El pensamiento integrador de Daniel Chernilo
<P>En su nuevo libro, el sociólogo cuestiona a quienes apuestan todas sus fichas a la globalización y plantea que ser cosmopolita es mucho más que hablar idiomas, viajar y comer platos exóticos.</P>
¿Hay vida antes del estado-nación, o para el caso, de la propia nación? Al ciudadano de a pie se le dibujan como entidades "naturales" y eternas, y a la sociología se le han presentado como una constante: la trayectoria de esta disciplina ha estado atravesada por una equiparación tan sostenida y arraigada de estado-nación y sociedad, que no se discute. Es el llamado "nacionalismo metodológico", que básicamente no ha sido tema para los especialistas.
Pero debería serlo, piensa Daniel Chernilo (1974), profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la universidad inglesa de Loughborough. Las razones para arrancar de este punto neurálgico y reenfocarlo están en su tesis doctoral en Warwick, de la que salió un libro, A social theory of the nation-state (2007). Ahora pu-blica Nacionalismo y cosmopolitismo, volumen que plantea que "para entender la coyuntura presente del estado-nación debemos ponerlo en relación con el horizonte cosmopolita", lo que implica que el estado-nación no está a punto de desaparecer, pero también que "los fenómenos más importantes de la sociedad moderna están simultáneamente anclados a distintos niveles: local, nacional, regional y global".
¿Cómo se entiende lo cosmopolita?
Hay dos críticas comunes al cosmopolitismo. La primera es la de su componente elitista, banal e incluso siútica: cosmopolita significa viajar, hablar idiomas y saber de comidas exóticas. La segunda es más bien cínica: el cosmopolitismo es un proyecto que impide reconocer que cualquier horizonte universalista es aparente, porque todo lo que se pretende universal no es más que la ge-neralización inadecuada, e implementada por la fuerza, de una visión particular. Ambas apuntan a debilidades reales, pero no se dan cuenta de que el elemento más importante al que apunta el cosmopolitismo es que la diversidad de la sociedad sólo puede mantenerse bajo una condición de respeto que nos obliga a reconocernos como seres humanos.
¿Cómo ve la relación de la izquierda y la derecha en Chile con este tema?
Ninguna ha tenido patrimonio sobre lo nacional ni sobre lo global. En el período desarrollista del siglo XX, ambas tendían a favorecer un discurso estatista con miras a la consolidación de un mercado, una burguesía y un proleta-riado nacionales. La izquierda, en general, ha tenido la vocación de buscar lo justo para la humanidad, y ese horizonte es compatible con el cosmopoli-tismo. Pero la forma en que ha llevado a cabo esos proyectos no ha sido muy cosmopolita: el internacionalismo soviético era chovinismo ruso disfrazado, mientras las izquierdas latinoamericanas han cedido a las visiones esencialistas de una supuesta "latinoamericanidad". En la derecha, uno hay principios liberales en clave cosmopolita, pero dado que las derechas latinoamericanas no han sido nunca realmente liberales, poco y nada saben de cosmopolitismo.
¿Lo nacional es básico aún para configurar la identidad?
Lo nacional sigue vivo, y no sólo para los "perdedores" de la globalización, sino porque las personas se han acostumbrado a ver el mundo con esa óptica. Pero lo nacional no debe ser tomado como un dato inmutable, que supuestamente constituye grupos humanos homogéneos para, desde ahí, permitir explicar la conducta individual de sus miembros.
¿Qué define la "nueva ortodoxia globalizadora"?
Es un término acuñado para hablar de un tipo de sociólogos y científicos sociales (Anthony Giddens, Ulrich Beck, Alain Touraine) que plantearon que la globalización había transformando todas las relaciones sociales para siempre y que, en ese contexto, el estado-nación, en el sentido de una forma natural de organización sociopolítica, estaba en vías de desaparición. Contra esas exageraciones, creo que la globalización sólo puede entenderse si se evalúan sus continuidades y rupturas. Por lo demás, no hay nada menos novedoso que un conjunto de intelectuales que "descubren" que su tiempo histórico presenta desafíos sin precedentes y que ellos son los llamados a darle sentido a la novedad del cambio histórico.
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