El último almacén de barrio de Av. Providencia
<P>En la esquina de Santa Beatriz con Pérez Valenzuela funciona, desde hace 80 años, un negocio como los de antaño, donde venden pan amasado, huevos duros y sopaipillas. </P>
Lo primero en que se fijan los clientes que llegan al Emporio Santa Beatriz es en una enorme y antigua máquina de refrigeración donde se guardan yogures, jugos y barras de mantequilla. Al lado, se ve una setentera máquina para cortar cecinas y un mesón de más de cuatro metros de largo. Sobre el hay una canasta con huevos duros, sopaipillas, empanadas de pino, paltas, pequeñas bolsas con ají y membrillos.
A ratos, recuerda al almacén de don Genaro, el personaje que interpreta Fernando Farías en la serie Los 80. O a algún negocio de Talagante o Peñaflor. Sin embargo, está ubicado en la esquina de Santa Beatriz con Pérez Valenzuela, a pasos de la Av. Providencia.
Es una zona donde abundan los edificios de oficinas con muro cortina, los restaurantes, las tiendas y los servicios de todo tipo, como bancos y centros médicos, y donde los almacenes de barrio son una rareza. De hecho, el Santa Beatriz es el único de su tipo en esas calles.
El lugar mantiene intacto su carácter desde que se abrió, en los años 30. Juan Riveros, su dueño, se ha encargado de conservarlo así. Compró el local en 1974, cuando estaba al borde de la quiebra.
A este comerciante no le interesa ampliarlo "ni convertirlo en un minimarket. De hecho, la gente me dice que no lo cambie, que lo mantenga así, porque les recuerda a los almacenes de su infancia. Ese es el encanto de este lugar".
Pese a que han pasado casi cuatro décadas desde que está a cargo del emporio, Riveros todavía se instala detrás del añoso mostrador para atender a su variopinta clientela: ahí llegan desde universitarios hasta oficinistas, pasando por obreros de la construcción y residentes del sector.
A la mayoría, Juan y sus dos vendedores, Juanita y Fernando, los saluda por su nombre, como sucede en todo almacén de barrio que se precie de tal. "Pedrito, ¿cómo está la familia?" y "Señora Carmen, ¿va a llevar pancito?" son frases que se oyen a cada momento ahí.
"Como ve, aquí no se para un minuto", comenta Riveros mientras recibe un despacho de varios sacos de harina. Basta pasar a cualquier hora por el emporio para comprobar el ajetreo que hay ahí de lunes a viernes, los días que atiende.
En las mañanas -abre desde las 8 horas-, se llena de personas que trabajan en el sector y que llegan en busca del hit del almacén: el pan amasado y las "dobladitas". Estas se fabrican en la amasandería que está al lado, que es parte del negocio y que se venden, literalmente, como pan caliente.
Por las tardes, además, los clientes van en busca de sopaipillas, empanadas y un producto que sólo se vende ahí, un queque con trozos de membrillo que elabora Juanita, la vendedora más antigua del lugar.
El mediodía es la hora en que el emporio está más lleno. La explicación está en los almuerzos que venden para llevar. Son preparaciones caseras y cuyo menú varía todos los días. El lunes, por ejemplo -que fue de lluvia-, había carbonada y ensalada de bruselas. Eso, más un pan amasado, cuesta $2.800.
Riveros comenzó a vender estas colaciones hace 10 años, luego de ver cómo se abrían centros médicos y nuevas torres de oficinas en calles como Santa Beatriz, Pérez Valenzuela, Almirante Pastene y la Costanera Andrés Bello.
Precisamente son los oficinistas y la población flotante del sector los que han mantenido vigente al Emporio Santa Beatriz. Según su dueño, "somos un negocio antiguo, pero no viejo, porque nos hemos adaptado a las necesidades de quienes vienen aquí".
De todos modos, todavía conservan algunos clientes desde hace décadas y que residen en las pocas casas que quedan en el barrio. Uno de ellos, Carlos Becker, quien vive en Almirante Pastene, a pasos de ahí, afirma: "Está exactamente igual que hace 40 años, no ha cambiado nada. Yo todavía sigo comprando pan amasado ahí".
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