Estampillas de colección

<P>El local 23 de la Galería Edwards alberga la tienda de filatelia más antigua de Santiago. </P>




EN 1956 nacía la filatelia El Penique Negro, hoy uno de los locales más antiguos de la laberíntica galería Edwards. Su fundador, Sergio Heise (1930-2009), cumplía, así, sus sueños, esos que comenzaron a los nueve años, cuando partió con su colección de estampillas.

Desde entonces, banqueros, empresarios y ministros de la Corte Suprema han sido parte de la clientela. También figuras de la política, como el ex presidente Arturo Alessandri Palma, José Toribio Merino y Augusto Pinochet. De hecho, según recuerda Rosa Lara, viuda de Heise y actual dueña del local, fue ella quien aconsejó a Merino emitir un sello postal por la paz en 1978 después del conflicto limítrofe con Argentina. "Le di la idea, fue a partir de una conversación", evoca.

La reglamentación de Correos impide que se extiendan estampillas con la figura de personajes vivos. La excepción a la fecha es una que se hizo por la visita del Papa Juan Pablo II en 1987.

Pinochet también tuvo una estampilla en vida. El sello se emitió en Paraguay, con motivo de una visita de Estado. "La pintura que sirvió de base para la imagen la llevó personalmente mi esposo a Paraguay", relata la señora Rosa, agregando que en esa época vendió unos cinco mil de aquellos ejemplares.

La cara de Salvador Allende fue también motivo de colecciones, gracias a sellos que se emitieron en Rusia, en la República Democrática Alemana, Cuba y Polonia.

Sin embargo, la historia que la señora Rosa atesora con más cariño es la que la une con su difunto esposo, de quien tiene dos fotografías bajo el mostrador y recuerda siempre sonriendo.

Los acercó su pasión por las estampillas. Se conocieron, él la buscó a ella, se enamoraron, tuvieron dos hijos y estuvieron juntos cuatro décadas. "Estuvimos día y noche juntos, nunca nos separamos", señala.

En los años 50 había una quincena de locales que se dedicaban a la compra y venta de sellos postales en la capital, siendo punto de encuentro social para entablar conversaciones, amistades y también romances. A todos los unía la pasión por su recopilación. "Todo coleccionista ama sus sellos. Uno compra colecciones y en un momento económico difícil las vende. Hoy casi no quedan personas que hagan esto", cuenta Rosa.

Caballeros de traje y sombrero se paseaban por las galerías céntricas de Santiago buscando estampillas. Transeúntes que eran habituales del café Santos y compraban las corbatas en la camisería Carrera.

"La filatelia era un hobby de elite", explica Rosa, quien atiende rodeada de papeles, pinzas y archivadores repletos de sellos y monedas.

Con todos sus tesoros enmarcados, la tienda parece una postal detenida en el tiempo. Paciente y cariñosamente escucha uno a uno a visitantes amigos y clientes: el que quiere saber cuánto vale una moneda de peso de 1939, el gringo que pregunta y pregunta para asegurarse de no ser estafado o el que llega corriendo a contarle que hoy salieron los nuevos billetes de $ 5.000 del año 2011. Ella sonríe y asiente: "Cuando guste, estamos para atenderlo".

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