El momento de Nueva Zelanda

La tierra que sirvió como locación de El señor de los anillos acaba de ser escogida por los lectores del diario británico The Telegraph como el mejor país del mundo para visitar. Un lugar que anualmente recibe sobre tres millones de turistas y donde hay más sitios protegidos para acampar que bombas de bencina. Estos son ocho destinos imperdibles.




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Aterrizar en Auckland: La ciudad más grande de Nueva Zelanda tiene apenas un millón cuatrocientas mil personas y es perfecta como primera parada, ya que por su ubicación privilegiada -al centro de la isla norte- es una especie de campamento base cosmopolita. La ciudad de los yates ofrece de todo para una primera impresión del país, lindas playas como las del barrio de Takapuna, decenas de parques y una oferta gastronómica vibrante a la que ayuda su importante colonia asiática. De hecho, dicen que las mejores parrillas coreanas están en Queen Street y que para los foodies adictos al brunch está la calle Ponsonby.

Auckland los recibe a todos con los brazos abiertos. Desde ahí hay sólo una cosa importante: salir motorizado, ya sea con auto arrendado, o incluso comprado, ya que por menos de mil dólares se puede adquirir alguna joya japonesa de segunda mano. Así recorrer el resto del camino será más fácil.

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Las mil playas de Bay of Islands: Más de cien islas sin explotar y la posibilidad de ver delfines y ballenas nadando libres le han dado a la costa noreste neozelandesa una fama bien justificada. Esta es la zona menos poblada del país y en el camino uno se tropieza con playas que parecen desiertas incluso en temporada alta. La falta de urbanización muchas veces obliga a acampar, algo que no es complicado si se considera que en el país hay más áreas protegidas para esta actividad que bombas de bencina. No hay que dejar de hacer una escapada al legendario Cape Reinga, el punto más extremo al norte de la isla, el kilómetro 0 en donde un único faro es testigo del encuentro entre el océano Pacífico y el mar de Tasmania que chocan y crean una zona de aguas turbulentas.

3

Coromandel, paradero obligatorio: Es el balneario de los ricos y famosos de Auckland, que se escapan cada vez que pueden a sus casas de playa estilo hippie chic y también el destino favorito de los turistas que llegan a Nueva Zelanda por primera vez. Es imperdonable no conocer, por ejemplo Cathedral  Cove, una de las mejores  playas del país, a la cual sólo se puede acceder tras una caminata de unos 30 minutos por un camino bucólico con dramáticas vistas al mar. A pocos kilómetros de ahí  está la célebre Hot Water Beach en la que los visitantes pueden cavar con una pala sus propias tinas naturales, las que se llenan con el agua hirviendo que emerge de su suelo geotérmico.

4

Rotorua o la “ciudad Spa”: El olor espanta cuando se pisa por primera vez Rotorua. Esta ciudad turística de la isla norte de Nueva Zelanda tiene fuerte influencia Maori y el 30 por ciento de la población pertenece a esta etnia. Su gracia y desgracia a la vez, es que el denso olor a azufre lo envuelve todo porque está asentada entre villas volcánicas que le regalan no sólo su pestilente identidad, sino que también más de 500 áreas de piscinas termales y geysers de todos los tamaños y formas. Te Whakarewarewa es la zona más popular y los amantes de los baños de barro y el agua hirviendo llegan casi en una peregrinación anual.  www.whakarewarewa.com

5

Welllington, una capital alternativa: Más que una venia a la solidez de las instituciones, representadas por el imponente Parlamento o la Casa de Gobierno, la capital de este país es una invitación a empaparse con lo más profundo de la cultura kiwi contemporánea. La ciudad, de fuerte influencia universitaria, tiene un número interminable de cafés y bares que se pelean por ser el escenario de lo último en materia musical. La calle mientras tanto siempre es cancha para las bandas emergentes. Pese a que no tiene más de 300 mil habitantes y a que el constante viento le ha restado puntos frente a su eterna rival, Auckland, el público sobra. Otros imperdibles dentro de esta efervescencia cultural son las visitas al Museo Nacional Te Papa (www.tepapa.govt.nz), con exposiciones interactivas de gran calidad y al museo del archivo fílmico, el  Nga Taonga Sound & Vision (www.ngataonga.org.nz), que permite consultar en forma gratuita un generoso catálogo de producciones audiovisuales locales e internacionales.

