El medio siglo del Reloj de Flores
<P>Llegó desde Suiza en mayo de 1962, cuando Chile era anfitrión del Mundial de Fútbol y Viña del Mar quería embellecerse para recibir a los deportistas. Formado por más de ocho mil flores, quien se tome una fotografía con él a sus espaldas, seguro regresa a la Ciudad Jardín. </P>
Según la tradición, quien se tome una fotografía en el Reloj de Flores va a regresar a Viña del Mar. Esta creencia explicaría por qué unas 4.000 personas llegan cada verano a este lugar, que se ha convertido en el ícono de la ciudad y que en mayo próximo cumplirá medio siglo como el más famoso de los jardines que dan vida a la ciudad balneario.
Ocho mil flores, entre ellas, begonias blancas, rosadas y rojas, pirestrum, etcheverrys, ligustrum y rosa iceberg, dan forma a las bases y números del tradicional reloj viñamarino y su entorno. Un minutero y un segundero de gran tamaño son parte del mecanismo, que fue importado desde Suiza y que, junto con un detallado instructivo, fue instalado por el equipo municipal de Parques y Jardines hace varias décadas. Un trabajo nada sencillo, pero que fue seguido al pie de la letra por los funcionarios, que no imaginaron que el tic tac de colores y aromas se transformaría en uno de los hitos más reconocidos de la ciudad.
Fabricado por la empresa Favag en Neuchatel, Suiza, su mecanismo llegó a Chile en 1962, cuando Chile era el anfitrión del Mundial de Fútbol y Viña del Mar una de las subsedes del campeonato. En ese entonces, las autoridades decidieron que era necesario embellecer la ciudad, para recibir apropiadamente a los deportistas de todo el mundo que se daban cita en el país. Así, resurgió la idea que ya había propuesto el jefe del departamento municipal de Parques y Jardines, el agrónomo y paisajista Oscar Martínez Amaro. El alcalde Gustavo Lorca acogió entusiasta el proyecto y se dispusieron los recursos necesarios.
Inspirado en el reloj de flores de Ginebra, el 15 de mayo de 1962, el inédito servicio horario marcó los primeros segundos en Viña del Mar y desde entonces ha funcionado casi ininterrumpidamente, a excepción de los períodos de mantención y para la modernización a la que fue sometido a mediados de 2000. Ese mejoramiento coincidió con la consolidación del eje vial Viana-Alvarez, que también remozó el entorno cercano al reloj viñamarino.
"Nunca se vislumbró la proyección que podía tener. Oscar Martínez había visto muchos relojes en el mundo y veía cómo la gente tenía ese interés por visitarlos", cuenta Patricio Moya, director de Operaciones y Servicios del municipio, y de quien depende Parques y Jardines.
Siguiendo los pasos de Martínez, el actual director ha visitado una decena de relojes de flores repartidos en Asia y Europa. Sin embargo, su conclusión siempre es la misma: "Este, lejos, es el más lindo de todos", asegura. Y agrega: "De los más importantes relojes del mundo, el de Viña es el más natural y más atractivo, porque está posado directo sobre la tierra y cubierto de jardines. Los otros (relojes) están en plataformas de concreto con elementos artificiales", explica.
Escritores, poetas, cantantes, actores, autoridades nacionales y extranjeras han caminado por su entorno y cumplido con la tradicional fotografía. "Se constituyó en un mito la creencia de quien se saca la fotografía con el reloj en su espalda vuelve a Viña. Eso ha trascendido y la visita es permanente", explica el directivo municipal. Antes, la parada en el reloj de flores era parte del recorrido de las tradicionales victorias.
Para el departamento de Parques y Jardines, el Reloj de Flores es la "joyita". "El reloj es el sensor de cómo perciben la ciudad, hay mucha preocupación en mantener sus flores. Además, tenemos una alcaldesa a quien le gustan las flores", confiesa Moya.
Mensualmente, el municipio desembolsa $ 4,5 millones para mantener el jardín, las flores y las plantas, según la temporada. Además, cada dos meses, una empresa se encarga de limpiar y mantener las manijas y el equipo computacional que activa el horario.
Con guardia de 24 horas, la seguridad es permanente, no sólo por ser parada obligada de miles de turistas, sino porque hasta hace unos años "delincuentes verdes" huían con las flores ornamentales que componen el mecanismo.
A meses de cumplir medio siglo ya se preparan para el festejo. "Son 50 años y es el hito paisajístico más importante para la ciudad", reconoce Moya. Una de las iniciativas que se evalúa es mejorar la infraestructura con baños y un café. Estas instalaciones no podrán obstruir la vista y, por el contrario, el plan es que se inserten en el cerro. Otro desafío es lograr que el Reloj de Flores sea reconocido como patrimonio paisajístico. "Más que un edificio, el Reloj de Flores es un hito en el paisaje urbano", aseguró Moya.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.