"Existe miedo en Chile a hacer cine de acción"

<P>El filme protagonizado por Marko Zaror y Celine Reymond se estrena este jueves, con 29 copias.</P>




Ernesto Díaz (32)detesta tener que andar justificando lo que hace. Eso le pasó en su infancia, con sus cortos caseros, o en la Escuela de Cine, con sus primeros trabajos. Y eso se mantuvo hasta su primer largo profesional, El tronador, cinta que filmó en EEUU y que quedó guardada en la bodega de un distribuidor.

"Nunca salió, tenía un problema técnico de audio", recuerda Díaz y aclara que ese fue el punto final de su primera etapa. "Me pasaba mucho que me tenía que justificar. Decir, ojo, que cuando la hice, fue sin un peso. Yo quería que mi primera película hablara sola y no tuviera que estar contando que esto o lo otro no lo pude hacer", dice. Por ello, sólo puso sus iniciales en los créditos y se olvidó rápido de ella.

Hoy, el director está a un par de días de estrenar su tercer largo, Mandrill, y claramente aprendió la tarea: sus filmes anteriores Kiltro (2006) y Mirageman (2008), no sólo hablan por sí solas, sino que el público las ha comentado, seguido y aplaudido. Consagrado junto a su amigo, actor y productor, Marko Zaror, la dupla ha instalado una reingeniería de géneros en la que confluyen las artes marciales, los superhéroes y los agentes tipo James Bond. La clave ha sido "chilenizar" las historias, mostrando lo bueno, lo feo y lo raro de nuestro paisaje humano.

Si Díaz ya bañaba a Mirageman (2008) con una estética del cine de acción clase B de los 70, en Mandrill esta opción es crucial. La música funk, el uso de colores fuertes y un romanticismo cursi dejan claro que los nuevos terrenos van por el lado de la ironía y la parodia. La cinta cuenta la historia de un asesino a sueldo, Antonio Espinoza, quien cuando niño presencia la muerte de sus padres a manos de un mafioso y que, ya adulto, buscará vengarse para dejar atrás sus traumas infantiles. No cuenta, eso sí, con que el amor llegará de la mano de una enigmática mujer peruana (Celine Reymond).

"La hicimos contra el tiempo y fue muy desgastante", explica Díaz. "El presupuesto salió súper rápido yla opción era filmar de inmediato o esperar un año. Para mí la elección era clara. Si en Mirageman todo fue rápido e improvisado, casi como en un documental, en Mandrill había mas ficción y tenía que apegarme a una estructura más definida. Fue más duro".

En el origen de Mandrill está James Bond.

He sido toda la vida un fanático de Bond, pero este personaje surgió de una historia que escribimos para otra película, sobre un asesino a sueldo. Tiempo después vimos una animación japonesa, Golgo 13, sobre un francotirador con un look muy parecido a Marko, pero era como un James Bond malo. Ahí dijimos: "guau, nuestro Mandrill podría ser como James Bond", y eso lo mezclamos con los spaghetti westerns.

Esta es su tercera película de acción. ¿Ha cambiado su mirada sobre el género?

Mi forma de escribir en solitario ha ido cambiando. Ahora no dejo las cosas tan sueltas. Pero el desafío al escribir una historia de acción se mantiene: encontrar el lado humano del personaje, hallar una motivación verdadera, verosímil, con que el público se identifique. Me interesa que el espectador siga la película junto al personaje y no viendo desde fuera solo la pelea o la acción.

La sociedad de Díaz con Zaror ha sido apreciada por el público: Kiltro convocó a 55.000 espectadores, y Mirageman alcanzó los 80.000. "Hacemos súper buen equipo y cuando decimos 'esta es la película que queremos hacer', nos damos la mano y no hay vuelta atrás. Compartimos esa determinación de decir: 'hagámosla, aunque no haya mucha plata, porque la encontraremos más adelante'", cuenta.

¿Hay planes de hacer una película sin Zaror?

Mi próximo proyecto es Santiago violento, donde no estará Marko. Es una película que quiero hacer hace mucho tiempo, sobre un grupo de amigos del colegio y cómo están ahora, con Benjamín Vicuña, Nicolás Saavedra y Héctor Morales. Es la película que va a ir más profundamente a mis raíces, al momento en que empiezo a querer ser cineasta. Las anteriores son como un homenaje a las películas que marcaron mi infancia.

El éxito de sus películas pudo abrir un cine de acción a la chilena. Pero eso no ha ocurrido.

Sí, es extraño, no lo entiendo. He tratado de encontrar una respuesta, pero no la tengo. Hice clases y vi que los estudiantes sólo quieren hacer "cine de autor" y demoran mucho en reencontrarse con las películas que los llevaron a estudiar cine. Tienen miedo a hacer algo que no parezca inteligente. Temen hacer películas comerciales. Se trata de una tranca, sin duda.

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