Entre el Cachapoal y el Tinguiririca: volver al campo chileno

<P>A sólo una hora de Santiago, en la Región de O'Higgins, descubrimos pueblos donde el tiempo se detuvo entre la siembra de choclos, el andar de carretas y el sonido del agua que mueven esos ingenios ancestrales llamados azudas. </P>




QUINTA de Tilcoco, Guacarhue, Zúñiga, Pichidegua, Malloa, Requínoa son nombres que resuenan en el imaginario chileno como tierras huasas por excelencia y, si hay una época deliciosa para recorrerlas es ésta, cuando verano y otoño se confunden, escuchando queltehues, comiendo humitas con ensalada a la chilena o durmiendo siesta debajo de un sauce llorón. Por aquí se extendieron las primeras encomiendas como las de Mateo de Toro y Zambrano y por aquí llegaron a comprar tierras los primeros millonarios del salitre. Es la zona del huaso lacero, del domador de caballos de cerro y de isla y, por algo, la segunda región con mayor población rural del país, cerca del 30%, después del Maule.

Un punto imperdible si se desea hacer una ruta bien huasa es Zúñiga, pueblo declarado zona típica en 2005, y con más de 240 años de antigüedad. El terremoto del 2010 afectó trágicamente sus casas de adobe de largos tapiales, algunas todavía en reconstrucción, pero aún así transmite su historia. Es un lugar para frenar velocidades y parar en la iglesia sólo para ver a lugareños pasar en bicicleta con sus utensilios de campo al hombro, o comprar huevos en La Central, almacén ubicado en la calle principal con más de 50 años de historia.

Para empezar, recomendamos una parada en la Casa de Campo Santa Clara, donde puede pasar el día entre piscina, paseos en tándem, o si es más experto, atreverse con una cabalgata por el Cachapoal. Si viene por el día, no puede perderse sus empanadas, ponche de pomelo y mote con huesillos. Zúñiga es también un buen punto de partida para recorrer este capítulo de la historia de Chile donde cada pueblo no está a más de 20 minutos de distancia.

Si prefiere ir en un viaje organizado, hay agencias (ver recuadro) que tienen incluso un programa llamado "Ruta Huasa" que incluye, entre otros atractivos, una visita a Zúñiga en coloso y el encuentro con don Aladino Larenas, único fabricante de ojotas industriales que van quedando en el país. Esos son los lujos de Zúñiga.

Desde Zúñiga, tomando el camino hacia Pichidegua, se descubre el canal de Larmahue. Cuando llegue ahí, su misión será buscar una rueda de madera. Nos referimos a una de las 17 ruedas de agua o azudas, declaradas Monumento Nacional en 1998, que se encuentran distribuidas a lo largo del canal. Llegaron a Chile desde España hacia 1850. Son construcciones circulares de madera de tamaños variables que funcionan sin motores, sólo usando la energía del agua. Simples y eficaces, han permitido subir el agua del canal a las tierras cultivables. Lo mejor es buscarlas entre octubre y abril, cuando se abren las compuertas del canal.

La más grande es la del Fundo San Roberto en Pichidegua, de 11 metros de diámetro, que aunque está en terrenos privados, se puede visitar. Su tamaño es tal, que se puede pasar debajo y apreciar perfectamente su maravillosa mecánica.

Volviendo al canal de Larmahue, podrá detenerse en el Mirador 2, una rampa con una pequeña plaza que permite tomar fotos más cercanas. Ahí mismo, en el sector de Lo Argentina, está la casa de José Huerta, quien vende reproducciones a escala de estas azudas y le contará paso a paso cómo se construyen.

La visita no estaría completa sin una botella de buen vino tinto. Y Cachapoal los tiene. La viña más cercana -con tours y picnics incluidos- es Anakena, en Requínoa.

Para terminar y refrescar la tarde, sobre todo si va con niños, recomendamos la piscina y el restaurante del Hotel Plaza Malloa que combina muy bien el confort moderno con largos pasillos coloniales.

Estos son sólo algunos capítulos de esta tierra fértil donde el turismo recién comienza a promoverse. Por eso, estos paseos tienen algo de aventura pionera, de tocar la puerta de una casa para conocer tradiciones como las escobas de curahuilla, las ruedas de carreta, las flores de hoja de choclo o la mermelada de naranjas.

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