Es el ego el que nos hace tomar malas decisiones
<P>Porque nos ciega. No nos deja admitir la vergüenza de un fracaso y nos impide reconocer cuando tomamos una mala opción. </P>
Todos los días tenemos que tomar decisiones con distinto nivel de importancia. Y a pesar de que muchas de ellas nos llevan a reclamar, desmotivarnos, enojarnos y maldecir, seguimos adelante con la decisión que tomamos... Cuando decidimos algo y ese algo no es lo que esperábamos, nos resulta imposible abortar la misión y empezar de nuevo.
Esta actitud de seguir perseverando e invertir tiempo y recursos, a pesar de los malos resultados, se denomina Escalada de Compromiso, un término que acuñó en 1976 Barry Staw, profesor experto en comportamiento organizacional de la U. de California en Berkeley.
"La dificultad a menudo comienza con una falta de reconocimiento de los resultados que son contrarios a las propias esperanzas y expectativas. A partir de ahí las cosas suelen empeorar", dice Staw a Tendencias.
Y si empeora es porque hay una causa clara: nuestro ego. De acuerdo a un metanálisis realizado por Dustin Sleesman, del departamento de administración de la U. de Delaware, la amenaza a nuestro ego es uno de los motores más potentes que hace que sigamos persistiendo.
Y esa amenaza puede llegar a ser tan poderosa como el tiempo o dinero invertido.
"Todos tenemos una necesidad fundamental para vernos y ser vistos por los demás en forma positiva. Esta necesidad sicológica es tan poderosa, que a menudo nos ciega a la realidad y, por lo tanto, nos hace tomar malas decisiones porque nuestro deseo de autoconcepto positivo supera a nuestro deseo de tomar una buena decisión", dice a Tendencias Sleesman.
Reconocer el fracaso es un golpe bajo para cualquiera. Porque, justamente, la vergüenza de reconocer ese fracaso puede llegar a ser devastadora. "El ego tiene un deseo asociado de salvar el pellejo con el fin de evitar la vergüenza de admitir el fracaso", dice Sleesman.
El investigador aclara que la amenaza del ego es un arma de doble filo porque es imperceptible para nosotros, mucho menos tangible que cuantificar dinero o tiempo perdido. Y en parte, que sea imperceptible hace más difícil que podamos huir de las malas decisiones. Es decir, muchas veces ni siquiera somos conscientes de que es el ego el que nos está bloqueando para que nos demos cuenta del error en el que caímos. En cosa de egos, solemos subestimar su fuerte influencia en las decisiones que tomamos.
Eso sí: hay egos y egos. De acuerdo a un estudio realizado por el sicólogo de la U. Estatal de Florida, Roy Baumeister, las personas con autoestima alta y que perciben una amenaza a su ego, suelen ponerse metas que van más allá de sus capacidades de rendimiento, lo que termina con pequeñas recompensas. Concluyeron que causa daño dejar que las ilusiones ególatras interfieran en el proceso de autorregulación de metas y desafíos. Incluso, en otro estudio, encontró que las personas que seguían en esta escalada terminaron sintiéndose doblemente mal consigo mismos: por el tiempo o plata invertidos y por soportar su ego dañado.
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