado junto a su "hermano".
La familia García es el vínculo del hombre de Buenos días a todos con el sur del país. Eso sí, su química con el Chile rural se remite a su padre, Jorge, quien durante años vacacionó en el sector y fue dueño de la empresa santiaguina Moller & Camiroaga, consagrada a la comercialización de maquinaria pesada. Camiroaga padre lo empezó a llevar hasta Chillán a principios de los 90 y ahí tejieron buenas migas con Juan García, progenitor de Luis y dueño de una residencia más pequeña en el recóndito sector de Los Guindos, también en la ruta Chillán-Coihueco, pero aún más tapizada por la vegetación, la tierra y los caminos traicioneros.
Es la casa de las vacaciones veinteañeras de Camiroaga. Hasta ahí partía todos los veranos para hacer sus primeras armas en la caza, los caballos y su gusto por los animales. Hoy la casa sigue en pie y en las pocas residencias que lo circundan aún asoman recuerdos de hace dos décadas. En un caserón custodiado por perros aparece María Zapata, asesora del hogar de los García durante largos períodos y conocedora del Camiroaga que se levantaba para tomar un desayuno energizante y que amaba mirar aves en estado salvaje. "Felipito" es el lógico diminutivo con que personifica las historias. "Era muy generoso. Aquí, además, entremedio del bosque, se ponía muy inquieto", califica Zapata.
Fue ese mismo espíritu inquieto el que lo llevó durante años a buscar un fundo para establecerse y dar futuro a sus experiencias pasadas. Hasta que el propio García se fijó en El Retiro, se lo propuso y el negocio se cerró de inmediato. La propia familia también reveló al animador algunos secretos de la vida tierra adentro. Por ejemplo, en 2005 lo convirtieron en miembro del Club de Huasos. Casi una década antes, Juan y Luis García lo llevaron a comprar productos de cuero y elementos especializados para montar caballos en la talabartería Isla, la más reputada de Chillán. Hoy, el local luce en sus vitrinas fotos de su cliente más ilustre.
Los hermanos Joaquín, Milton y Patricio Isla están en el mesón donde empieza su pequeño negocio, luciendo una montura muy parecida a la que compró Camiroaga hace un par de años. "Su favorita", recalcan: un producto de cuero fino tallado con rigor de cirujano, que demoró cuatro meses y costó cerca de $ 2 millones. "Fue el mismo que se le quemó en Chicureo. De inmediato le hicimos otra", recalca Joaquín. Eso sí, fue su hermano menor, Patricio, quien fabricó la última montura comprada por Camiroaga: en sus semanas de descanso, los Isla telefonearon a su camarada y, entre historias que iban y venían, le contaron que el más pequeño había chocado su auto. Como una forma de ayudarlo, el conductor le encargó una pieza básica y cuyo valor asciende a los $ 300 mil. Patricio Isla sigue: "Se la entregamos en su fundo. '¿Qué tal quedó la montura, Felipito?'. Todo bien nos decía".
"¿Y te gustaría tener hijos?". La pregunta no apuntó a una montura, pero siguió merodeando el aire luego que el hombre que también apareció en telenovelas levantara al hijo del coihuecano Roberto Villablanca y lo fundiera entre sus brazos. A diferencia de los García y los Isla, generaciones marcadas a fuego con su presencia, el vínculo de Villablanca es actual. Reciente y casi contingente. Durante sus dos semanas en su nuevo predio, el animador comenzó a intercambiar opiniones más especializadas con Villablanca, dueño de una firma de prestación de servicios que mueve maquinaria agrícola y patrón de un terreno más pequeño que limita con El Retiro.
"Así empezamos a conversar. Fueron 15 días en que estuvimos conversando, conociéndonos y hablando de todo. Le presté un caballo para que saliera a recorrer", comenta con los ojos humedecidos. Gracias a la química instantánea, el ejecutivo agrícola lo invitó junto a Hansen para compartir un asado en su quincho. Ahí estuvieron horas. Conversaron, intercambiaron vivencias y, cuando Villablanca comenzó a abrir la puerta a la vida privada de su interlocutor, se topó con respuestas que, hasta esos días, eran sólo patrimonio de ciertos elegidos. Destrabó el candado de un sentir que los medios, siempre atentos a husmear sus pasos, ni siquiera intuían con claridad.
