El último cantero del San Cristóbal
<P>Ives Rodríguez lleva más de 45 años partiendo piedras en el Parque Metropolitano. Cuando comenzó en 1965, eran 16 obreros, hoy sólo queda él, hasta que jubile en agosto. </P>
Dos eran las canteras que existían en 1965 en el Cerro San Cristóbal, cuando a los 17 años Ives Rodríguez comenzó a trabajar cortando piedra. "Una, Lo Contador, estaba frente al hotel Sheraton y la otra, La Cruz, quedaba sobre TVN. Las dos se arrendaban a particulares. Ahí se cortaron los adoquines para las calles y piedras de los murallones del río Mapocho", explica el último cantero del Parque Metropolitano.
Nació en Lo Contador, pero se crió y vivió en La Cruz, al igual que sus ocho hermanos, su padre José y su abuelo Recareo. Pero de ahí salió en 1969, cuando se construyeron TVN y el Sheraton.
Trabajó la piedra a punta de pólvora y dinamita, hasta que ese método se prohibió en 1973. Entonces, comenzó a descolgarse por las laderas del cerro con un cordel amarrado a un chuzo enterrado. Eran 16 los canteros que laboraban con herramientas artesanales, las mismas que conserva Ives hasta hoy: un puntero para romper la roca y cinceles. "Con esos elementos se hacían hoyos a la piedra cada 10 centímetros para que fuera cediendo. Ahí el cerro comenzaba a agrietarse y a sonar. Ante el primer chirrido uno pegaba un soplo y la grieta se desmoronaba", cuenta Rodríguez.
Aunque las canteras del San Cristóbal cerraron en 1978, Ives continúa recorriendo el cerro en busca de piedras sueltas con las que realiza las reparaciones a los muros de contención y barandas del Parque Metropolitano.
"No hay piedra que no haya pasado por mis manos. Hay obras mías en la piscina Tupahue y en el Jardín Japonés. Incluso en la plaza de juegos infantiles Gabriela Mistral aún existen figuras en piedra grabadas sobrerrelieve por los canteros. La mía era un águila que a alguien le gustó y se llevó. Había otro cantero que hacía tréboles de cuatro hojas, que todavía están", dice Rodríguez.
De todos los trabajos que realizó, uno tiene significado especial para él: un muro de contención de 16 metros de largo y nueve de alto en el sector Cumbre. "Lo hicimos para la venida del Papa, en 1987. Cuando pasó por ahí Juan Pablo II se bajó del auto en el que venía y lo besó", cuenta Ives.
Diez años lleva este "picapiedra" trabajando en solitario. El resto de sus compañeros jubilaron o murieron. Su turno de descansar llegará en agosto. Cuando eso suceda, nadie continuará con el oficio, pues ninguno de sus tres hijos se interesó en seguir los pasos de su padre.
El 28 de septiembre de 2012 el Parque Metropolitano cumplió 95 años y para celebrar la fecha se organizó una ceremonia en la Plaza Antilén, en el que se enterró un cofre con recuerdos de todas las unidades de funcionarios para ser abierto en 100 años. En esa instancia se homenajeó a Rodríguez por ser el último cantero del parque. El regalo fue una piedra con su nombre tallado y la descripción de su trabajo. Es un monumento ubicado en el cerro donde ha trabajado toda su vida.
"Aproveché para conversar con el director en esa celebración. Le dije que me pusiera tres o cuatro personas para enseñarle lo básico, pero no he tenido respuesta. Incluso les dejaría las herramientas. Lo importante es que no muera el oficio", dice el cantero.
Rodríguez tiene una explicación para que ya no queden más canteros. El uso de herramientas modernas reemplazó el esfuerzo humano, pero, a su juicio, la calidad del trabajo no es la misma. "Tres días demoraba en hacer un mortero. Hoy, lo hacen en un par de horas. Ya nadie fabrica sus propios utensilios", explica.
Hace un par de años enseñó el oficio a un trabajador del zoológico de Santiago. "Desgraciadamente Rubén no sabía que tenía los riñones maltratados. Estos órganos son los que más sufren con el golpeteo del metal en la piedra. Tuvo que trasplantarse y ya no puede seguir trabajando", señala Yves. Y agrega: "Cuándo me vaya, nadie va a arreglar lo que haga falta", remata.
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