Ex cine Espaciocal se transforma en el bar de moda

<P><span style="text-transform:uppercase">[reinvencion] </span>En 30 años, el subterráneo del Centro Comercial Lo Castillo ha sido sala de cine, de exposiciones, de teatro, escenario de bandas alternativas y restaurante. Hoy es el bar más codiciado de Vitacura. </P>




PARECE sábado, pero es miércoles. El subterráneo del Centro Comercial Lo Castillo, el ex cine arte Espaciocal y un tiempo galería de arte, está atestado. Las mesas y sillas que hace 20 minutos habían servido delicias del mar y variados quesos a jóvenes comensales ya están arrumbadas cerca de la salida de emergencia.

Es lo que sucede todos los días, de martes a sábado, en el Candelaria Bar, a eso de las 11 de la noche, cuando el salón restaurante se convierte en pista de baile. Entonces, se baja la intensidad de las luces y comienza a sonar, más fuerte, música de los 70, 80 y 90. De todo. Desde Bob Marley, Europe y Madonna hasta Beyoncé, Adele y Justin Timberlake.

"Todos los días está lleno, pero los miércoles y jueves son los días más fuertes. Podemos llegar a tener 500 personas", dice el coordinador del bar, Leonardo de la Fuente. "Hay días en que el fuerte son las tocatas acústicas de jazz, o las voces de artistas de la talla de Gepe y David 'Rulo' Eidelstein, el ex bajista de Los Tetas", añade Leonardo.

Porque "el Candelaria" -como lo conocen sus parroquianos- es un espacio multifacético, con un ambiente que de restaurante pasa a ser pista de baile o zona de conciertos en vivo (tienen un escenario desmontable), y otro tipo lounge en donde sólo hay sillones y mesas pequeñas. Todo el decorado recuerda un burdel de los años 20, con lámparas de lágrimas y papel mural vintage.

El Candelaria Bar, como tal, abrió en abril pasado y desde hace dos meses se ha transformado en el lugar de moda de Vitacura, donde llegan jóvenes empresarios, artistas visuales, músicos, actores y rostros de televisión, como Matías Oviedo, Olivia Allamand, José Palma y Javiera Díaz de Valdés. "Son profesionales, en el fondo, que se pueden dar el lujo de carretear en la semana", dice Leonardo.

¿Cómo se pone de moda? Simplemente por el boca a boca, porque se sabe que hay una política de acceso estricta. Nada de sitio web ni teléfono. Al Candelaria sólo entran los que están en "la lista" y, después de las 11, los mismos del listado pero pagando una entrada.

"Es perfecto para la generación que está entre los 25 y los 35 años. Es el relevo del Centro Cultural Amanda. Ahí tienes la posibilidad de llegar temprano y compartir en una onda más íntima y a medida que avanza la noche se va prendiendo el ambiente", cuenta uno de sus asiduos, Cristián Pavez, publicista y relacionador público de la Revista Zona.

El espacio, ubicado en el local 201 del centro comercial de Vitacura, no es nuevo. De hecho, en tres décadas de existencia ha sido sala de cine, de teatro, escenario para bandas alternativas, restaurante y galería.

Es propiedad del Pontificio Seminario Mayor y partió a comienzos de los 80 como sala de cine, el Espaciocal, administrado por Luz Pereira. Luego de editar en 1979 la revista cultural Coordinación Artística Latinoamericana (CAL), la mujer apostó por algo único en ese entonces: un cine de autor. "Era una propuesta cultural de vanguardia, un multicentro de arte en plena dictadura, donde además de películas se presentaban exposiciones y libros, como los de poesía de Raúl Zurita", recuerda Roser Fort, quien trabajó con Pereira antes de partir con el Cine Arte Alameda.

El periodista René Naranjo, quien también participó del proyecto, cuenta que a comienzos de los 90 lograron convencer a los distribuidores de estrenar filmes poco comerciales, como Noches Salvajes y El Festín Desnudo. La cartelera era valorada y esperada por un público intelectual y universitario.

Sin embargo, las deudas terminaron con la sala de cine y pasó a ser galería de arte. Luego fue sala de teatro y de café concert. Después, restaurante de sushi. Cuando Roberto Nicolini lo convirtió en teatro, el lugar estaba abandonado. "Duramos más de un año ahí", recuerda.

En 2003, el lugar volvió a su propósito original bajo el nombre de Cine Bizants. "Era el único cine al que podías entrar comiendo un sándwich y con un trago en la mano. Sólo cerrábamos la noche de Año Nuevo", recuerda la entonces administradora, Olga Bustos.

A mediados de 2007, el subterráneo volvió a transformarse y una decena de jóvenes amigos -entre ellos Diego Larraín, Carlos Lira y Nicolás Achurra- lo rebautizaron como Centro Cultural Espaciocal. "Pero los trabajos de remodelación resultaron más caros de lo esperado y hubo problemas con las patentes", afirma el abogado Carlos Lira. A pesar de eso, lo abrieron y fue teatro y centro de eventos. "Lo más relevante de esa época eran los cumpleaños y las fiestas con DJ, como las que se hacían con los actores del Teatro Mori después de las funciones y a las que, entre otros, asistía Benjamín Vicuña", explica Achurra.

El proyecto terminó en 2011 y el subterráneo cerró por meses hasta renacer ahora como bar. Cristián de la Barra, Mauricio Guerrero, Marcos Calle y Felipe Jofré, dueños de Candelaria Bar, dicen que la clave del éxito actual está en la ubicación y en haber descifrado que había un público mayor de 30 años que no tenía dónde ir: "un lugar íntimo, donde no fuera fácil entrar", dice Guerrero.

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