El Santiago de los fumadores
<P>No se ha llegado al extremo de Nueva York, donde ya nadie volverá a prender un solo cigarro más en una plaza. En esta ciudad aún se puede fumar en la calle, en paraderos, bares, hospitales, universidades, estadios, e incluso, peluquerías. Y aunque el nuevo proyecto de ley del gobierno, buscar decretar varios lugares como "libres de humo", los fumadores no quedarán arrinconados en la ciudad. </P>
Patricia Fouere no entra a ninguna cafetería, restaurante o bar donde no esté permitido fumar. Por eso, cuando tuvo que elegir una peluquería fue un salón de Vitacura, que se autodefine como smoking friendly, el que entró automáticamente a la lista de los lugares indispensables en su vida. "Además de hacer muy buenos cortes, hay ceniceros por todas partes. Si no hay nadie adentro, incluso puedo fumar cuando me están tiñendo el pelo", dice. Eso sí, se abstiene de hacerlo cuando coincide con mamás y niños pequeños.
Como este, hay otros tantos espacios cerrados abiertos al público -además de bares, restaurantes, cafeterías y discoteques- que se declararon como "fumadores". También están los que tienen áreas especiales, donde un fumador puede dar rienda suelta a su hábito.
Un curioso letrero cuelga en el patio central del Hospital del Salvador: "Funcionario, este recinto es suyo, ¡disfrútelo! Converse, comparta y también, si quiere, fume…". Aunque en los patios traseros de otros hospitales y clínicas de la capital no se observa un aviso similar, es común que varios funcionarios de delantal blanco se acomoden a un costado de las ambulancias y en los rincones más insólitos para prender su cigarro.
La tendencia mundial y poderosas razones de salud están condenando a los fumadores a la máxima segregación en las ciudades, pero Santiago se las sigue arreglando para que sus habitantes continúen con su amado vicio.
En el Aeropuerto de Santiago, por ejemplo, a pesar de que no está permitido el humo en el hall público, la zona de embarque tiene un restaurante con área para fumadores, y los salones VIP también disponen de estos espacios. En los terminales de buses y la Estación Central, los pasajeros pueden fumar libremente en los andenes. En ésta última, de hecho, "cada 30 metros existen basureros-ceniceros para el depósito de las colillas", según comentan los ejecutivos de las filiales.
En los hoteles sucede algo similar. El estiloso W, de la cadena norteamericana Starwood, tiene en su interior dos opciones para fumadores: la disco Whisky Blue, y un piso entero de habitaciones. También hay ambientes exteriores, como los bares de la terraza y la azotea. "Se hace lo que permite la ley (...), pero en Estados Unidos prácticamente no quedan hoteles donde se pueda fumar", comenta una funcionaria.
Mauro Magnani, presidente de la Asociación de Hoteleros de Chile, cuenta que la hotelería nacional se ha esforzado por implementar espacios al aire libre para fumadores, lo que en épocas de primavera y verano es valorado por los huéspedes fumadores. "Pero, en general, los viajeros saben que hay una tendencia a la prohibición total y se adaptan a las legislaciones", dice.
Los fumadores no la están teniendo fácil en el mundo entero. En enero de 2011, entró en vigencia en España una ley que le dijo "no" al tabaco en lugares destinados al ocio que fuesen cerrados, aeropuertos e, incluso, en parques infantiles. Nueva York fue más alla todavía. El 23 de mayo prohibió a sus habitantes fumar en plazas, playas (como las de Coney Island) y las zonas peatonales Times Square y Herald Square. Y pese a que el New York Times acusaba que al día siguiente de entrada en vigencia de la ley pocos reaccionaban si veían fumar a un compatriota en Bryant Park, días después ya empezaban a pronunciar con mayor confianza el "would you mind, please...?".
Lo propio quiere hacer la Municipalidad de Las Condes en sus espacios verdes. "Estamos estudiando una ordenanza comunal para regular que no se pueda fumar en zonas donde acuden niños, como plazas y parques que tienen juegos infantiles. Una vez lista esta ordenanza, iría a concejo para su aprobación y luego a una consulta -que puede ser comunal, o bien, por área, en las zonas donde están ubicados los parques- para saber la opinión de los vecinos", dice el alcalde Francisco de la Maza.
