El Santiago devoto

<P>El devocionario popular de la capital sigue vivo. Hasta iglesias y santuarios llegan los que piden salud, trabajo y amor. Los jóvenes, incluso, ofrecen sacrificar un <I>carrete</I> a cambio de buenas notas. </P>




Leticia vera, vendedora de flores en las escaleras de la iglesia San Agustín, dice que abastece de claveles y rosas a feligreses que han encontrado trabajo, que se han sanado de cáncer y a universitarios que lograron nota máxima en su examen de grado tras encomendarse a Santa Rita de Casia, patrona de los imposibles, o a San Judas Tadeo, su versión masculina, que están dentro de ese templo, en Estado con Agustinas.

Cuenta que acaba de enterarse de "novedades": "Me contaron que ahora a San Sebastián se le encomienda la venta de propiedades, y que San Pantaleón es el patrono de quienes desean dejar el cigarrillo y el alcohol. No lo sabía", explica.

Una galería de santos populares se reparten en las iglesias de la capital como mediadores de causas particulares y congregan a miles de santiaguinos. Dos ejemplos: en el caso del Santuario del Padre Hurtado los devotos pueden llegar a los 80 mil al mes, o a 70 mil, en el del Templo Votivo de Maipú.

La lista es amplia y específica: San Pedro de Armengol intercede por los "niños problema", que son rebeldes o malos alumnos. El fraile Agustín de Fariña resuelve dudas vocacionales. Al dominico San Alberto Magno, presente en iglesias como San Vicente Ferrer o la Recoleta Dominica, le rezan estudiantes de ciencias naturales, químicos farmacéuticos y médicos. El Niño Jesús de Praga, en la parroquia del mismo nombre (Independencia), recibe ruegos por los niños menores de seis años.

Esta última es la tradición de Teresa Caicedo, que encomienda a esta figura a los niños de la familia que están por entrar al jardín infantil. Explica que desde su adolescencia le reza al interior de la impresionante iglesia gótica cercana a Cal y Canto. Y como conocedora de las devociones, agrega que para los embarazos difíciles se debe recurrir a San Ramón Nonato, en la parroquia Nuestra Señora de la Merced, en El Salto, Recoleta.

"Los santuarios son sitios donde los fieles se evangelizan a sí mismos", explica Guillermo Carrasco, filósofo y asesor cultural de la Orden de San Agustín. Piensa que las personas enriquecen los dones de los santos y les dan vida con sus súplicas. Y añade que esa devoción popular hace que la gente lleve sus propios santos a la iglesia sin avisar. Así pasó con un furtivo San Expedito, colocado a escondidas junto al Cristo de Mayo, en la iglesia de San Agustín, esta semana.

Carrasco recuerda otros santos menos conocidos, como Santa Apolonia, la santa del dolor de muelas, Santa Lucía, la patrona de personas con problemas a la vista, o San Eloi, patrono de los orfebres que trabajan la plata.

Para el experto en sociología de la religión de la UC, Eduardo Valenzuela, la abundancia de santos y necesidades genera esta especialización. "Es un fenómeno que viene desde antes de La Colonia y que es semejante a la diferenciación de deidades de griegos y romanos", comenta. Y agrega que el calendario católico cuenta con multitud de santos. "Como interceden y defienden todo tipo de causas, dan espacio, incluso, para 'atender' a los delincuentes", dice, en referencia a la Virgen de Montserrat, ubicada en la iglesia La Viñita de Recoleta.

Esa imagen compite con la otra patrona de los presos: la Virgen de la Merced, ubicada en la Basílica del mismo nombre.

Velas por un "buen marido"

Hasta $ 20.000 en velas puede gastar una persona que va a rogar por un buen marido a San Antonio de Padua, en la iglesia Santo Domingo, que está en esa calle esquina 21 de Mayo. Lidia asiste cada lunes después de su trabajo. Asegura que este santo le ha ayudado a que dos de sus hijas "se hayan casado bien". En ese mismo lugar, la Virgen de Pompeya compite con San Antonio por los mismos dones para encontrarle pareja a las santiaguinas.

Si se trata de favores "a domicilio", el único protector que sale de gira a las casas de los enfermos es Fray Andresito, de la Recoleta Dominica, cerca de la Vega Central. La reliquia con su sangre licuada se conserva en el museo de esa iglesia, pero cuando es solicitada, la llevan ante algunos enfermos.

A la Iglesia Católica le preocupa que algunos pierdan de vista el rol de mediadores de los santos. Incluso, templos como el de la Recoleta Dominica tienen un "manual" en el que recomiendan pedir sólo a un santo por vez, para que no haya confusiones a la hora de atribuir el favor.

El vicerrector del Templo Votivo y director de la Comisión Nacional de Santuarios de la Piedad Popular de la Conferencia Episcopal, padre Francisco Basáñez, piensa que en cuestiones de fe es difícil cambiar hábitos. "La gente viene en busca de soluciones. Nosotros enseñamos que el santo es sólo un intermediario para llegar a Dios, pero la gente les tiene mucha fe y no es llegar y cambiar ese chip".

Su templo recibe miles de visitas por la Virgen del Carmen, pero su protagonismo es compartido con el santo libanés San Charbel Makhlouf. El padre cuenta que "le vienen a pedir salud mediante unos algodones untados en un aceite que exuda el santo y que la embajada de El Líbano provee". Hay placas que atestiguan alivio de linfomas y cánceres.

Santo Domingo de Guzmán da nombre a la orden y a la iglesia de calle 21 de Mayo, pero ahí la "atracción" es la Virgen del Rosario, lo que llama la atención de Antonio Pizarro, quien abastece de velas y medallas a los peregrinos. Cuenta que ha visto estudiantes que le pagan favores postergando el carrete durante las nueve semanas que duran las novenas, o adoraciones, a cambio de buenas notas.

En ese mismo lugar los peluqueros de las galerías del sector buscan la ayuda de San Martín de Porres, también protector de barrenderos, empleados de farmacia y enfermeros, según la hagiografía (estudio de la vida de los santos). San Pancracio tampoco queda de lado. Un empleado bancario va cada jueves, desde hace 30 años, a rezarle al patrono del trabajo.

A dos cuadras, la Basílica de La Merced sigue recibiendo mandas para Santa Rita o San Expedito. Este último -cuya imagen "oficial" está en la parroquia de la Santa Cruz, en Antonio Varas- es el más requerido por quienes exigen respuesta rápida. Valenzuela cree que es un signo de los tiempos, "típico de las grandes ciudades, de la vida moderna".

Costumbres que también se aprecian en solicitudes mundanas. El padre Basáñez ya no se extraña de que la gente llegue al templo para que les bendigan el auto nuevo.

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