Villablanca sigue: "Su gran tema eran sus proyectos familiares. Era el eje de todo. Me decía que se sentía una persona sólida, que había empezado a decantar en tener hijos y ver la vida de otra forma. Era una filosofía tipo: 'Hasta aquí he llegado y voy a disfrutar las cosas que he logrado en este tiempo'. Le daban ganas de tener descendencia, pero también me comentó que es algo que debía digerir mucho, porque estaba acostumbrado a vivir solo y le daba mucho miedo un posible fracaso familiar. Lo vi en una parada muy distinta y, además, con ansias de proyectar su vida en Coihueco".
Los hermanos Isla apoyan la tesis: "Ya estaba en otra. Estaba pensando en asentarse como ser humano. El tenía una frase que repetía cada cierto tiempo: 'Yo quiero dejar a la TV y no quiero que la TV me deje a mí'".
Si el hombre tras Luciano Bello observaba hacia el sur al avizorar su retiro de los medios, la población de Coihueco lo miraba a él para elucubrar su propio destino. "Si Felipe se hubiera venido para acá, si él hubiera empezado a hablar mucho de la región, el boca a boca habría funcionado y, en un futuro, tendríamos a otras celebridades en la zona", imagina Arnoldo Jiménez, alcalde de la comuna y quien recibió la visita del animador en agosto, cuando fue hasta la municipalidad para presentar su proyecto. En esa cita, Camiroaga comprometió su participación en el festival veraniego de la zona y también aparecería en el desfile de las Fiestas Patrias. Pero, para un porcentaje no menor de los coihuecanos, el arrastre de futuras celebridades, casi como un nuevo Chicureo, es casi lo de menos.
Juan Carlos Sáez es desde hace casi dos décadas dueño y voz de radio Contemporánea, la más popular de la ciudad. Como cada tarde, transmite desde un estrecho corral donde oficia de locutor, contesta tres aparatos de teléfono y musicaliza su programa. Esta vez, decide colgar sus audífonos y lanzar su tesis: "De un tiempo a esta fecha, Coihueco ha sufrido una estigmatización por su nombre. Se ha asociado a la falta de virilidad. Morandé con Compañía son los que más duro nos han dado, sin saber que, fonéticamente, significa agua de coihue. Mientras ellos se mofan y ríen sistemáticamente de nosotros, sin saber nuestro significado aborigen, Camiroaga compró un terreno aquí y reivindicó nuestro nombre. Su acto es grandioso. De hecho, cuando le dice a Julián Elfenbein que quiere venirse para acá, él se mofa, sin mala intención, sino que como una respuesta de una persona sin mucho sentido de la toponimia. Eso podría haber cambiado".
Como un homenaje, Lady García fue la primera habitante de la comuna que partió hasta la entrada del fundo del rostro de la red estatal a prender una vela, dejar flores y alzar una bandera. Hoy, el lugar, que inaugura un largo camino hasta llegar al portón que antecede el fundo, es un pequeño centro de peregrinación. "Lo sentimos no sólo como una pérdida humana, sino que también como una ausencia cultural. El sería un aporte", culmina García.
En el otro extremo del campo, el aporte del ex asistente de cámaras fue completo. El terreno tenía una cancha de fútbol y una pista para carrera de perros que durante años estuvo abandonada, tomada sin problemas por los pobladores y donde oficiaba de local el club deportivo Bernardo Olalde. Un terreno baldío donde hoy un par de niños juegan con barro y piedras. Para que su ganado no enfrentara problemas, Camiroaga le propuso al alcalde una donación para que el equipo levantara su cancha en otro sector. Una solución que implicó un aporte de $ 7 millones. "Eso da cuenta de por qué apreciaba a la gente de acá: porque lo tratábamos con prudencia, sin el acoso de Santiago. Eso encontró él en Coihueco y eso quería para su vida", apuesta Sáez, mientras, casualmente, vuelve el aire, se pone ante el micrófono y presenta el tema más popular del colombiano Darío Gómez: Nadie es eterno en el mundo.
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