El sobreviviente de la generación dorada de la ruta chilena
No le importa que su federación esté disuelta. Tampoco que contemporáneos como Marco Arriagada ya no estén por culpa del dopaje. A sus 38 años, Gonzalo Garrido quiere seguir hasta los Juegos Sudamericanos de 2014.
El campeón olímpico de ruta en Moscú 1980, Sergei Sujoruchenkov, vino a Chile en 1990 para correr en la Vuelta de Chile. Con 37 años, era favorito para ganar la carrera junto con un equipo ruso, un logro que finalmente consiguió. Lo que pocos recuerdan es que días antes del giro criollo perdió un sprint ante un prometedor ciclista de la Octava Región, de apenas 18 años, que acababa de ser integrado al equipo CTC. "Ni él ni los rusos creían que podía ganar esa carrera. Empezó a mostrar esa picardía y esa inteligencia que tiene para correr", recuerda Volney Vásquez, el técnico que trajo a Santiago a Gonzalo Garrido para competir profesionalmente.
Esa habilidad que doblegó a un medallista olímpico es herencia familiar. Su padre, Víctor Manuel, había sido ciclista en Traiguén y les traspasó a sus dos hijos varones (la mayor estudió entomología) esa pasión por las dos ruedas. Víctor, un año más grande que Gonzalo, destacó siempre por su velocidad, que dividió entre pista y ruta, mientras que su hermano se vio mejor en la carretera desde el principio, especialmente en sectores de media montaña. "Nunca me apasionó la pista, así es que preferí seguir el consejo de mi padre y hacer una cosa bien, en vez de varias cosas mal", dice Gonzalo desde España, donde prepara su segunda participación en los Juegos Olímpicos, luego de haber terminado 69º en Beijing 2008.
Aunque su madre quería que estudiaran, los dos se dedicaron al frágil ciclismo profesional chileno, que a principios de los 90 contaba con el auspicio de empresas que paulatinamente se fueron retirando y dejaron huérfana a una generación dorada del ciclismo de ruta: Richard Rodríguez, José Medina, Luis Felipe Sepúlveda, Marco Arriagada y ambos Garrido. "Fue una generación que sufrió mucho, porque le tocó un período de bajón", dice Vásquez.
Sin el apoyo de las grandes compañías, Gonzalo Garrido y sus contemporáneos forjaron sus carreras en el exterior, con el apoyo intermitente de la federación de turno. "Esa situación nos hizo madurar, pues significó competir afuera, acostumbrarnos al nivel internacional. Corrimos por cero peso. Al final, nos hizo mejores ciclistas", comenta el pedalero, quien acumula un récord de siete campeonatos nacionales de ruta.
Con los años, sus viejos camaradas del camino fueron desapareciendo. Su hermano Víctor se enfocó en la pista y se retiró (hoy es técnico nacional); Sepúlveda también optó por pruebas de velódromo y Marco Arriagada está suspendido por dopaje, lo mismo que sufrió en su momento el ruso nacionalizado Andrei Sartassov. Garrido se mantuvo firme y aguantó las malas rachas. Así clasificó a Beijing y consiguió ganar la Vuelta 2011, tras la revocación del título de Arriagada. Este año también ganó la designación a Londres, no exenta de una ácida polémica con Carlos Oyarzún. A los 38 años, es el último sobreviviente de esa generosa camada de ruteros, como sentencia Vásquez: "Si algo hay que destacarle es su tesón, ese amor profundo por el ciclismo. Aparte, su rendimiento es como el vino, mientras más viejo, mejor".
Actualmente, la federación de ciclismo está disuelta por irregularidades, pero Garrido ha recibido sus fondos y no se espanta, dado que ha visto esa misma situación varias veces en 26 años de carrera. Su aspiración es retirarse con 40 años, en los Juegos Sudamericanos de Santiago. "Voy a morir dos veces. El día en que me baje de la bicicleta será la primera", señala.
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