Encuesta revela que el 20% de los jóvenes tiene malas relaciones con sus hermanos
<P>El individualismo, la competencia y los cada vez menores espacios familiares facilitan los conflictos.</P>
La influencia de los hermanos en el comportamiento de las personas ha sido develada por diversos estudios. Entre sus conclusiones: su influencia puede ser tan determinante como la de los padres, constituyen la segunda mayor fuente de apoyo después de los progenitores y son modelos que marcan. Eso no quita que el desarrollo de esa relación esté marcada por conflictos. Y no sólo en la niñez, también en la etapas de adolescencia y juventud.
Así lo establece la VI Encuesta Nacional de la Juventud: un 20% de los jóvenes reconoce que tiene malas relaciones con sus hermanos. Se trata de un conflicto con un crecimiento exponencial: en la misma encuesta del año 2000, sólo un 5,3% de los jóvenes reconocía este problema. ¿Qué está pasando? "El individualismo hace que se debiliten los subsistemas de la familia, como son las relaciones con los hermanos", explica Hernán Alvarez, psiquiatra infanto juvenil y terapeuta familiar de Clínica Las Condes. Los jóvenes van ganando esa actitud egocéntrica en la exigencia diaria: la competitividad que les exigen los estudios, el trabajo y la presión de tener que responder. Y el resultado de esa competitividad y ese estrés lo llevan de vuelta a la casa. ¿Dónde se manifiesta ese individualismo? En los espacios cotidianos: en las peleas por el auto, el baño o por la atención de los padres. "Si a uno de los cabros le va mal, los papás se preocupan más de él y eso aumenta el nivel de tensión expresada en la familia. Los otros hermanos pierden atención de los padres, se quedan más solos y en esa atmósfera todos reclaman contra todos", insiste Alvarez. Los jóvenes ya tienen muy poco tiempo con los padres y reducirlo aún más, recrudece los conflictos.
El problema que viene es cómo resolver los conflictos. "Los padres, a veces, simplemente no intervienen o, cuando lo hacen, no encuentran las herramientas para resolver conflictos", dice Ladislao Lira, sicólogo clínico infanto-juvenil. Y cuando faltan las herramientas se cometen errores. Alvarez cuenta que la experiencia en los sectores más acomodados -donde más presente están los conflictos entre hermanos, según la encuesta- muestra que los jóvenes tienen de todo y, por eso, menos necesidad de compartir y toparse con el otro. Y cuando lo hacen, los padres no tienen tiempo de solucionar los problemas y prefieren separarlos: si los hijos se enfrentan por tener que compartir el computador, los papás no generan espacios de negociación y acuerdo. No se desgastan en eso. Prefieren comprar dos computadores para dejar atrás el conflicto. Así, los hijos también pierden un espacio de socialización. Uno más.
Es que con menos tiempo disponible a cuestas, los padres se están olvidando de fortalecer los vínculos. "La vida familiar es una noción que existe más en la mente que en el quehacer del día a día. Cada uno está en lo suyo y no hacen actividades en conjunto. Y es un tema de la familia reconocerse como grupo con características puntuales", explica Verónica Bagladi, sicóloga y terapeuta familiar. Los adolescentes y jóvenes no tienen espejos desde donde desarrollar la lealtad y la complicidad.
Hay otro tema ahí: un estudio dice que la manera como los padres tratan a los hijos define la forma en que ellos se van a relacionar con sus hermanos.
No a la rivalidad
Que los hermanos peleen no tiene nada de malo. Cuando son chicos, los conflictos les permiten desarrollar estrategias para enfrentar a su entono social y resolver situaciones adversas en su vida adulta. Son peleas que suelen no dejar huella. Siempre que sean bien resueltas.
"El haber peleado con los hermanos no es mala señal, pero tener una mala relación es un marcador", dice Bagladi, también académica de la Universidad Adolfo Ibáñez. Con los hermanos uno aprende a discutir, ganar, perder y perdonar. "Y una mala relación implica estar centrado en uno mismo, no empatizar con el otro y ayudarse, no saber negociar en un conflicto".
Es que la mala relación deja huellas. Si existe una rivalidad mal llevada y nunca superada entre los hermanos, especialmente si son del mismon sexo, ese comportamiento se mantendrá en el tiempo: un estudio concluyó que un 45% de los hermanos seguía sintiendo esa rivalidad cuando pasaban a la etapa adulta. Y ahí otra vez entran en juego los padres: los estudios dicen que el origen de esta rivalidad está en la carrera por la aprobación de los padres.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.