El que más pierde, gana: Apuestas por bajar de peso
<P>El dinero es la meta en una competencia que se hace cada vez más frecuente entre compañeros de oficina, amigos y familias. La presión del grupo y la motivación por ganar, garantizan volver a la talla ideal . Es el poder del incentivo. </P>
El tema es tan viejo como la fábula del burro y la zanahoria. Animado por la potencial recompensa, el animalito tira y tira del carro. La lección es que no sólo el garrote alimenta las ganas de llegar a la meta, sino también los incentivos.
Pues bien, este principio se aplica perfectamente cuando el "fin" es bajar de peso y los "medios" muchas veces resultan más severos que el garrote: cerrar la boca y sudar la gota gorda, como se dice.
¿Cómo encaja en este plan la zanahoria? Fácil, en lugar de la verdura, debemos colgar frente a nuestras narices un fajo de billetes. En otras palabras, metalizar la báscula, sacar nuestros rollos a la Bolsa de valores.
Después de todo, muchos economistas sugieren que si habría que definir la economía en una sola palabra, esa sería incentivo.
Y si el incentivo de bajar el colesterol o ponerse el vestido de hace dos veranos ya no bastan, ganar dinero (o mejor todavía, el miedo a perderlo) es una forma de recuperar las ganas.
El método es simple. Un grupo de personas que desea disminuir kilos, acuerda aportar una cantidad de dinero para crear el premio que recibirá quien más peso pierda en un tiempo determinado. Al revés de lo que la costumbre manda, el que más pierde, gana.
Según un estudio publicado en Journal of the American Medical Association en 2008, la existencia de una suma en juego eleva casi cinco veces las probabilidades de alcanzar el objetivo de una dieta, en comparación a planes que no tienen la zanahoria dorada frente a nuestra narices.
Es el caso de Eduardo Avilés, ingeniero en minas de 32 años. Todo nació como un juego entre cuatro compañeros de trabajo. "Estábamos todos con sobrepeso", asegura, y para motivarse hicieron una especie de apuesta: quien más disminuyera en dos meses ganaría una parrillada, mientras que el perdedor pagaría las bebidas de todos.
Bueno, es cierto que el premio (la parrillada) y el castigo (pagar las bebidas) parecían un tanto contraproducente ante el propósito de lucir una figura esbelta, pero así y todo dio resultados. Al cumplirse los 60 días, se pesaron en la misma báscula. Sólo faltó el notario, bromearon. Pero los resultados estaban lejos de ser un chiste: el ganador bajó 10 kilos y el segundo cuatro y medio. El propio Eduardo Avilés obtuvo la medalla de bronce gracias a los tres kilos ochocientos gramos menos con que llegó.
Debido a los buenos resultados, el grupo repitió la experiencia tres veces más, pero en lugar de parrilladas apostaron 10 mil pesos. Pues bien, la zanahoria resultó más grande y jugosa y otras personas se unieron.
La familia de Tania Arana (actriz, 25 años) también recurrió a este método. El 3 de febrero anunciaron que cada integrante del clan daría $ 2.500 a quien disminuyera más centímetros de cintura. En este caso las reglas eran claras. Nada de fármacos. Todo natural y ejercicio. Tania ya había realizado una contienda similar con siete amigas, donde cada una aportó 15 mil pesos.
¿Por qué las dietas resultan más efectivas cuando hay dinero de por medio?
Dean Karlan, profesor de economía de la Universidad de Yale, explica a La Tercera, que los incentivos permiten que sea más fácil llegar a la meta porque, como dijimos, el dinero es la zanahoria.
Karlan creó www.stickk.com, o "tienda de compromisos". Sabe que las personas no siempre cumplen lo que dicen querer hacer y los incentivos lo permiten de mejor forma. En stickK los usuarios se comprometen a bajar cierta cantidad de peso y si fallan deben pagar un costo que puede ser enviar dinero a un enemigo o a una obra que vaya contra sus ideas. Acá no se trata sólo de perder dinero, sino también, principios.
En palabras de las ciencias económicas, la gente responde a los precios.
"Un incentivo es un precio, y mediante ellos se logra una reducción de los costos o el aumento de los beneficios si alcanzamos el fin", dice Karlan.
En resumen, si ni las amenazas de su médico ni las de su pareja logran su propósito, quizá sea el momento de asustar al bolsillo.
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