Esposa de candidato
Ser esposa de un candidato a la presidencia de la República no es fácil. Y bien lo sabe por estos días la animadora de TVN Karen Doggenweiler, quien ha recibido duras críticas desde la campaña de Eduardo Frei por su rol en la campaña de Marco Enríquez-Ominami y su condición de "rostro" de la estación estatal. No hay dos diagnósticos sobre el tema: la blonda conductora es un activo de la campaña del díscolo diputado. Así, para unos, habría que ir reduciendo sus márgenes de acción, pues no vaya a ser cosa que MEO saque ventajas en las próximas encuestas. Para otros, el asunto es absolutamente legítimo y los demás candidatos deben aceptarlo tal cual. Y sin chistar.
Quizás los reparos, en cierto sentido, provengan de la envidia, pues algunos candidatos tienen esposas con experiencia en la arena política, con varias campañas en el cuerpo, pero, de todas formas, los pueden "complicar". ¿Alguien ha olvidado que Marta Larraechea, al referirse al indulto que entregó su marido, culpó del hecho a la ministra de Justicia de la época? Y Sebastián Piñera también supo de estos trances cuando Cecilia Morel realizó una sentida confesión: en su hogar se dejó de consumir bebidas de fantasía por los efectos de la crisis económica.
Que la política es para grandes y que en esta actividad no se aceptan llantos ni quejas, ya lo sabemos y Doggenweiler deberá acostumbrarse a esta dinámica. Como profesional y mujer moderna ella debe saber que ser Primera Dama y tener una oficina en La Moneda cuesta lo suyo.
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