Extranjeros en Santiago: juntos y bien revueltos

<P>Recoleta y Santiago concentran la mayor cantidad de inmigrantes de la Región Metropolitana. Los peruanos siguen siendo mayoría, pero la colonia colombiana no para de crecer. Lo que no mejora, para muchos, es la calidad de vida. </P>




on Teodoro y su señora, Guadalupe, viven hace seis años en la misma casa que los acogió cuando llegaron de su natal Huaral, en Perú, a la calle Olivos, en la comuna de Recoleta. Trabajan vendiendo papas fritas y pollos en La Vega. Su vivienda, de no más de 30 metros cuadrados, está subdividida en varias otras dependencias ocupadas por compatriotas. Ahí, resignados entre las cáscaras, la humedad y los restos de las aves, hacen de todo. Duermen, van al baño, cocinan y preparan los productos que salen a ofrecer. "Nos queremos ir porque pagamos 100 mil pesos y mire cómo tenemos que vivir", dice Teodoro, cerrando un candado que recuerda que el barrio es bravo. Al frente, otra casona antigua alberga a nueve familias en condiciones similares, cuenta Magdalena, oriunda de Trujillo y que acaba de dar a luz a un bebé chileno. Esta realidad no es exclusiva de Recoleta. Santiago e Independencia albergan a la mayor cantidad de inmigrantes provenientes, principalmente, de Sudamérica. Llegan buscando nuevos horizontes y el primer empleo que se presente. La mayoría trabaja vendiendo artesanías y comida en la calle. La construcción, restau- rantes o como asesoras del hogar son otras "pegas" codiciadas. Pero no es fácil.

"Son mano de obra barata", dice el capataz de una construcción en Cóndor con Arturo Prat. El hombre advierte que ya no son sólo peruanos, sino que también colombianos, los que van a pedir trabajo.

En el cuadrado que forman las calles Eyzaguirre, San Francisco, Porvenir y Nataniel, muchos cités y viejas viviendas han sido modificados para alojar a más personas de lo normal. Los dueños de esos lugares saben del aumento de la demanda y subarriendan en un contrato ilegal que se repite en muchos barrios de la capital y no discrimina por país de origen. "No hay control de cuántos podemos vivir en estas piezas ni los tabiques y techos que construimos para meter a más parceros (amigos)", reconoce Pedro, un colombiano que trabaja en 10 de Julio. En los barrios Brasil y Yungay, la calle Maruri y la avenida La Paz, la mezcla racial se confunde con los olores de los restaurantes y los acentos. Son pequeños ghettos, que recogen parte de las naciones de origen, pero que también esconden una oscura realidad de hacinamiento y carencias.

Según la Municipalidad de Santiago, en la comuna existen 530 cités y pasajes con un promedio de 15 viviendas en cada uno. En la zona viven más de 25 mil extranjeros, pero hay diferencias. Aquellos con residencia definitiva adoptan una forma de vida "a la chilena", es decir, pagan arriendo y eligen su casa de acuerdo con sus prioridades. Para los ilegales, el asunto es distinto. Primero, por la relación con el arrendatario, que normalmente proporciona una casa en malas condiciones en relación con el valor del alquiler. Además, en el afán de ahorrar dinero, los inmigrantes se acomodan en viviendas antiguas, que no están diseñadas para el uso intensivo de varias familias a la vez.

"En esta casa (Maipú/ Santo Domingo) viven 40 peruanos. Hace un año eran la mitad", dice Cristián, chofer de un camión recolector de basura. "A la vuelta viven como 30 familias (Rosas/ Cumming)", agrega Paul, el cartero del barrio.

En la puerta de su casona en Cueto, la señora Carmen reclama. Dice que al principio llegaron un par de familias peruanas a ocupar la casa vecina. "No había problemas, pero después llegaron dos más y ahora son más de cinco por cada pieza. Hacen fiestas y dejan la basura en la calle", asegura. Cuenta que el arriendo por cada habitación es de 70 mil pesos, pero nadie controla la cantidad de gente que vive por casa, "incluso hay familias entera", agrega.

Estos lugares hacinados y con una sobreinstalación de enchufes, ha provocado un aumento de los incendios, debido a que en algunos casos hasta se cocina en las piezas.

Para la municipalidad, las principales causas de siniestros son justamente el uso excesivo de artefactos eléctricos en redes antiguas. El comandante de Bomberos, Patricio Cumsille, precisa que los incendios en los lugares con sobrepoblación de extranjeros se han duplicado en los últimos años por esta causa. "Es más complejo combatir los siniestros en estos espacios, porque hay muchos muebles y ropa en lugares pequeños que ayuda a propagar el fuego", dice.

Para las autoridades, la principal responsabilidad es de los dueños de los inmuebles y de los propios moradores. Pero controlar a esa población no es simple. Hace una semana, por ejemplo, en la calle Rengifo en Recoleta, la dirección de obras inhabilitó una bodega que era utilizada como pensión para extranjeros. En el recinto se alojaban 40 familias, que no contaban con condiciones mínimas de salubridad. Ahora deberán ser reubicadas por la municipalidad y los consulados respectivos.

Colombia sí

Según cifras del Ministerio del Interior, en la actualidad residen 369.436 inmigrantes con sus papeles al día en Chile. Si bien Perú lidera los permisos de residencia entre los años 2002-2009, con 138.525 personas (265%), Colombia pasó de 4.095 individuos a 14.401, en el mismo período, un alza de 250%. En ambos casos, la población femenina bordea el 60%. Datos de la encuesta Casen 2009 señalan que el 15% de las mujeres colombianas tiene estudios que permiten una inserción laboral favorable. Sólo el 46% de ellas se encuentra laboralmente activas y de éstas, un 78% se inserta en oficios no calificados. Por ello tienden a desarrollar actividades como vendedoras, trabajo doméstico y la atención de restaurantes o bares. Por el lado de las mujeres peruanas, su inserción laboral principal también es el servicio doméstico, que incorpora al 70% de ellas. Los inmigrantes bolivianos y ecuatorianos han crecido 130% y 113%, respectivamente.

Son las 7 de la tarde y los "compas" se paran en los frontis de las casas a conversar. Algunos locatarios chilenos celebran: "El comercio ha crecido en un lugar que antes estaba muerto", dice José, que atiende su carnicería en Catedral, donde el acento chileno hace rato que no es el único que se escucha en el barrio.

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