El ocaso del guerrero
<P>El doble campeón olímpico Nicolás Massú (33)se retiró del circuito ATP el mes pasado. Antes de llegar a la decisión luchó por mantenerse vigente, pero en los últimos tres años su cuerpo no le permitió romper la barrera de los 100 mejores y perdió hasta con rivales completamente desconocidos. Esta es la bitácora de las batallas que dio, pero que no pudo ganar.</P>
En la mañana del 27 de agosto, Nicolás Massú (33) se levantó nervioso, con la misma sensación previa a los grandes partidos. Se puso un terno negro, una corbata del mismo color y cruzó el pasillo que conecta las habitaciones de su nuevo departamento en San Carlos de Apoquindo. Sus pasos rompieron el silencio del corredor. Junto a la puerta de entrada, un mueble de madera se destacaba como única pieza decorativa. Encima se veía una foto de Massú junto a Roger Federer, tomada en diciembre, cuando el suizo visitó Buenos Aires por una exhibición. En esa oportunidad, fue el ex número uno del mundo quien divisó al chileno a la distancia y lo llamó para saludarlo.
Massú cerró la puerta y bajó al subterráneo. Se subió a su 4x4 y condujo hasta el Hotel W. Le habían recomendado realizar la conferencia ese martes en vez del fin de semana, para evitar que el fútbol opacara su anuncio. En el camino, pensó en el discurso que los periodistas Mario Cavala y Rodrigo Hernández venían trabajando junto a él desde el jueves anterior. Lo había repasado muchas veces y pensaba que le faltaban un par de frases. Apenas subió al cuarto piso del hotel y se encontró con su familia, comenzó a hacer unas anotaciones en el documento.
Aunque no estaba en un camarín, repitió algunos de los rituales que cumplía antes de los partidos: fue exactamente dos veces al baño y luego pidió que lo dejaran solo en los minutos previos a la conferencia. Si hubiese estado en el court, habría escuchado música antes de salir, seguramente Eye of the Tiger, de Survivor, parte de la banda sonora de Rocky, pero la ocasión era especial y prefirió el silencio. Diez minutos más tarde bajó hasta el primer piso y enfrentó las cámaras por última vez como deportista profesional. Eran las 10.45. Al comenzar a leer se le secó la boca, sintió un vacío en el estómago y le comenzaron a tiritar las piernas. A poco andar, se emocionó. Su padre, Manuel, y su hermano menor, Stefano, coinciden en que era la segunda vez que lo veían llorar por el tenis. La primera había sido en Atenas, en 2004, después de las medallas de oro. Ahora, era su despedida del tenis profesional.
Entonces Massú leyó una de las frases que había añadido momentos antes a su discurso:
-Es un orgullo ser chileno. Si tuviera que nacer de nuevo, elegiría mil veces nacer en Chile.
Entre los cercanos al ex jugador hay quienes aseguran sentirse satisfechos con su decisión y también hay quienes sienten nostalgia por sus glorias pasadas. Massú asegura no sentir nada aún, pues no ve ninguna señal que le permita entender que ya no es tenista. Incluso, dice, puede que ese día no llegue nunca.
-Arréglame esta cuestión que tengo que jugar esta semana -decía Massú.
-¿Cómo vas a jugar así? Estás loco - le contestaba el kinesiólogo Marco Cornez, hijo del ex arquero del mismo nombre.
Hasta el año pasado, el doble medallista olímpico sufría de epitrocleitis o "codo de golfista", la inflamación de los tendones insertos en la cara interna de la articulación. La molestia era causada por la repetición del movimiento del saque. Aunque se arrastraba desde 2011 y le había significado un par de meses de ausencia, Massú seguía forzando el brazo al límite. Incluso, había jugado infiltrado la serie de Copa Davis ante Italia. "Estuvo dos años con el codo hecho mierda y nunca lo escuché hablar de retiro. Hay que tener valor para jugar así", recuerda Cornez.
La lesión se agravó. En abril de 2012, el viñamarino dejó toda actividad física por seis semanas y se sometió a un tratamiento de injertos plaquetarios para acelerar la cicatrización. Se reintegró de lleno al circuito en agosto, en una gira por Italia que duró un mes. Allí jugó cuatro challengers y sólo sumó dos victorias, una de ellas por retiro del rival. Su técnico de entonces era el argentino Gabriel Schneiter, con quien trabajaba a distancia y sólo se reunía en algunos torneos.
