El maestro del sonido
<P>La empresa Bose celebra este año cinco décadas de vida y hoy es sinónimo de alta calidad en equipos de audio. Todo gracias a la capacidad inventiva de su fundador, Amar Bose, un ingeniero del MIT que se obsesionó con lograr replicar en la casa la acústica de las salas de conciertos, para lo cual diseñó aparatos y tecnologías que revolucionaron la industria de la música. </P>
Luego de 14 años de minuciosa restauración, los visitantes de la Capilla Sixtina en el Vaticano se preparaban para apreciar nuevamente El juicio final, la obra maestra ilustrada en el altar del recinto por Miguel Ángel. La remoción de siglos de polvo y hollín había empezado en 1980 y había costado 11 millones de dólares, pero permitía que el gigantesco fresco que describe la segunda venida de Cristo recuperara su esplendor. Sin embargo, había un gran problema: el Papa Juan Pablo II deseaba reinaugurar la obra con una misa prevista para abril de 1994, pero tanto él como sus asesores se quejaban de que sus palabras eran casi ininteligibles dentro del recinto.
La culpa era del revestimiento de yeso de las paredes y el domo y el mármol que adorna el recinto, que generaban un ambiente acústico donde hasta el más mínimo sonido reverberaba de forma bastante molesta. A esto se sumaba un anticuado sistema de parlantes que impedía que las palabras del Papa se entendieran claramente. Era una emergencia y la Santa Sede decidió acudir a una compañía fundada en Estados Unidos por el hijo de un humilde inmigrante indio. Ese empresario era Amar Bose, un ingeniero graduado del prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) que fundó la empresa que lleva su apellido en 1964.
Ante la petición del Vaticano, los técnicos de la compañía usaron el software Auditioner, que les había tomado 10 años desarrollar y que permite escuchar el sonido preciso que generará un sistema de audio desde cualquier lugar de un recinto, incluso de antes que éste se construya. Así los expertos ubicaron estratégicamente modernos parlantes que eliminaron toda reverberación y permitieron que el Papa se escuchara perfectamente en su misa. Fue un éxito más para Bose, quien murió en julio de 2013 a los 83 años y que según el obituario publicado por New York Times, fue "un ingeniero visionario cuya empresa se volvió sinónimo de sistemas de audio de alta calidad y parlantes para usuarios hogareños, auditorios y automóviles".
Bose era hijo de Noni Gopal Bose, un estudiante de física en la Universidad de Calcuta que fue arrestado por protestar contra el dominio británico de la India. La persecución lo hizo escapar a Estados Unidos, país al que llegó en 1920 con cinco dólares en el bolsillo y donde se casó con una profesora de raíces alemanas y francesas. Amar nació en 1929 y su niñez en Filadelfia no fue fácil: "El prejuicio era tan profundo que una pareja de una persona oscura y una blanca nunca era atendida en un restaurante. Mis padres lo intentaban ocasionalmente; nos sentábamos y la comida nunca llegaba", dijo Bose a la revista Discover, en 2004.
Desde pequeño mostró talento natural para desarmar y ensamblar trenes a escala y, gracias a un amigo boy scout que tenía una radio, a los 13 años había aprendido a reparar todo tipo de transmisores. Ese talento fue vital para sobrevivir en la II Guerra Mundial, ya que su padre no pudo seguir importando esteras desde la India porque los envíos no militares fueron suspendidos. Amar, que también estudiaba violín, empezó a reparar radios en la tienda paterna y con las ganancias sostuvo a su familia.
En 1947, Noni Gopal Bose consiguió un préstamo de 10 mil dólares para que su hijo entrara al MIT, donde Amar se dio cuenta de que tenía mucha experiencia en electrónica, pero muy poco conocimiento en temas como cálculo. Por eso se dedicó por completo a sus estudios y limitó el tiempo que dedicaba a escuchar música clásica a dos horas semanales. Nueve años después terminó su doctorado en ingeniería eléctrica y se premió con un sistema estéreo de primera categoría. "Estudié todo tipo de manuales y compré el mejor modelo basándome en sus especificaciones. Pero cuando lo conecté sonaba horrible. Estaba decepcionado y confundido. ¿Por qué todo lo que me habían enseñado decía que debía sonar bien cuando mis oídos me decían lo contrario?", recordó a la revista Popular Science, en 2004.
La decepción lo llevó a obsesionarse con el sonido y a fundar su empresa. En esa época ya era profesor del MIT y nunca dejó de investigar la ciencia del sonido, hasta que determinó que el 80% del audio que se experimenta en una sala de conciertos es indirecto, es decir, rebota en paredes y techos antes de llegar a la audiencia. Esta revelación y sus conocimientos de física formaron la base de sus estudios. "Hicimos experimentos por años con la Sinfónica de Boston, donde medimos los ángulos de incidencia del sonido que llegaba a los oídos de las personas", comentó Bose a Discover. Esos análisis rindieron frutos cuando ya había formado su empresa: en 1968 se lanzaron los parlantes Bose 901, considerados por los expertos como el primer sistema de audio casero que reprodujo la sensación de claridad y espacio de un concierto en vivo. Su diseño, que luego fue replicado por otras compañías, incorporaba múltiples parlantes pequeños que se colocaban en las esquinas de la habitación y apuntaban a las paredes en lugar de al auditor para recrear el sonido de una sala de conciertos.
