Energía nuclear e información
A UN AÑO del 27-F en Chile, el mundo observa horrorizado los gravísimos impactos del sismo y tsunami ocurridos en Japón. A esto último se agrega el colapso de cuatro reactores nucleares y sus consiguientes peligros para la ciudadanía. En este marco, el Presidente Piñera persiste en suscribir acuerdos de cooperación nuclear para desarrollar esa opción energética en Chile.
Ello contrasta fuertemente con las decisiones adoptadas por democracias informadas, como las de la Unión Europea, donde los gobiernos han hablado con transparencia: Francia ha señalado que el accidente nuclear de Japón es grado 6 y no grado 4, como declaran las autoridades niponas; Alemania ha reconocido el error de extender la vida útil de siete reactores mas allá de lo establecido en su diseño y ha dado pie atrás ordenando su cierre, y Suiza ha decidido la suspensión de sus proyectos nucleares. Lo anterior, por citar sólo algunos ejemplos que -aplicando el principio precautorio "base de cualquier buen gobierno frente al riesgo"- han llamado a la UE a revisar el estado de su parque nuclear y evaluar las políticas comunitarias a seguir en el futuro.
Las lecciones europeas frente al drama nuclear japonés contrastan fuertemente con lo que ocurre en Chile, donde -a pesar del empeño de los medios por informar al país- las autoridades y los denominados "expertos en la materia", desde el biministro Golborne hasta el director del Centro Nuclear de La Reina, insisten en bajarles el perfil a sus decisiones (como caso del recién firmado acuerdo nuclear con Estados Unidos) o se niegan a informar (como en el caso de Comisión Chilena de Energía Nuclear, que ha ocultado sistemáticamente el caso de los conscriptos irradiados que resguardaban el reactor nuclear de La Reina).
Es al menos preocupante el manejo de la información y la falta de receptividad de las autoridades frente a la legítima inquietud de los chilenos, que ven en lo ocurrido en Japón un espejo de lo sucedido históricamente en Chile con los sismos y maremotos. En democracia, lo lógico es que los elegidos respondan a sus electores o a quienes pretenden representar. El domingo pasado, miles de personas acudieron a una marcha ciudadana a favor de energía limpias para Chile y en repudio a fuentes contaminantes como la nuclear. Esto va de la mano con la encuesta de este mismo medio, que reveló que un 86% de los chilenos no está de acuerdo con la opción nuclear para nuestro país y, además, que un 76% está dispuesto a pagar más por energías limpias. Esto último por un tiempo, ya que está comprobado que las fuentes renovables generan menos costos y una menor dependencia en el mediano y largo plazo, que no es tanto si lo comparamos con el tiempo en que demoran en desaparecer del ambiente los desechos radiactivos que deja la energía nuclear.
Con todo, vemos que en Chile las decisiones políticas de otras naciones parecen no importar y las señales de las tendencias sociales y hasta económicas tan fundamentales en otras ocasiones -como el comportamiento de las acciones y las inversiones que en los últimos días han dejado colapsar las empresas nucleares y han migrado a compañías solares y eólicas- no están siendo tomadas en cuenta.








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