ESE premia a la sexta generación de los Cousiño en los negocios

<P>Liderados por los hermanos Carlos, Emilio y Arturo Cousiño Valdés, recibirán este miércoles el reconocimiento a la familia empresaria 2013 que entregan el ESE Business School, La Tercera y Credit Suisse. Hoy sus activos son la viña Cousiño Macul y la Inmobiliaria Crillón, y preparan un protocolo para definir cómo incorporar a sus herederos a las empresas.</P>




OCHO generaciones de la familia Cousiño, seis de ellas dedicadas a los negocios, han pasado por Chile. La historia empresarial, que comenzó con la apuesta de Matías Cousiño por el negocio del carbón y el transporte ferroviario, acumula muchos capítulos. El de la actualidad está marcado por la ampliación desde el negocio del vino hacia el rubro inmobiliario y por la inquietud de aumentar el patrimonio manteniendo la tradición.

Los hermanos Carlos, Emilio y Arturo, hijos de Carlos Cousiño Subercaseaux y de Isabel Valdés, lideran hoy la única rama de la familia que se mantiene vinculada a la actividad empresarial y han sido protagonistas de la transformación del negocio familiar.

Ellos fueron elegidos en forma unánime para recibir el Premio ESE a la Familia Empresaria 2013, distinción entregada anualmente por el ESE Business School de la Universidad de los Andes, en conjunto con La Tercera y Credit Suisse. La ceremonia de premiación se realizará este miércoles en el ESE Business School.

El galardón fue instituido en 2005 y hasta la fecha ocho familias lo han recibido: Matte Larraín (2005), Von Appen (2006), Yarur Rey (2007), Luksic (2008), Bofill Velarde (2009), Said Somavía (2010), Solari Donaggio (2011) y Guilisasti (2012). Su objetivo es reconocer a quienes hayan combinado exitosamente los negocios familiares con difundir las mejores prácticas que puedan ser útiles para sus pares.

De bajo perfil, los hermanos Cousiño Valdés tienen plena conciencia del legado familiar que heredaron, pero no es un tema que determine su modo de ser. Carlos resume esto en una idea que los tres dicen compartir: "No somos grandes empresarios. Estrictamente hablando, la fortuna de nuestros antepasados en el siglo XIX era descomunal y nosotros no tenemos nada comparado con lo que tuvieron ellos", señala. "Hemos heredado un patrimonio y la idea es tratar de hacerlo crecer, pero al mismo tiempo disfrutarlo. Desde nuestro abuelo en adelante, ya no existía esa gran fortuna del siglo XIX. Nos tocó vivir como una familia más en Chile, que crecía y se achicaba con los vaivenes de la economía", agrega Emilio.

En la década de los 80 estos empresarios entraron de manera gradual a los negocios a acompañar a su padre, después de haber comenzado carreras diferentes. Carlos, el mayor, llegó después de Arturo y Emilio, tras estudiar sociología y un doctorado en Filosofía. Durante años se mantuvo como profesor de jornada completa en la Universidad Católica. Emilio, quien es abogado, trabajaba en un estudio jurídico y dedicaba un directorio al mes a la inmobiliaria. Fue Arturo, el menor, quien estudió ingeniería, quien se involucró por completo, en particular en la viña.

En esos años las riendas de las empresas, que incluían también la actividad carbonífera en Lota, las llevaba su abuelo, Arturo Cousiño Lyon, junto a su único hijo: Carlos Cousiño, el padre de los actuales líderes del clan.

Comienza la transformación

En 1990, la muerte del abuelo impulsó el ingreso de la nueva generación, que empezó a protagonizar una reestructuración de las actividades empresariales del grupo. En 1992, cuando los tres Cousiño Valdés estaban más inmersos en el negocio, el padre tuvo la inquietud de trasladar la viña a las afueras de Santiago para explotar de manera más rentable las 300 hectáreas que ocupaban los viñedos en Macul. "El papá era ingeniero, tenía la visión muy buena para los números y no le costó mucho darse cuenta de que la plusvalía del terreno hacía inviable cualquier operación agrícola", dice Emilio.

En un proceso que encabezó Arturo y que culminó en 1998, adquirieron 300 hectáreas en Buin, donde hoy está radicada la producción de Cousiño Macul.

En los centenarios terrenos de Macul quedan las bodegas que mandó a construir Isidora Goyenechea (tatarabuela de los Cousiño Valdés), la casa familiar (donde aún vive Carlos) y unas 100 hectáreas de áreas verdes. Parte de ellas están reservadas a viñedos, desde donde sale el vino ícono de la viña, Lota, lanzado en 2006 cuando la firma cumplió 150 años. Ese mismo año terminaron de construir la bodega de Buin.

