El otro lado de la felicidad

<P>No hay duda de los beneficios de sentirse más feliz. Sin embargo, nuevas investigaciones han demostrado que la búsqueda incesante de ella puede hacernos más vulnerables frente al peligro e incluso llevarnos a perder una competencia.</P>




OBVIO, todos queremos ser felices. No sólo es el mejor estado que conocemos, sino que además la ciencia ha probado los beneficios que la felicidad trae a la salud física y mental. Sin embargo, nuevas investigaciones están sacando a la luz algunos de los aspectos negativos de la búsqueda incesante del bienestar, aspectos que podrían ponernos en desventaja a la hora de perseguir un premio en una competencia o dejarnos indefensos frente a una situación de peligro.

Así lo sostiene la sicóloga y directora del Laboratorio de Emociones Positivas y Sicopatología de la Universidad de Yale, June Gruber. La reconocida especialista en felicidad, junto a las investigadoras Iris Mauss, de la U. de Denver, y Maya Tamir, de la U. Hebrea Monte Scopus, en Jerusalén, detectó -en un análisis publicado en el sitio de la U. de California, en Berkeley- cuatro formas en que los estados de ánimo más alegres pueden perjudicarnos bajo algunas circunstancias.

1. La felicidad puede dañar la creatividad

Si bien estudios previos, como el de la investigadora de la Escuela de Negocios de Harvard, Teresa Amabile, han demostrado que cuando las personas están de mejor ánimo tienden a ser más creativas, debido a que se vuelven más flexibles y abiertas a lo nuevo, de acuerdo a Gruber esto ocurre sólo cuando la gente no experimenta niveles muy altos de felicidad. Es más, otros autores, como la sicóloga Barbara Frederickson, autora del libro Positividad y experta en la materia, sostienen que la felicidad debería estar en una razón de 3 a 1 respecto de las emociones negativas. O sea, si hubiera que dividir las emociones que experimentamos en fracciones, tres cuartos de ellas deberían corresponder a emociones positivas, como la felicidad, y un cuarto a emociones negativas. La razón está en que un buen ánimo desmesurado afecta la capacidad de enfrentar nuevos desafíos y mirar el futuro con perspectiva analítica.

2. Hay momentos en que ser felices nos pone en desventaja

Gruber explica que cuando experimentamos esta sensación, nuestra atención se vuelve hacia las cosas excitantes y positivas de la vida con el fin de hacer durar el sentimiento de bienestar. Por eso, el foco se desvía de aquellos factores que pueden convertirse en una potencial amenaza, lo que aumenta la posibilidad de comportamientos peligrosos como ingerir desmedidamente alcohol, comida o drogas. Así lo comprobó un estudio del sicólogo Howard S. Friedman, que descubrió que los niños en edad escolar considerados como muy alegres por sus padres y profesores, tenían un riesgo más alto de mortalidad en la adultez, probablemente porque se comportaban de manera más arriesgada que aquellos que experimentaban formas más sutiles de alegría.

La razón es simple: cuando somos conscientes del riesgo, el cuerpo libera cortisol, la hormona encargada de nuestro sistema de alerta y que nos hace huir del riesgo. Pero la felicidad bloquea este proceso.

Y hay otros momentos, como las competencias, en que sentirse feliz no es tan ventajoso como estar enojado. Así lo demostró un estudio de Maya Tamir, quien enfrentó a un grupo de personas a un juego de computador. En esta tarea, los participantes que declararon sentirse más enojados lograron un mejor desempeño que los que reportaron mayor felicidad al momento del juego.

3. No todas las formas de este estado son buenas

La felicidad es difusa, dice Gruber, y existe una amplia gama de tipos en que puede experimentarse. Uno muy particular proviene de la sensación de haber alcanzado hitos importantes, como un ascenso en el trabajo o un premio. En este caso, lo que se produce es orgullo, que inmediatamente conduce a que uno se valore más que al resto. Gruber, junto a especialistas de las universidades de Harvard, California en Berkeley y Miami, demostró que cuando la gente se siente demasiado orgullosa, tiende a aumentar su comportamiento antisocial. ¿La razón? La felicidad asociada con el orgullo limita la capacidad de empatizar con otros y entenderlos cuando están pasando por momentos difíciles.

4. Perseguir la felicidad nos hace, a la larga, más infelices

Así lo comprobó una investigación de Iris Mauss, que demostró que las mujeres que valoran más la felicidad tienden a ser, de hecho, más infelices que aquellas que no persiguen tan obsesivamente este estado.

En la primera parte de su estudio, Mauss entrevistó a 59 mujeres que habían pasado recientemente por momentos estresantes como un divorcio, cesantía o la muerte de un familiar cercano. Junto con su nivel de estrés, las mujeres debían indicar qué importancia le daban a la felicidad. Entre aquellas que reportaban niveles normales de estrés, las que valoraban más la felicidad se sentían más infelices, mostrando 17 síntomas de depresión, versus los cuatro de aquellas que se tomaban la búsqueda del placer con más calma.

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