España 82: antes de la caída está la soberbia
<P>Chile clasificó invicto y sin goles en contra para la Copa XII del Mundo. El técnico Luis Santibáñez y buena parte del plantel creyeron que en Oviedo y Gijón ingresarían en el Olimpo. Grave error: hace 30 años, la "Roja" tuvo su peor actuación de la historia y el regreso fue amargo. </P>
En los meses previos al Mundial de España 82, la desaparecida revista Deporte Total entregaba una encuesta entre los protagonistas del fútbol local. El argentino Hugo Carballo, arquero de grandes campañas en Universidad de Chile, se atrevió a decir lo que nadie quería leer: "Clasifican Alemania y Austria". Un verdadero sacrilegio durante esos días, cuando se incubaba la crisis económica que comenzaría a marcar el fin de la dictadura de Pinochet. El dólar fijo, a 39 pesos, vivía sus últimos días antes de desatar el drama que destrozó a empresarios y a la clase media.
La selección nacional, con el antofagastino Luis Santibáñez en la banca, clasificó al Mundial de España 82 con una expedición extraordinaria. Dos victorias sobre Paraguay -con el inolvidable gol de Patricio Yáñez, el 7 de junio de 1981, en el Defensores del Chaco- más un empate 0-0 en Guayaquil con Ecuador, la tarde en que murió el Presidente Jaime Roldós, mientras se jugaba el partido, y la victoria por 2 a 0 en un Nacional repleto, que selló el retorno a los mundiales. Una tarde donde José Luis Rodríguez estrenó una canción llamada Chile, cuyo estribillo decía "aquí se respira amor". El problema es que la hinchada no lo entendió mucho, porque intentó dar la vuelta olímpica y fue obligado a terminarla abruptamente. La gente no estaba para canciones. Las frutas que cayeron, sobre todo desde la galería norte, quedaron en la memoria colectiva.
A 30 años del mayor fracaso del fútbol chileno en las Copas del Mundo, todos los protagonistas y analistas coinciden en que hubo tres factores para entender el desastre vivido en Asturias. El primero fue la torpe concentración de seis meses en el complejo Juan Pinto Durán; el segundo, la carencia de competencia de nivel para poder enfrentar el rigor de un torneo de máxima exigencia, y tercero, la baja ostensible y anunciada de varios de los jugadores que hicieron el peso de la campaña entre la Copa América 79 (vicecampeones) y las Eliminatorias.
Rodolfo Dubó, volante central de ese equipo, y uno de los rescatables del desastre junto con Gustavo Moscoso, Patricio Yáñez, Juan Carlos Letelier y Miguel Angel Neira, evoca aquel proceso. "Hoy es fácil decirlo, pero hubo errores. La concentración fue muy tediosa. Imagínate que a mi hijo lo vine a conocer recién a los tres meses. Con don Lucho yo tenía confianza y le dije en su momento, con mucho respeto, porque él era el técnico, que debíamos hacer un cambio radical. Uno sabe cómo anda y nos dábamos cuenta de que no estábamos bien. Pero él fue muy leal con los jugadores. Tú no puedes asegurar al futbolista el Mundial un año antes de jugarse. Los muchachos de Cobreloa venían en un nivel altísimo, con ritmo internacional, y debieron tener más opciones", dice el ovallino.
Carlos Caszely, injustamente crucificado por el penal que desvió ante el meta austríaco Friedl Koncilia, olvidando el medio su enorme carrera, suele decir en las charlas de café que "la concentración fue nefasta. Se lo dije al 'Guatón', pero no hizo caso".
Dubó apela al desconocimiento de los adversarios y al cuadro político. "Chile no podía jugar en Europa y eso llevaba a que no tuviéramos roce internacional. No conocíamos a nadie. Enfrentamos equipos europeos en Santiago, pero es muy diferente a hacerlo en el extranjero y con clubes. Además, tuvimos unos amistosos para la risa", recuerda el ex mediocampista, presente en los 270 minutos de la aventura española.
El éxito de Santibáñez en la Copa América, y sobre todo en las clasificatorias, generó un clima enrarecido en torno a la selección. Lucho Santibáñez manejaba los micrófonos con oficio y su lengua filuda sacaba ronchas. El fallecido entrenador pecó de soberbia y sus frases quedaron para el bronce. El día en que Chile se embarcó rumbo al Mundial, con una despedida apoteósica de la gente desde Pinto Durán, Locutín fue claro: "Nos vamos en el carro de los desconocidos y volveremos en el carro de la victoria", agregando que aún había espacio para los que dudaban. En la llegada al terminal aéreo de Barajas, ante la prensa internacional, no dudó en decir que "todos hablan de los favoritos, Brasil, Argentina, Alemania, pero mucho me temo que entre los cuatro primeros estará Chile".
El clima provocado por Santibáñez se trasladó al plantel. La lógica de parapetar a los jugadores ante los eventuales enemigos, en especial de la prensa, provocó hechos inaceptables. En Tongoy, durante la pretemporada veraniega, el volante Manuel Rojas, molesto por los comentarios e informes del enviado especial de La Tercera, Orlando Escárate, no dudó en lanzarle un plato con comida.
Los síntomas del fiasco comenzaron a olfatearse el 19 de mayo, en el amistoso frente a Rumania en el Estadio Nacional. En el primer tiempo, el cuadro dirigido por Mircea Lucescu vencía por 3 a 0, con goles de Michael Klein y Ionel Augustin. La leyenda cuenta que los dirigentes nacionales bajaron en el entretiempo a los vestuarios de Ñuñoa para que los visitantes bajaran la intensidad… Los descuentos de Miguel Angel Gamboa y Caszely maquillaron la debacle.
El 22 de mayo, Chile derrotaba con un gol temprano de Gamboa a República de Irlanda. El partido fue discreto y ante un rival que sólo mostraba a Liam Brady como figura, quedó claro que el panorama venía oscuro. El entrenador rival, Eoin Hand, sostuvo que a la "Roja" no le veía futuro en el Mundial. Santibáñez respondió con dureza, afirmando que su colega hablaba por envidia, porque no iba a España 82.
El 17 de junio el calvario se iniciaría con la derrota ante Austria por la mínima en Oviedo y el penal marrado por Caszely. El 21 Alemania Federal nos masacró con un 4-1, en una jornada aciaga para Mario Osbén. El epílogo resultó penoso. Derrota de 3-2 ante Argelia, luego de un 0-3 en el primer tiempo que obligó a las dos modificaciones reglamentarias en el minuto 38: salieron Eduardo Bonvallet y Caszely, ingresando Mario Soto y Juan Carlos Letelier. Mario Galindo ni siquiera veía el número de Rabah Madjer y Salah Assad, mientras Elías Figueroa, el más grande jugador chileno de todos los tiempos, se despedía con amargura de su tercera Copa del Mundo. Nadie ha roto su registro.
Quedó claro. El carro de la victoria no tuvo pasajeros. Un proyecto que recibió el apoyo sin concesiones del presidente Abel Alonso desde la presidencia de la fenecida Asociación Central de Fútbol.
En el cierre, Roldolfo Dubó es categórico: "Si nosotros hubiéramos tenido la preparación, los amistosos que tuvo la selección de Sudáfrica, la cosa hubiera sido muy distinta".
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