La viña, un bastión familiar, es sobreviviente de varias crisis. Cuentan los Cousiño que desde fines de los 60 en adelante sus antepasados defendieron férreamente la empresa ante los diversos vaivenes que golpearon al país. "Nuestro padre y nuestro abuelo trataron de mantener amarrado esto por todos lados y crecer por donde se podía", afirma Emilio. A mediados de los 70, el padre decide iniciar la fase exportadora y diversificar la oferta en cuanto a cepas. Arturo cuenta que el padre cambió el modelo de negocios, abriendo mercados externos, pero también apostando por Chile, al armar un modelo logístico para cubrir el país y organizando mejor el área comercial.

A mediados de los 80, la viña tenía otra fisonomía y en los 90 fue una más de las que gozó con la década dorada de la industria, pese al negativo inicio que tuvo para ellos tal período. Recuerdan 1991 como el peor año en la historia de la viña, porque 85% de sus viñedos se quemaron tras las heladas ocurridas en noviembre.

En los 90 también se profesionalizó la gestión de la compañía. Hoy producen 300 mil cajas y venden 40% de ellas a un precio promedio de US$ 45. Esto es 50% mayor al promedio de la industria.

El negocio inmobiliario

El traslado de la viña abrió el espacio para iniciar un negocio inmobiliario de largo aliento. Hoy, dicen los empresarios, esta actividad supera en ingresos a la viña y es el pilar del grupo. Pero admiten que "la viña es la que nos provee de los terrenos".

Con las tierras liberadas para esta nueva actividad, en 1994 empezaron a tirar líneas y en 1998 tuvieron en sus manos el master plan que hoy está ejecutado en dos terceras partes. Fue un proyecto que llevó adelante Emilio y que el padre alcanzó a conocer y a aprobar antes de su muerte.

Crillón es un nombre que atraviesa la historia familiar y una marca registrada de los Cousiño. El edificio homónimo, ubicado en Ahumada con Agustinas, donde funcionó el mítico hotel Crillón y donde hoy opera una galería comercial y una tienda Ripley, dio también su nombre a la empresa inmobiliaria del grupo.

Antes de desarrollar el paño de Macul, la familia estaba enfocada en la construcción y renta de oficinas, principalmente en el centro de Santiago. Tras ver el éxito de algunos proyectos de viviendas en Macul, decidieron entrar a ese rubro. A la fecha, han desarrollado 200 hectáreas en Macul. Donde antes había viñedos, hoy hay casas, edificios, dos colegios, comisarías, dos stripcenter, el mall Paseo Quilín, un hipermercado Jumbo y servicios.

En viviendas, están instalados en un segmento alto del mercado, con precios de entre 4.500 y 8.000 UF en casas y de entre 3.500 y 3.800 UF en departamentos. Emilio, quien encabeza Crillón, indica que han hecho inversiones considerables en esta industria y que también mantienen el negocio de rentas, pues en el caso del comercio, siguen conservando la propiedad de los terrenos.

En Macul, el próximo desafío en este rubro es desarrollar la franja del paño que colinda con Américo Vespucio, probablemente con oficinas e instalaciones comerciales. Pero también están abriéndose paso en regiones. Junto al empresario Sergio Mujica se adjudicaron la concesión del terminal de buses de Valdivia y miran con interés otras oportunidades que están surgiendo fuera de Santiago.

La organización

Los negocios familiares están organizados con directorios por empresa, en los que participan los tres hermanos y asesores específicos para determinadas materias. Cristián Eyzaguirre Johnston, Tomás Bunster y Pascal Marty son profesionales cercanos a ellos.

En esta dinámica, los tres Cousiño Valdés se complementan desde sus ámbitos de experiencia. "Nos vamos apuntalando entre los tres. Cuando uno presenta algo, los otros le dan la segunda mirada y, como tenemos debilidades múltiples, nos ayudamos a superarlas", señala Arturo.

Los hermanos ocupan hoy tres oficinas contiguas en la viña de Macul y, por definición, sólo abordan allí los temas vinculados a las compañías. "Mi padre nunca llevó los negocios a la casa", afirma Carlos. "La filosofía es dejar los negocios en la oficina, que es donde se tratan. En la casa es el ocio", agrega Emilio.

También coinciden en la principal enseñanza que quieren dejarles a sus hijos. "El legado que nos gustaría dejar a nuestros hijos, y también hablo por mi mamá, no está en los negocios, sino en una forma de vida. Que sepan disfrutar la vida, tener humor, que se sepan sentar, reír, tomar y comer juntos", resume Carlos. Agrega que los negocios pueden ser un obstáculo en las relaciones familiares, pero que para él y sus hermanos ha sido un "vehículo de gran amistad".

Pero todavía no está escrito el último capítulo de la historia empresarial de esta familia. Hoy los hermanos Cousiño Valdés están preparando un protocolo familiar que definirá cómo las generaciones futuras pueden integrarse al negocio. Entre los tres suman diez hijos, de entre 19 y 31 años, y cinco nietos. "La idea es involucrar a los niños y que conozcan lo que hay y que después tomen sus decisiones", sostiene Emilio.

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