Aunque no busca acercarse a la medida promocionada por el alcalde Michael Bloomberg, el gobierno de Sebastián Piñera ya hizo lo suyo el Día Mundial sin Tabaco. Ese día envió al Congreso un proyecto de ley que, entre varias medidas, no aceptará cigarros prendidos en estadios, ni fumadores dentro de los recintos hospitalarios. Tampoco validará las separaciones de fumadores y no fumadores dentro de restaurantes y bares. Esta última medida quedó en entredicho cuando un estudio hecho por la Universidad de Johns Hopkins en conjunto con la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, concluyó que las concentraciones de nicotina en los espacios para fumadores y no fumadores no arrojan grandes diferencias. La meta del gobierno es reducir de 43% a 30% la prevalencia de fumadores en los próximos 10 años.
La iniciativa tiene molestos a los dueños de locales de ocio, que luego de la modificación de la Ley del tabaco en 2006, destinaron recursos a separar sus espacios interiores. "Invertimos más de 120 millones de dólares en todos los establecimientos gastronómicos para adecuarnos a la norma", dice el presidente de la Asociación Chilena de Gastronomía, Fernando de La Fuente. Y el español Manuel Vidal, dueño del conocido restaurante Las Lanzas, en Ñuñoa, se hace eco. Cuenta que ha tenido que ir arrinconando cada vez más el letrero con el que hace años definió el perfil de su negocio -"Aquí fumamos todos"- y está consciente de que la legislación acabará con las reservas de humo.
Libertad, convivencia, tolerancia. Lesak Shallat, directora de Ciudad Viva y representante de Chile Libre de Tabaco lamenta que estos conceptos, sensibles para cualquiera, formen parte también del discurso de las tabacaleras. "Son palabras de las que se han apoderado estos grupos transnacionales para elaborar una estrategia que evite legislar. La ley ya intervino el espacio público cuando prohibió fumar en el transporte, en los cines y en los malls, y nadie se murió por eso. Por lo demás, no se está prohibiendo fumar, sino que se está regulando dónde se puede hacer", dice.
La ley antitabaco vigente prohíbe encender cigarrillos adentro de edificios de oficinas públicas y privadas. Por eso es que hace mucho tiempo la postal de fumadores echando humo en los accesos de los inmuebles, se ha vuelto tan representativa en los polos de oficinas. Y el presidente del Instituto de Estudios Inmobiliarios, Roger de Barbieri, vaticina que con el tiempo será peor, "porque la tendencia internacional no solo apunta a que los desarrolladores inmobiliarios no construyan salas especiales para fumadores dentro de sus dependencias, sino que, incluso, pretende que se alejen aún más de la puerta de entrada al edificio".
Rolf Sielfeld, socio de la consultora EnergyArq, explica que para que los edificios puedan certificarse con la norma LEED (Liderazgo en Diseño Energético y Ambiental) es requisito que exista un mínimo de 7,6 metros de separación entre los accesos del edificio y sus entradas de aire, y el espacio asignado para fumar. Y en Santiago la demanda por edificios con estas características está aumentando.
Nada ni nadie obliga a que en los edificios residenciales se prohíba echar humo. Ni dentro de los departamentos ni en las áreas comunes de los que conforman un condominio. Sin embargo, existen algunos de estos donde, por iniciativa de sus residentes, está vetado fumar. Y toca a los salones de eventos, jardines y piscinas, entre otros. Pero, tal como asegura el presidente del Colegio de Gestión y Administración Inmobiliaria de Chile, Juan Carlos Latorre, "no existe certeza jurídica de que esos acuerdos tengan validez".
En ese sentido, es importante lo que señala el sociólogo y profesor de la Universidad Diego Portales, Gonzalo Tapia. "Hay una discusión permanente respecto de las libertades públicas y del bien común. Son temas complejos que tensionan nuestra ciudad y que eventualmente no se van a solucionar con más control. No podemos regular todos los espacios con leyes. Podríamos terminar con un Estado que se va a meter en cada una de las dimensiones de la vida cotidiana", dice.
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