-Como no tenía continuidad, no agarraba confianza. Haber estado en el máximo nivel y jugar torneos menores a los 30 es frustrante. Hay que entrenarse mucho más para salir de abajo. Puede que ese trabajo a distancia lo haya desordenado. Charlamos del retiro un par de veces, pero nunca fue tan en serio- comenta Schneiter.
Para cuando llegó octubre de 2012, Massú cumplía tres años fuera de los 100 mejores del mundo e iniciaba el mes en el puesto 703 del ranking ATP. En ese trienio sólo había conseguido US$ 131.056 en premios, muy poco en comparación con los más de cuatro millones de dólares que había ganado en el resto de su carrera, iniciada en 1997. Para ahorrar costos, viajaba solo a los torneos, pues los ingresos no alcanzaban a dejar los números en azul. Las invitaciones en primera clase, los hoteles de lujo y los estadios llenos habían quedado atrás. Estaba fuera de forma física y sin continuidad dentro de la pista, pero sus problemas no sólo se circunscribían al tenis. "Había factores externos que afectaban su desempeño", señala un cercano, aludiendo al quiebre con su ex novia de cuatro años, la modelo brasileña Dayane Mello. "Ella le hizo perder dos años de carrera", dice.
En esas condiciones, Massú llegó a entrenar una mañana al Club Sirio, donde está asentada la escuela de Horacio de la Peña. Se enfrentó a Nicolás Kauer, de 21 años, en dos sets. "Apenas podía sacar del dolor en el codo. Estaba muy débil físicamente. Se le veía frustrado y triste", recuerda el juvenil, actualmente retirado, que se llevó una fácil victoria por doble 6-1.
-Nico, ¿a qué estás jugando? -lo inquirió el argentino que lo había visto perdido y sin estructura de juego. -Esto no te va a llevar a ningún lado. Si quieres volver arriba, tienes que hacer que la gente recupere la pasión por verte jugar-.
Un par de días después, Massú regresó al club. "Me quiero poner las pilas", dijo. El 18 de octubre comenzó a entrenar con De la Peña y decidió que se daría un año más de plazo para intentar el retorno al primer plano del tenis mundial por última vez.
Hay eventos en los que la física es invisible y toda consecuencia parece producto del azar. Cuando una pelota de tenis golpea la huincha de la red, puede caer en cualquiera de los dos lados de la cancha, cambiando el rumbo de un juego, un set y un partido. De la Peña lleva la metáfora un paso más allá, pues cree que si una bola hubiera caído del otro lado, Massú estaría jugando profesionalmente.
El episodio se jugó por la segunda ronda de Bucaramanga, Colombia, en enero de este año. El argentino Federico Delbonis sacaba con el marcador 5-6 y 0-30 en el tercer set. Un punto más le hubiera dado triple match point a Massú, pero la pelota rebotó en la cinta y cayó del lado del viñamarino. Delbonis se recuperó, ganó su servicio y el encuentro en el tie break. "Tuvo mala suerte. Hubo varios pequeños detalles que no se dieron para que esto funcionara. Si hubiera ganado partidos, se hubiera motivado, si lo hubieran llamado al equipo de la Davis, también", se consuela el entrenador transandino.
Massú había entrenado intensamente desde octubre. Su rutina constaba de tres horas diarias de tenis con De la Peña, dos de kinesiología con Cornez y una de masajes con el brasileño Jefte Bezerra en Clínica Meds, y al menos otra hora de acondicionamiento con el preparador físico Ricardo Luna, quien lo conoce desde que integraban el equipo de Copa Davis: "Era complicado armar las pautas de trabajo. Me encontraba con un deportista distinto todos los días, por indicaciones del 'kine' y del traumatólogo (el médico Alejandro Orizola). Trataba de entrenar con la misma fuerza, pero no podía. Cuando le daba un poco más duro, se resentía".
Los esfuerzos le devolvieron la motivación al campeón olímpico, quien levantó su juego, pero no pudo conseguir triunfos. A la derrota en Bucaramanga siguió la estrecha caída frente al español Albert Montañés en Viña del Mar y otra más contra el desconocido argentino Marco Trungelliti en Santiago, todas en tres sets. Después de este último partido, Manuel y Stefano Massú almorzaron con el jugador para proponerle que evaluara su futuro seriamente.
