El primer paciente salvado por su ADN

<P>Desde los dos años que Nicholas Volker tenía una rara enfermedad. A los cinco años ya había sido sometido a 160 cirugías. Sin otra solución, los médicos intentaron algo inédito: rastrearon en sus genes y, de paso, convirtieron a este niño en un hito científico. La secuenciacion del ADN dejaba de ser una promesa y salvaba la vida de un ser humano. </P>




EL DOCTOR Alan Mayer nunca había visto una enfermedad así. Ni él ni ninguno de los médicos que intentaban salvar la vida Nicholas Volker, de cuatro años. Era mayo de 2009 y este pediatra gastroenterólogo llevaba dos semanas cumpliendo turno en el Children's Hospital de Wisconsin, Estados Unidos, cuando conoció al niño y a su madre, Amylynne Volker, una dueña de casa, descendiente de filipinos. Nicholas prácticamente vivía en el hospital. Pesaba nueve kilos, poco más de la mitad de lo que corresponde a su edad, y su abdomen estaba hinchado, como en las víctimas de hambruna. No podía ingerir alimentos. Cuando lo hacía, a veces se abrían agujeros en su intestino y la infección se filtraba, causando grandes heridas en su abdomen. Ni los antibióticos que recibió en un comienzo, ni las decenas de tratamientos posteriores, tuvieron efecto. Sólo mediante cirugía podían limpiar sus lesiones internas y así aliviar en algo su condición. Pero ya llevaba 100 operaciones y la situación se hacía más grave con cada día que pasaba.

Nicholas estaba desahuciado, los médicos lo sabían. El doctor Mayer también. Pero su madre se resistía a aceptarlo.

Durante varios meses, el periódico estadounidense The Journal Sentinel de Milwaukee siguió esta historia. Y no sólo para relatar la dura batalla de una mujer por evitar la muerte de su hijo. Sino porque, gracias a la persistencia inagotable de Amylynne Volker y a la pericia del doctor Mayer, el pequeño Nicholas se convirtió en un hito de la ciencia: exactamente una década después de que investigadores estadounidenses y europeos completaran la secuenciación del ADN humano, la posibilidad de conocer los secretos de nuestros genes dejaba de ser una promesa de encontrar cura a muchas enfermedades. Por primera vez, permitía salvar la vida de un ser humano.

Desde su casa en Wisconsin, Amylynne conversó con La Tercera. Recordó cómo desde 2007, cuando se declaró la enfermedad de Nicholas, había explorado todas las formas posibles de encontrar una solución. Vivía dedicada a su cuidado. Conocía bien los hospitales de niños que trataban patologías complejas, sabía quiénes eran los líderes en las áreas en que el menor presentaba síntomas y había hablado con especialistas de todo el país. Cientos de horas frente al computador, buscando información en internet. Cientos de horas en el teléfono, tratando de encontrar al médico adecuado. Pero nada. Sólo un intento tras otro, que no llegaban a ninguna parte, mientras su hijo se apagaba.

Cuando se enteró de la llegada de Mayer al Hospital de Niños de Wisconsin, no lo dudó: "El tenía todo lo que necesitábamos. Era PhD y había trabajado en los mejores hospitales de niños del país, tenía una gran experiencia clínica, hacía investigación y no pensaba como el resto. Eso era muy importante para mí", cuenta Amylynne, al teléfono.

Pero el doctor Mayer se mostró reacio en un comienzo. El médico relató a La Tercera su temor inicial por asumir un caso que, al igual que muchos otros especialistas, consideraba perdido: "Yo no sabía qué hacer. No sabíamos cómo tratar a Nick. ¿Por qué tomar a un niño que no iba a vivir?". Pero la insistencia de la madre pudo más: " Cuando Amylynne me lo pidió por tercera vez, acepté".

Lo que provocaba las heridas de Nicholas, y eso lo sabían, era su propio sistema inmune. La enfermedad de Crohn, uno de los primeros diagnósticos que recibió, presenta síntomas muy parecidos. El intestino, y especialmente el colon, es un gran centro de bacterias que protegen de enfermedades y permiten procesar mejor los alimentos. En la enfermedad de Crohn, al igual que en la de Nicholas, el sistema inmune sobrerreacciona y ataca a estas bacterias, rompiendo la pared del intestino y del colon. Pero, por alguna razón, las terapias para Crohn no daban resultado en Nicholas.

Mayer decidió extraerle el colon, que estaba muy infectado, y eso logró cierta recuperación, pero su sistema inmune seguía saboteándolo. "Pese a su corta edad, entendía lo grave que era su enfermedad. Creo que pensaba 'esta es mi vida, soy un niño enfermo'. Pero, aunque era alegre y muy normal, a veces le daba rabia y se enojaba de que nadie pudiera hacer nada por él", dice Mayer, desde su nueva consulta en el Hospital de Niños de la U. Rush, en Chicago.

El tiempo se agotaba. Y sólo quedaba una opción. Había que descubrir qué provocaba la reacción de su sistema inmune y eso podría saberse si se escudriñaba en su ADN. Ahí, en sus genes debía estar marcada la deficiencia que tenía a Nicholas al borde de la muerte.

