Encuesta revela que uno de cada cuatro chilenos es adicto al trabajo
<P>Dos universidades europeas crearon la primera escala en el mundo que establece científicamente si a una persona le obsesiona su empleo. </P>
Los chilenos sabemos de horas en el trabajo. Según la Ocde, pasamos 2.068 horas per cápita al año laborando, lo que nos ubica como el tercer país de la entidad en tener las jornadas laborales más extensas. No es todo: un estudio de la U. Central reveló que el 56% de los santiaguinos se considera trabajólico, mientras otro de la Unión de Bancos Suizos ubicó a nuestra capital como la séptima ciudad del mundo donde más horas se gastan en las oficinas.
¿Obligación o adicción al trabajo? Para tener una respuesta fiable, La Tercera recurrió a la primera escala que mide -científicamente- si una persona es adicta al trabajo. Creado por la U. de Bergen, en Noruega, y la U. de Nottingham Trent, en Inglaterra, el instrumento clínico consta de siete preguntas, que fueron formuladas por los expertos tras entrevistar a más de 12 mil empleados de 25 industrias del país nórdico. Quien responde cuatro o más preguntas con "siempre" o "a menudo" tiene una obsesión con su empleo.
La U. Mayor aplicó esta encuesta a 400 trabajadores de todo el país, entre 25 y 65 años. Las cifras son elocuentes: un 26% de los chilenos califica como adicto al trabajo y las mujeres llevan la delantera por lejos. Por cada cuatro de ellas hay un hombre con adicción.
Competencia e hijos
Según la escala de adicción al trabajo, las chilenas con hijos, de clase media (C2) y de 45 a 54 años son las más obsesionadas con su trabajo. José Lizana, sicólogo laboral de la U. Andrés Bello, dice que ellas son conscientes de que a las empresas les resulta más barato y conveniente contratar a hombres, "y por eso se esfuerzan y comprometen el doble que sus pares en sus empleos". A esto se suma que ellas siguen siendo las principales responsables del hogar y el cuidado de los hijos, un tema no menor en la mediana edad, cuando perder el empleo puede significar cesantía permanente. Ambos factores, dice el experto, hacen que las chilenas fácilmente crucen la línea de la lealtad normal con su empleo.
De hecho, un 43% de ellas dijo que siempre o a menudo piensa en cómo tener o ganar tiempo para trabajar más, mientras que un 25% afirma que se estresa si le prohíben trabajar.
Elisa Ansoleaga, sicóloga del trabajo de la U. Diego Portales, cree que la precarización de los puestos de trabajo, el aumento de la competencia y el miedo a perder el trabajo hicieron que el clásico compromiso laboral de los chilenos mutara hacia esta adicción del trabajo en los últimos años. Un tema, dice, que también involucra a los hombres, que según la escala de Bergen también pertenecen al C2, pero tienen entre 25 y 35 años. Se trata de profesionales que buscan acceder rápidamente a un buen sueldo y altos cargos para llegar a disfrutar de sus logros antes de la mediana edad. Al principio sacrifican parte de su preciado tiempo libre tratando de estar "siempre disponibles", para terminar quedándose en el trabajo mucho más tiempo del que han previsto originalmente; así lo afirma un 18% de ellos. Mientras que un 9% reconoce que con frecuencia le dicen que reduzca su carga de trabajo, pero hace caso omiso.
El costo para la salud
Cecilie Schou Andreassen, sicóloga de la U. de Bergen y una de las autoras de la escala de adicción al trabajo, dice a La Tercera que -hasta ahora- para saber si una persona tenía una obsesión enfermiza con su empleo, debían guiarse por los datos que aparecían en las consultas. Pero desde su creación, la escala Bergen entrega un instrumento objetivo para medir el grado de adicción y diferenciar, por ejemplo, quién es trabajólico de aquel que es adicto. Los primeros son personas que pasan en sus empleos por muchas horas y que tienen la eficiencia como una norma, pero aún el tiempo libre y las relaciones sociales son tanto o más importantes que su trabajo. Los adictos, en cambio, tienen conductas que perturban o interfieren seriamente su vida social o familiar. No sólo pierden amigos o se distancian de ellos (que se aburren de invitarlos a reuniones a las que nunca llegan), sino que evitan tomarse vacaciones por considerarlas una pérdida de tiempo. Y si lo hacen, es por poco tiempo y nunca se desconectan. No es lo único: al igual que los adictos a las drogas, cuando están en el trabajo sienten una recompensa, están más satisfechos y suben sus índices de bienestar. Cuando no, sufren síntomas de privación. Se muestran malhumorados e intolerantes. Si llegan a perder el empleo, la crisis es inevitable, afirma Lizana.
Como en toda adicción, el cuerpo tarde o temprano pasa la cuenta, y en los adictos al trabajo es a través de enfermedades como colon irritable, cefaleas, trastornos de pánico, irritabilidad, ansiedad, insomnio, estrés y depresión, dice Schou.
¿Qué detona esta adicción? Ansoleaga dice que es la necesidad de sentir que pueden "ejercer el control que no consiguen en otros ámbitos de su vida. Por eso utilizan el trabajo como una instancia de refugio y estatus". ¿Cómo superarla? Schou dice que un buen primer paso es consultar a un especialista para buscar formas de reducir, paulatinamente, la carga laboral. Sin embargo, afirma, no existen aún tratamientos probados contra este mal y no sabemos si se puede controlar. "Aunque sí hemos visto que con tratamientos para otro tipo de adicciones y con terapias cognitivas-conductuales se pueden lograr cambios".
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.