"Estoy obsesionado con intervenirlo todo"

<P>El martes se inaugura en dos salas de Galería Animal una muestra con los últimos grabados y lienzos del artista.</P>




Hace 14 años Fernando Cifuentes Soro (1957) era arquitecto y moría porque alguien le pidiera una casa fuera de lo convencional. Que le encargaran un loft de verdad, sin miedo, sin tímidas divisiones para crear espacios de privacidad. Nunca tuvo la oportunidad. En pocos años se aburrió de esa arquitectura y comenzó a pintar en el taller de arquitecto que tenía junto al living de su casa. Hoy vive en su taller de artista, una casa de varios pisos en El Arrayán, con salones y salitas, desniveles, un comedor, una cocina, algunas habitaciones más alejadas y un espacio donde Cifuentes Soro medita y toca sus tambores. Ahí comienza todo. "Hago una suerte de rito de conexión. Cuando siento que me he conectado, que estoy en el presente, subo y tengo las telas preparadas. Observo y parto pintando", cuenta, haciendo que el oficio de pintor parezca de ensueño.

Para él es una realidad que vive cada día desde que decidió dedicarse al arte. "Es difícil entrar a este mundo, a los pintores les cuesta abrirse. Cuando estaba empezando, un pintor amigo mío supo que me estaba dedicando a esto, y desde ahí que yo entraba a su taller y él daba vuelta los cuadros, ¡como para que no le robara la idea!", cuenta Cifuentes Soro. "Ahora creo que me respetan porque hay una trayectoria y porque a la gente le gustó, compró, y a las galerías les interesó".

Este año, Galería Animal puso a su disposición dos salas -algo rara vez visto- para montar Sobre papel, exposición que se inaugura el martes con apoyo de CorpArtes. "Durante el año esperamos apoyar más de una actividad como ésta y contribuir a promover los valores de la pintura chilena. Queremos que muchos pintores sean conocidos por la gente a través de las galerías", comenta Marcelo Forni, director ejecutivo de la fundación.

La historia de éxito de Cifuentes Soro, por raro que suene, comenzó con 120 cuadros suyos hechos cenizas. "Cuando estaba muy aburrido de la arquitectura me puse a pintar. En 1997 tenía 120 cuadros que iba a exponer en tres meses en el Centro Cultural de Las Condes. Una noche, después de pintar y usar mucha trementina, unos enchufes hicieron cortocircuito y con el aire, los papeles, las telas, todo se empezó a quemar. Cuando nos dimos cuenta, las llamas en el living eran de cinco metros".

Hoy es evidente que no tiró la toalla después del incidente.

No. Yo llamé a mis maestros y transformamos el living y el comedor en taller. Me fui a Nueva York, compré siete cajas de pinturas, gasté 12 mil ó 15 mil dólares, y me las traje en avión. Me puse a pintar como loco y alcancé a colgar los cuadros medio mojados. Alguna vez escuché que un gran pintor decía "toma tus primeros cien cuadros y quémalos". Como arquitecto nunca podría haber hecho eso, no se pueden hacer cien casas para saber qué es la verdadera arquitectura. Como artista, que se quemara todo me dio un tremendo impulso.

Fernando Cifuentes Soro huye de las etiquetas, y si se lo puede calificar de algo es de incansable innovador. En Sobre papel, la experimentación fue crear series de 40 grabados para después intervenirlos uno a uno, haciéndolos todos diferentes. "Cuesta mucho entrar en nuevos territorios, porque es especular, pero me gusta ponerme en un espacio sin suelo".

¿Lo ayudó no haber estudiado arte?

No cabe duda. La libertad de movimiento que tengo es por la arquitectura. Me aporta la ubicación, y de ahí puedo construir las desubicaciones para entrar a otros territorios. Sólo cuando tienes un norte puedes viajar.

¿Tiene en carpeta otros experimentos?

Ahora estoy obsesionado con intervenirlo todo. Así como en un minuto se sacó un urinario y se colgó (lo hizo el artista francés Marcel Duchamp). Por ejemplo, ese nogal de ahí afuera que se secó, lo voy a pintar plateado.

¿Plateado?

Es que en la noche se ve plateado. Está diciendo "quiero ser plateado" y yo quiero insistir en lo que me sugiere. La otra vez agarré un colador y lo pinté. Luego vi una paleta que había quedado bonita y la colgué.

Ese cetro pascuense que está ahí, ¿también lo piensa intervenir?

No, ese está listo. La unica intervención va a ser colocarlo en un espacio en el vacío. Cuando lo vi en la casa de mi amigo pascuense estaba colgando como ahorcado, no tenía dignidad. Ahora que lo tengo en la cabecera del comedor lo veo como si estuviera más contento.

Por el taller se ven piezas antiguas, una rueda y varias bateas de madera, que han sido puestas en pedestales y pintadas, elevadas a obra de arte. O a ratón de laboratorio. "Son ejercicios que hablan de lo que va a ocurrir", dice el artista, aunque nunca se sabe lo que puede llegar a ocurrir en ese taller. El año pasado, para una exposición en el Centro Cultural de Las Condes, Cifuentes Soro mandó enmarcar sus obras en gruesos marcos de madera. No le gustó cómo quedaron, así que pintó los marcos y después siguió pintando sobre el vidrio, tanto, que las pinturas originales casi desaparecieron bajo los nuevos trazos. "Cuando murió mi papá, una hermana nombró dos virtudes de cada uno de los hermanos. A mí me leyó como un creativo y rebelde. En mi familia soy el transgresor", dice.

En todo caso, Cifuentes Soro conoce sus límites: "Sé que voy por la línea de la transgresión total, me interesa ir para allá, físicamente estoy cambiando. Me gusta construir mi excentricidad, pero no hay que pasarse. Si hubiese sido un Basquiat, creo que ya me hubiera suicidado".

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