Nunca antes se había hecho. Secuenciar el genoma de una persona para diagnosticar una enfermedad. Mayer contactó a Howard Jacob, director del Centro de Genética Humana y Molecular de la Escuela de Medicina de Wisconsin, y le contó del caso, del calvario por el que había pasado en niño y su familia. Aunque la idea era cara y complicada, era parte de los planes del laboratorio de Jacob, pero no antes de 2014. Significaba meses de trabajo, decenas de miles de dólares y el riesgo de encontrar no solo una, sino varias mutaciones responsables en genes del ADN de Nicholas. Aún peor: el resultado podría dar con una enfermedad sin tratamiento.

Pero Jacob, padre de dos hijos, había quedado totalmente conmovido por el caso. "Cada vez que una persona recibe anestesia general no hay ninguna certeza de que volverá a despertar. Vivir eso como padre, despedirse de tu hijo 100 veces en sólo seis meses como lo hicieron los padres de Nick, es algo que para mí es inimaginable", comenta el genetista a La Tercera por teléfono, desde su oficina en la U. de Wisconsin.

El ADN humano es sólo apenas distinto al de un Neanderthal, pero en genética unos meses son una eternidad. Lo sabe bien Jacob que en 2004 participó de la primera secuencia del genoma de una rata -dos años antes de finalizada la secuencia del último cromosoma humano-. Entonces, el costo fue de US$ 100 millones; en 2009, tener la información completa del genoma de Nicholas costaba US$ 2 millones; hoy, no vale más de US$ 10 mil. "Y en un par de años más llegará a menos de US$ 1.000", dice Jacob.

Pero ese julio de 2009 todo era urgente y, ante la premura del tiempo y el alto costo de un rastreo completo, los científicos decidieron centrarse en sólo una parte del genoma: los exones, que representan el 1% y contienen las instrucciones para generar las proteínas. Este procedimiento, además, bajaría el costo a US$ 75 mil.

En agosto, poco más de un mes después de haber comenzado, el equipo médico encontró más de dos mil genes sospechosos. Al comparar las posibles mutaciones con los síntomas resultaron 32 genes que parecían prometedores. Y, entre éstos, dos suscitaron particular interés: CLECL1 y XIAP, ambos involucrados en la regulación del sistema inmune. Sin embargo, CLECL1 aparece también alterado en personas totalmente sanas. XIAP, parecía ser el culpable.

El gen XIAP había sido mencionado en una reciente publicación como causante de una inflamación intestinal, pero la variación que tenía Nicholas no aparecía en ninguno de los más de dos mil genomas examinados en esas investigaciones. Los genes están compuestos por combinaciones de cuatro distintas bases: timina, guanina, adenina y citosina. En el cromosoma X del gen XIAP, la mayoría de las personas tienen la secuencia timina-guanina-timina, pero Nicholas tiene timina-adenina-timina. En Nicholas, por ser hombre, le significó además la presencia de otra extraña enfermedad que le impide defenderse del virus responsable de la mononucleosis. La mayoría de los niños con esta patología muere antes de los 10 años y la única cura es un transplante de médula. Su segunda enfermedad, la que causaba los agujeros en su intestino, nunca había sido vista. Nicholas resultó ser el primer caso en la historia.

Los doctores decidieron hacer el trasplante, pero considerando la debilidad de Nicholas, prefirieron hacerlo con células madre de sangre del cordón umbilical de un donante anónimo. Una semana después, los antiguos glóbulos blancos de Nicholas habían desaparecido. Su sistema inmune estaba completamente indefenso y 21 días después, a pesar de los cuidados de los médicos y su familia, un virus herpes lo atacó provocándole una encefalitis. Aunque inicialmente Nicholas tuvo problemas neurológicos, como pérdida de memoria, su condición logró ser controlada y después de haber pasado más de 600 días en el hospital, volvió a su casa, a hacer una vida cada vez más normal.

"En este momento está viendo El señor de los anillos en DVD. Fuimos a misa en la mañana y después pasamos al Starbucks. ¡Le encantan los chai late! ¿Puedes creerlo?", dice Amylynne a La Tercera, como si fuera un milagro. En parte lo es. El mismo niño que hace un año corría peligro de muerte si tomaba una sopa de arroz, había almorzado alitas de pollo con salsa búfalo y estaba comiendo un pedazo de torta. Todavía tiene parte de su intestino en una bolsa fuera de su cuerpo, un tubo gástrico aún saliendo de su abdomen y una vía intravenosa por la que recibe fluidos de una bolsa transparente, pero se está recuperando.

-Nick, la reportera quiere saber cómo te sientes de salud-, grita Amylynne, desde el teléfono a su hijo.

-"¡Me siento bien! ¡Estoy bien!", se lo escucha gritar, con una voz aguda y alegre, mientras no despega los ojos de la película.

Esta primavera entrará al colegio como el resto de los niños, cuenta Amylynne. "En mi corazón creo que está curado", suspira.

El Centro de Genética Humana y Molecular de la Escuela de Medicina de Wisconsin siguió desarrollando el diagnóstico genético. Actualmente están trabajando con seis nuevos pacientes, secuenciando su ADN para descubrir el origen de su enfermedad, y otras 30 personas están siendo evaluadas para verificar si cumplen con las características necesarias: ser un caso en el que se han intentado todas las formas de diagnóstico de laboratorio posible sin éxito.

"Creo que en los próximos seis a siete años esta tecnología se convertirá en algo común en la práctica clínica. En pocos años, desde el día en que nazcas tu ADN será secuenciado para estos fines", dice Jacob. "Era algo que sabíamos que pasaría eventualmente, pero ser quienes lo hicieron primero era algo que yo no anticipé y el hecho de que hallamos tenido un resultado exitoso fue una bendición", agrega el experto.

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