El trabajo de hormiga de los postulantes para ganar la primaria
<P>Los votantes de New Hampshire exigieron encontrarse cara a cara con los candidatos.</P>
Dos de los votos que Jon Huntsman obtuvo en New Hampshire se los debe a una cabra llamada Icak. La historia la cuenta la dueña del animal, Judy Hammond, una asesora tributaria. "Icak es nuestra mascota y la llevamos a todas partes. La primera vez que vimos a Jon en la calle, se acercó inmediatamente a ella. Y la segunda vez, Icak lamió su rodilla. Se hicieron buenos amigos". Su tercer encuentro fue la noche del domingo, cuando Huntsman volvió una vez más al pequeño poblado de Exeter. Icak ahora vestía una capa roja con el nombre del candidato y sus dueños estaban convencidos de darle su voto a ese candidato.
La anécdota demuestra el trabajo de hormiga con que se ganan las elecciones primarias de New Hampshire, las primeras del calendario electoral, sólo antecedidas por los caucus de Iowa. Y también explica qué hace un precandidato a la presidencia de los Estados Unidos cerrando su campaña en un poblado de ocho mil habitantes, por el que ni siquiera pasan las líneas de buses.
Los votantes esperan encontrarse en persona con los candidatos antes de decidir su voto. Las dimensiones de New Hampshire, el quinto estado más pequeño del país, lo permite. Y los postulantes cumplen. En las mañanas recorren las cafeterías para estrechar manos, en las tardes se dejan ver en las calles y en las noches lideran reuniones en pequeños locales, donde responden una a una las preguntas de los habitantes. Tras una de ellas, Huntsman responde brevemente a La Tercera sobre Sudamérica, un tema que ha estado ausente de la campaña: "Queremos lazos fuertes, y fortalecer nuestra relación. Tenemos muchos aliados y amigos".
No importan las temperaturas, que en enero promedian cero grado de máxima y -15 de mínima. La meta es conocer personalmente a cada uno de los cerca de 250 mil votantes de la primaria republicana. Así convencen a electores como John Perello, un estudiante que decidió votar por Ron Paul, tras conversar con él en uno de sus mítines.
Pero bastan unos minutos en cualquier rincón de Manchester, la ciudad más poblada de New Hampshire, para saber cuál es la campaña con más recursos. La propaganda de Mitt Romney está en cada lugar y cuando el candidato visita la escuela Webster, uno de los sitios de votación, la operación es perfecta. Primero llegan los voluntarios, luego la avanzada con las pancartas para repartir y finalmente, el bus blanco del que bajan el candidato y su esposa.
Siempre sonriente, Romney se pasea, saluda a algunos partidarios y se va. Wayne, un empresario independiente de unos 70 años, es uno de los que logró estrechar su mano. "Lo fundamental es recuperar la economía y los empleos, solucionar el déficit y derrotar a Obama", dice Wayne.
Pocos minutos antes, el candidato Newt Gingrich también visitó el local. Pero su operación es menos pulcra: sobrepasado por los adherentes de Romney, Paul y Huntsman, le cuesta encontrar partidarios a quienes estrechar la mano. Gingrich ha dedicado gran parte de su campaña a criticar a la prensa y cuando La Tercera le pregunta por su plan para copiar el sistema de AFP en Estados Unidos, su respuesta es: "Fuera de mi camino. Sólo hablo con votantes".
Tampoco ha prendido el tour "Fe, Familia y Libertad", de Rick Santorum, por lo que esperaba que no repetiría su éxito de Iowa, donde dio la gran sorpresa.
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