Hoy, ese modelo incorpora 350 mejoras técnicas, producto de otra obsesión de Amar Bose: invertir los miles de millones de dólares que ganaba la empresa en desarrollo. De hecho, el lema de la compañía es "Mejor sonido a través de la investigación". "Una de las mejores decisiones que tomé fue lograr que la compañía mantuviera su carácter privado sin vender acciones de forma pública. De esa manera podemos asumir costos a corto plazo en pos de una ganancia a largo plazo. Otras empresas deben mostrar buenos resultados cada trimestre para complacer a los mercados, así que no pueden hacer eso", explicó Bose a Popular Science.
En 1978, y mientras viajaba de Zurich a Boston, Bose probó un nuevo modelo de audífonos que la aerolínea ofrecía a sus pasajeros, pero no escuchó nada debido al ruido de la cabina. Al aterrizar ya había diseñado las ecuaciones para crear audífonos que "cancelarían" el ruido externo. Su primer prototipo fue usado para proteger los oídos del piloto que guió en 1986 la aeronave Voyager, la primera en completar un viaje alrededor del mundo con sólo una carga de combustible.
Pronto estos audífonos fueron adoptados por el Ejército de Estados Unidos y por los consumidores en general. Hoy los técnicos de los equipos de la liga de fútbol americano (NFL) los usan para resguardarse del clamor de los hinchas, y empresas como Sony, Sennheiser y Beats, adquirida por Apple, desarrollaron modelos similares y generaron una industria que recauda unos mil millones de dólares al año.
A estas innovaciones hay que sumarles sofisticados sistemas de sonido para automóviles de empresas como General Motors y otra idea que poco tiene que ver con la acústica, pero que revela la creatividad de Bose: un nuevo sistema de suspensión que promete revolucionar la industria automotriz y que ya es usado por fabricantes de camiones. La tecnología, que le costó 20 años de trabajo y 100 millones de dólares de inversión, usa motores eléctricos para aislar el compartimento de pasajeros de los remezones que sufre la carrocería.
A pesar de que estos inventos ocupaban gran parte de su tiempo, Amar Bose nunca dejó de lado su labor de profesor. No dejó sus clases en el MIT ni siquiera cuando su empresa llegó a los 10 mil empleados y generó ganancias por más de 2,8 mil millones de dólares al año. El agradecimiento del empresario hacia su universidad fue tal que en 2011 le legó la mayoría de sus acciones de la empresa, con el fin de ayudar a financiar su labor educativa.
Para el inventor, el estilo de enseñanza del MIT calzaba perfecto con su forma de pensar y en su sala de clases de ingeniería solía desplegar nueve pizarrones, donde los alumnos podían ilustrar procesos para resolver problemas. Además, estimulaba a sus estudiantes a pensar en voz alta, eliminó los límites de tiempo para los exámenes y en ellos permitía el uso de libros abiertos, lo que terminó atrayendo a estudiantes de disciplinas como matemáticas o biología. "Hubo algunos profesores que tuvieron una enorme influencia en mí, pero ese efecto no provino de las materias que enseñaban. El beneficio vino a través de conversaciones donde comunicaban su forma de pensar. Eso es quise darles a mis estudiantes. Quería enseñarles a pensar, no fórmulas", afirmó a Popular Science.
"Su insaciable curiosidad originó investigaciones notables en el MIT y en su compañía. Siempre se preocupó más por lo que ocurriría en las siguientes dos décadas que por lo que pasaría en el siguiente semestre", dijo Susan Hockfield, ex presidenta de la universidad, tras su muerte. Esta percepción es corroborada por Don Coley, quien trabajó 23 años en Bose y contó a Boston Globe que la oficina del fundador siempre estaba llena de diagramas y ecuaciones y que todos debían estar preparados para defender sus argumentos de los asertivos comentarios del inventor: "La cultura que instauró fue crear cosas que no habían sido fabricadas antes, en oposición a seguir la corriente de las demás empresas. Podías darte el tiempo para analizar problemas y desafiar las convenciones", explicó.
Ahora la empresa está celebrando 50 años de existencia y pretende continuar con el legado de su fallecido líder y seguir reinventándose constantemente. Especialmente porque el foco en el audio no puede durar para siempre, sobre todo si se considera que gracias al avance de la tecnología incluso los equipos más humildes entregan un audio más que decente.
Finn Arnold, quien dirige a los 120 ingenieros del departamento de investigación que hoy funciona en la empresa, declaró al diario Telegraph que existen varios planes secretos para contrarrestar a la competencia: "No vamos a pasar los siguientes 50 años centrados sólo en el audio".
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.