El restaurador de bicicletas de fierro
["bicis" antiguas]Desde hace 12 años, Leonidas Ayala rescata en su taller viejas bicicletas artesanales. Con ellas enseña a pedalear a niños. </P>
Hace 12 años Leonidas Ayala, de 58 años, transformó su antiguo negocio de fabricación y reparación de baterías de automóviles -ubicado frente a la plaza La Palmilla, en Conchalí- en una escuela de ciclismo y taller de restauración de bicicletas antiguas de fierro. Lo que hace es comprárselas a los que las tienen botadas en los patios de las casas o ir a depósitos de chatarra. "Allá encuentro bicicletas viejas y, luego de pesarlas, me las llevo en $ 3.000 o $ 5.000. Cuando ya las dejo como nuevas, las vendo en $ 30.000 más o menos".
Las de fierro eran comunes en el Santiago de los 60 y 70. "Se usaban mucho las Mini, igual a las que salen en Machuca. También estaban las CIC de paseo y las pisteras". Todas esas le interesan a Leonidas para enmendar.
El dejó de lado los motores y se dedicó a promover el transporte a tracción humana. "Tengo un hijo ciclista y fue por él que nació mi cariño por estos vehículos", dice Ayala, mostrando en las paredes las fotos y recortes de diario de su hijo, Emilio Ayala, quien fue un destacado ciclista de carrera en los 90 y ahora entrena a seleccionados nacionales.
En honor a él le puso el nombre a su local. "A los 13 años, lo acompañaba a la Escuela de Ciclismo de Conchalí. Conseguí el tornillo mecánico y las herramientas necesarias para reparar yo mismo su bicicleta, y así fuimos aprendiendo. Toda esa experiencia nos unió mucho como familia y sentí que era importante transmitirla a otros", dice.
Leonidas, además, tiene otro hijo famoso: Juan Ayala, el vocalista de la banda de rumba JuanaFé. "Uno prefirió la bicicleta y el otro, la guitarra. Yo estoy orgulloso de los dos", afirma.
En 2001, cuando su Emilio ya se había retirado de la Escuela de Ciclismo y veía que las nuevas generaciones no se interesaban por continuar, Ayala comenzó a recolectar antiguas bicicletas para niños. Les compró algunas en mal estado a los cachureros, recibió algunas donaciones de vecinos y armó otras con piezas que tenía en su taller. Una por una las restauró, y así armó una colección de 30 bicicletas de aro 12, 16 y 18.
Todas las semanas las lleva a la Escuela Araucarias de Chile, en Conchalí, y les enseña a pedalear a niños de entre cuatro y ocho años. "Las profesoras dicen que este transporte les refuerza valores positivos. Si un niño se cae, los otros lo ayudan, y están más contentos y tranquilos. En los colegios debería haber más bicicletas y menos ritalín", dice Ayala.
Otra de sus obsesiones es rescatar las de fierro fabricadas a mano por artesanos del barrio. Ayala todavía conserva en su taller la pistera (de velocidad) que le compró a su hijo a los 13 años, fabricada por un antiguo artesano de la comuna. No tiene frenos ni cambios, y lleva un pequeño corazón tallado en el tubo bajo el asiento. "Es la marca del artesano. Todos tenían la suya. Estas son las que quedaron abandonadas cuando salieron las modernas de carbono, a fines de los 90. Pero ahora hay algunos jóvenes de movimientos de ciclismo urbano que las están volviendo a usar, por su maniobrabilidad y bajo costo", cuenta.
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