El Mambo 15 destroza a Chile

<P>Las burlas uruguayas por sus 15 Copa América se impusieron en un partido que de pacífico no tuvo nada. Al final, ganó el más guapo.</P>




¿Qué sería un partido pacífico, sólo de fútbol? Patrañas. Apenas puso un pie la selección chilena en el césped del Centenario, el estadio se vino abajo con las pifias. Apenas se anunció el nombre de Gonzalo Jara por los altoparlantes, los insultos se multiplicaron. Al primer acorde del himno visitante, la poca educación uruguaya se apoderó de las tribunas.

Pero eso se esperaba. Una hinchada es así, pocas veces se mueve por la razón. En realidad ese discurso de paz lo transmitieron los jugadores antes del partido. En la cancha quedó más que claro que era sólo palabras, porque el más mínimo roce, la más insignificante falta, era garantía de reclamos furiosos, peticiones de tarjetas, diálogos ásperos y todo lo que se anunciaba desde que Chile eliminó a la Celeste, en los cuartos de final de la última Copa América.

El que no se interrumpió nunca fue el duelo particular entre la galería y Jara. Cualquier contacto con la pelota del defensa se respondía con un reproche general del estadio. En los primeros 10 minutos, el zaguero tocó el balón en siete ocasiones, equivalentes a siete rechiflas. Y aunque no hizo un mal partido, obviamente que el escenario apremia. El jugador del Dedazo, de hecho, tuvo la mala suerte de cometer dos equivocaciones consecutivas a los 18', lo que le valió más burlas y más insultos.

El asunto se puso más peliagudo tres minutos después, con el primer encuentro en el juego entre Jara y Edinson Cavani. Una falta común del central fue seguida de la magnificación del ariete y una congregación de pechazos y bravatas entre ambos elencos. Mauricio Isla recibió un manotazo de Diego Godín, quien un segundo antes se había enfrentado con Gary Medel. La trifulca detuvo el partido poco más de dos minutos y desde la ejecución de la falta vino el primer tanto local, de Godín.

Fiesta absoluta, algarabía charrúa. Agitación en las graderías, reservadas hasta ese minuto sólo para Jara. Porque hay que ser precisos. La Roja, con todo su control del juego y dominio terrenal, generó varios lapsos de silencio, señal de preocupación local. El "Uruguay nomás" sólo se escuchó con el gol, porque el resto de la brega, hasta el descanso apuntaba a lo contrario.

Poco fútbol del bicampeón mundial, que sí se hacía el ánimo de enrostrar de tanto en tanto sus 15 Copas América. Como el mambo… 1, 2, 3, 4…. Hasta el 15. Esa morisqueta uruguaya le puso fin al primer tiempo. Eso y la otra guerra de guapos, protagonizada una vez más por Godín, quien encaró a Mark González. Esta pudo pasar a mayores, ingresaron las bancas a la cancha, hasta Sampaoli perdió los estribos, no queda claro si para calmar los ánimos o para confrontar a los uruguayos. Cosas que sólo se ven un partido caliente, con sangre en el ojo.

Chile murió muy rápido, con los dos tantos que sentenciaron quien sería al ganador. La pequeña bandita de compatriotas, en esa única esquina roja del Centenario nunca se silenció, en todo caso. Era la diferencia de lo que pasaba en el campo, con una Roja extraviada. El mambo 15 se impuso, una vez más en el Centenario. La maldición se extiende. Y la pregunta es lógica: ¿Si no es con la generación campeona de América, cuándo?

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