6

Queenstown extremo: Si las ciudades pudieran compartir genes, Queenstown lo haría con Bariloche. Esto no sólo por la semejanza física (Queenstown, al igual que la ciudad trasandina tiene un marcado acento alemán), sino porque cuenta  también con una oferta para los amantes de los deportes de montaña en invierno y es un destino soñado para los amantes de los deportes extremos en verano. Aquí se encuentra por ejemplo la plataforma para saltar en bungy más alta de Australasia (137 metros), mientras que las rápidas corrientes del río Kawarau son perfectas para la práctica del rafting y el speed boat, un deporte local que consiste en sortear la fuerte corriente hídrica en una lancha que gira en 360 grados. Otros deportes como el salto en paracaídas y el descenso en mountanbike por las pendientes del cañón Skippers son prácticas muy buscadas por los visitantes jóvenes, sobre todo los sub 20.

Un dato: cuando el hambre ataca la parada obligada es el local de hamburguesas Freigburg ubicada en la calle Shotover. Por mucho que la fila parezca eterna, el contudente producto que uno recibe a cambio justifica la espera con creces.

7

Parque Nacional Abel Tasman: Si todos piensan que las postales de arena blanca y mar cristalino color turquesa sólo existen en el Caribe y las cada vez más famosas playas del Sudeste Asiático, este parque nacional, ubicado en la costa noreste de la isla sur neozelandesa dice lo contrario. Esta reserva ha ido cobrando relevancia turística precisamente por sus costas color calipso y por su entorno con bosques y acantilados en el cual se ha abierto uno de los trekkings más amables para los deportistas amateur. Aunque el recorrido total del parque es de 51 kilómetros y hacerlo entero toma tres días hay alternativas para ir por el día. La primera -y quizás más atractiva- es hacerlo en kayak, lo que permite ver cada una de sus playas sin correr demasiados riesgos porque hay poca corriente en la zona y porque además se va en compañía de un guía experto. También -sobre todo si se va con niños- se puede conocer cada playa en lanchas (water taxis), que entran y salen en distintos horarios al parque desde el balneario de Marahau y que permiten incluso pasar la noche en uno de los campings y cabañas habilitadas con baño y cocina equipada. Lo importante, eso sí, es reservar con al menos un mes de anticipación en temporada alta.

8

Crucero por el  otro “fin del mundo”: Cuando el primer ministro neozelandés, John Key, recibió el premio entregado por The Telegraph que lo nombró como el país favorito para visitar por los lectores dijo que “normalmente cuando alguien visita un país este casi nunca es tan bueno como el folleto que lo publicita”, pero, agregó confiado, “esto no ocurre con Nueva Zelanda”. La frase cobra sentido cuando uno conoce Mildford Sound, una reserva natural ubicada en el extremo sur del país que, tal como explica Lonely Planet, es uno de esos lugares que “las cámaras fallan en retratar, producto de su belleza que sobrepasa el lente”. Los expertos de la célebre guía tienen razón.  La llamada “Tierra de los fiordos” es sinónimo de acantilados que emergen de aguas que parecen espejo, cascadas de agua semicongelada, focas y delfines que nadan libremente, todo en medio de un silencio abismante. Por eso es el lugar más visitado de Nueva Zelanda y fue declarado patrimonio de la humanidad. Hay varias maneras de explorarlo: trekking, a través del famoso - y muy exigente- Mildford track o, mucho más fácil, en un crucero que navega por mediodía a través de las aguas del mar de Tasmania en un tour que tomado desde Queenstown demora 13 horas en total.

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