-No tengas miedo a retirarte. Lo que hiciste en los Juegos Olímpicos no lo va a hacer nadie, nunca. No puedes seguir como estás, gastando esta cantidad de plata. Mírate el carné, tienes 33 años -le aconsejó su padre en esa ocasión.
Massú se aferraba a su sueño citando los ejemplos del alemán Tommy Haas (35) y del estadounidense James Blake (33), contemporáneos suyos que todavía brillaban en el circuito. El viñamarino adoptó una frase dicha por Haas después de derrotar al número uno del mundo, Novak Djokovic: "La edad es sólo un número". Su amigo Waldo Martínez lo veía convencido de continuar: "Era positivamente testarudo. Esa frase de 'nada es imposible' es espontánea. Si hasta estuvo lesionado de un isquiotibial y pidió permiso para entrenar parado. Le pegaba a la pelota estático en un lugar, sin moverse. Se sacó la cresta, pero los resultados no llegaban y eso le hizo replantearse su futuro".
Luego de una gira por Europa, Massú volvió a Chile en mayo con una molestia en la parte baja de la espalda que lo dejó inactivo por 10 días. Un "lumbago mecánico por cuadro facetario", explica Cornez. Por esos días, su amigo Fernando González se sumó a las voces que le recomendaban colgar la raqueta. Con las dudas rondándole, Massú volvió a jugar en Manta, Ecuador, recién a principios de julio, pero se percató de que el cuerpo seguía sin responderle. "Ahí me empezó a dar vuelta la idea. Me daba lata ir a un torneo y no poder entrenar. ¿Para qué seguir viajando, lejos de todo, cuando sabía que no podía rendir el 100%? Quizás mi cuerpo daba para más, pero me molestaba estar parado", cuenta el deportista.
En Manta, Massú perdió en primera ronda con el colombiano Alejandro González por 6-3 y 6-2 en una hora y dos minutos. Sería su último partido profesional. Apenas regresó a Guayaquil, a casa de su tío José Massú, quien lleva 30 años en el país, llamó a sus papás y hermanos para decirles que la decisión estaba tomada, pero que no tenía decidido cuándo hacerla efectiva.
"Me sentí aliviado. Si seguía dilatando su retiro, la gente ni se iba a acordar que seguía jugando. Yo creo que fue doloroso para él, pero se sacó un peso de encima", revela su padre, quien escuchó de la visita de Novak Djokovic a Chile y vio la oportunidad perfecta para una despedida como su hijo deseaba, frente al mejor del mundo. La posterior inclusión de Rafael Nadal y Mardy Fish, su rival en la final por el oro olímpico, completarían un homenaje de alto nivel.
De la Peña se enteró de la decisión de su pupilo sólo tres días antes del anuncio, pero ya la intuía, porque después de Ecuador, Massú dejó paulatinamente de aparecerse por el Sirio. Martínez también supo unos días antes. Con algo de pena, recordó todos los viajes que hizo con su amigo a Buenos Aires, Dusseldorf, Casablanca y tantos otros. "Yo creo que si lo llamaban al equipo de la Davis ahora, para jugar con República Dominicana, seguía", opina.
Hace unos días, Massú dejó de correr. Diez días después de anunciar su retiro, viajó a Miami para descansar del ajetreo. Quizás así pueda saborear por primera vez su libertad. "No me he dado cuenta de que me retiré, porque lo único que he hecho es hablar de tenis. No me he desconectado, pero tampoco estoy esperando eso. Puedo dejar de ser tenista competitivo, pero no dejo de ser tenista", explica. En Estados Unidos seguirá entrenándose para su despedida con el preparador físico cubano Duglas Cordero, y visitará amigos en Las Vegas y Los Angeles, donde escuchará algunas propuestas de trabajo para una eventual carrera como entrenador o en televisión.
Antes de aceptar esas responsabilidades, aclara que quiere viajar. Su deseo es conocer algunas islas del Mar Egeo, ir a Turquía y regresar a Atenas, la tierra donde escribió su leyenda al obtener las primeras dos medallas de oro para Chile en Juegos Olímpicos (una en dobles con González y otra al ganarle a Fish)
Massú dice que no conoce Atenas. Todo lo que recuerda es una cancha de tenis. S
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