El último fenómeno express del pop
<P>Del mismo creador de Axé Bahía, el dúo argentino Macho y el Rey es furor por el tema <I>Tírate un paso</I> y editarán su álbum con Feria Music. </P>
Lo metieron adentro de un Renault y le dieron con un fierro en la espalda. Le dijeron que no era buena idea hacerse el valiente y que llamara a su familia pidiendo por unos 200 mil pesos chilenos de rescate. Brian Sayago tiene 19 años y cuenta la historia de su secuestro, ocurrido en junio pasado, con una calma casi sospechosa. "Macho", que es su elocuente nombre artístico, dice que esas cosas pasan todos los días en Lugano, el barrio donde se crió en Buenos Aires, y que no se hace mucho lío, porque, afortunadamente, no le pasó "nada grave". Diez minutos después de una confesión que a cualquiera lo obligaría a tomarse un vaso de agua para recomponerse, está bailando en el set de Yingo (CHV), y disparando las rimas de Tírate un paso, la canción original del puertorriqueño Rey Pirin y que en su versión "villera" lo ha convertido junto a su colega David "Rey" Villalba (25, Ramos Mejías) en el número tropical de moda bajo el nombre de "Macho y El Rey", también conocidos como "Los Wachiturros", a secas.
Hernán Aravena (55) trabajó hasta 2001 como gerente de marketing de marcas de ropa como Barbados y Robert Lewis, hasta que se quedó cesante y decidió probar suerte en otro rubro: el de la música bailable. Convenció a un amigo que en Brasil había visto a un tema veraniego y supervisó el nacimiento de Axé Bahía y de un buen número de bandas replicantes del género. Luego se metió en el mundo del reggaetón y estuvo tras exponentes como Reggaeton Boys y Croni-K y ya estaba algo ansioso cuando en junio pasado se topó con un viejo colega argentino que le alertó sobre el nuevo fenómeno tropical que se cocinaba al otro lado de la cordillera: el de los "wachiturros", mezcla de cumbia villera, reggaetón y pasos del breakdance, que tuvo un primer estreno virtual a través de un video subido a YouTube, donde se podía ver a un par de flacuchentos adolescentes vistiendo poleras de fútbol y ensayando los curiosos pasos de este baile en el patio de su casa.
Aravena no lo pensó dos veces, pagó los pasajes de "Macho" y "El Rey", los protagonistas de ese clip que ya suma más de seis millones de visitas en el portal, y se los trajo a Santiago convencido de que se convertirían en fenómeno. "Me los traje por tres días y ya llevan un mes y medio viviendo acá", cuenta un mánager que empieza a sacar cuentas alegres con la inversión y que lo primero que hizo fue llevarle este nuevo descubrimiento a un viejo experto en el tema. "Vi cómo la gente explotó cuando estuvieron por primera vez acá y les ofrecí de inmediato un contrato por tres meses", cuenta Alex Hernández, director de Yingo, sobre la primera visita del conjunto al programa, a principios de agosto. "En todo caso, este es un período de prueba", aclara, "pero no veo por qué no podrían seguir en el programa. A la gente le gusta lo que hacen, son jóvenes y pueden seguir creciendo. Tienen que empezar a participar más de las dinámicas del elenco programa, eso sí, pero van en camino de lograrlo".
La inspectora general se persigna y parece encomendarse al alto cielo pero, aparentemente, no tiene mucho más que hacer. "Macho" y "El Rey" están sobre una tarima montada en el patio del Colegio Alcázar, de Las Condes, y los gritos apenas permiten sostener un diálogo a un metro de distancia. "Esta es la semana del colegio y quisimos traer a los más populares. A mí no me gusta nada lo que hacen, pero a los niños sí. ¡Mira cómo están!", señala la encargada del orden en el establecimiento, mientras unas niñitas de ocho años apenas logran imitar el pronunciado quiebre de cadera que demanda la danza de los "wachiturros".
"Esto demuestra que este fenómeno es transversal", aporta Aravena, que anda con un par de discos pirateados y que sirven como base musical para que sus pupilos levanten al público escolar con frases como "¡quiero ver cómo bailan los turros!". La fórmula es sencilla y, por lo mismo, rentable. Aquí no hay banda de apoyo ni grupo de baile. Sólo dos cantantes y un bailarín, puesto clave en función de un show todavía muy discreto en recursos, y que hoy ocupa "Polakito", el mismo larguirucho con piercing en los labios que aparecía en el video de YouTube. "A veces sumamos a otro bailarín y a un DJ, que vendría a ser el show completo, pero la mayor parte de nuestros compromisos los estamos haciendo de este modo", dicen.
"Macho" y "El Rey" parecen conformes con el modelo de negocios propuesto por Aravena y con esta inesperada incursión por Chile. Los músicos reciben un sueldo, que es girado religiosamente a sus familias en Argentina, según cuenta el mánager, y tienen cubierto todos los gastos de estada, como comida, transporte y el arriendo de un departamento de dos ambientes que ocupan en el centro de Santiago. Además, reciben un bono por cada presentación que hacen y por las que están cobrando, según el tarifario actual, desde 500 mil hasta dos millones y medio, que fue lo que pidieron por presentarse en la última celebración dieciochera de La Florida y a la que asistieron unas 30 mil personas.
Precisamente el show de La Florida es el que, a juzgar por Aravena, desató el fenómeno: "Tenemos la agenda copada para los próximos tres fines de semana con un promedio de tres a cuatro shows", cuenta sobre el ascenso que coronarán con un primer disco en el país, que editará en las próximas semanas Feria Music. "El Rey", que es el que parece estar más pendiente de cómo se resuelven los tratos, dice que por eso se vinieron a Chile. "En Argentina nos iba bien, pero teníamos que tocar 12 veces por noche para hacer lo que acá logramos en una presentación". Con una convicción casi enternecedora, dice que son los "pioneros", pero que en su país hay unas "15 bandas" usurpando su creación con variaciones del tipo Las Wachiturras y Simón y Los Wachiturros.
"Cortito al lado y más largo arriba ¿podés?". La indicación capilar parece tan relevante para "Macho" y "El Rey" como los detalles técnicos de cada presentación. Y, quizás por eso, es que van dos veces a la semana a una peluquería en la galería Eurocentro, que se ha convertido en una de sus rutinas favoritas en la capital. Ahí también canjean ropas y ofrecen sus brazos para que Hugo, su amigo tatuador, dibuje los nombres de sus novias y familiares a cambio de poner sus fotos en la vitrina. La gente ya los reconoce en la calle y los argentinos se sienten mejor que en casa. "Acá nos tratan como artistas, ¿viste?", apunta "El Rey" y queda en el aire la sensación de que, le guste a quien le guste, hoy cuesta rebatirlo.
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