Fallece a los 97 años Matilde Pérez, pionera del arte cinético en Chile

<P>Eterna candidata al Premio Nacional, la artista fue discípula de Vasarely en los años 60.</P>




El reconocimiento de su talento llegó tarde, cuando ya se empinaba en los 83 años, sin embargo, Matilde Pérez estaba feliz. A pesar de la edad, la artista participó activamente en las muestras que en Europa revaloraron por fin su trabajo dedicado al arte cinético desde los años 60. Todo partió en 2007, cuando el Museo Reina Sofía reunió a los latinoamericanos más importantes del arte óptico, donde la chilena figuró junto a las estrellas consagradas del movimiento, los venezolanos Carlos Cruz-Diez, Jesús Rafael Soto y el argentino Julio Le Parc.

Desde entonces, la obra de Pérez cobró nueva vida: en el mercado alcanzó cifras por US$ 40 mil y siguió con exposiciones. Una muestra apoyada por la Dirac itineró entre 2010 y 2011 por París, Berlín y Sicilia. En 2012 fue homenajeada en la Feria Pinta de Londres y ese mismo año tuvo una gran retrospectiva en Chile, en la Fundación Telefónica, donde se reunieron obras históricas y se reeditó el Túnel Cinético, su gran proyecto de los 70, donde el público pudo otra vez imbuirse en un pasadizo de efectos visuales, hechos con luces y espejos. Fue una de sus últimas grandes apariciones públicas: la artista físicamente ya se estaba apagando.

Ayer en la tarde, Matilde Pérez falleció de un paro cardiorrespiratorio en su casa de Las Condes. Hace unos días su estado de salud empeoró, producto de la avanzada edad. En diciembre cumpliría 98 años. Sus restos serán velados hasta hoy en la Iglesia San Patricio, en Isabel la Católica con Manquehue. "Eramos muy cercanas. Estábamos trabajando en las restauraciones de algunas de sus obras desconocidas y en un libro con su obra completa, que se publicará el próximo año", cuenta la gestora cultural Morgana Rodríguez, quien junto al curador Ramón Castillo y a la nieta de Pérez, Catalina Carrasco, han sido los principales difusores de su obra.

Figura única en la escena local, Pérez conoció el arte cinético de la mano de su propio creador, el húngaro Victor Vasarely, de quien fue discípula en los años 60. Tenía 37 años, estaba casada con el artista Gustavo Carrasco y tenía un hijo de 12 años, cuando decidió dejar su vida de madre y esposa suspendida para viajar y realizarse como artista en París. No fue fácil. "Todos decían que no necesitaba viajar, que era mucho mejor quedarse en la casita, sentadita, cuidando a los pollitos, pero yo tenía que ir y cortar amarras. Mi suegra fue la que me apoyó, porque cuando de joven ella quiso hacer un viaje equivalente al mío, toda la familia se opuso. Ella me dio toda la razón", recordó Pérez en una entrevista con La Tercera, en 2010.

Con ese coraje se instaló en la capital francesa y abrazó el movimiento cinético, aprendiendo de geometría, secuencias matemáticas y color, técnicas que nunca abandonó. Al volver a Chile, Pérez se encontró con un panorama desolador. Su arte no encontró cabida en la escena local, y aunque en los 70 intentó hacer escuela formando un Centro de Investigaciones Cinéticas en la U. de Chile, no encontró el eco de sus pares. "Fue una mujer valiente que se mantuvo fiel a sus principios plásticos. Claro que lamento que nunca haya obtenido el Premio Nacional, pero eso sucede porque ella debería haberlo ganado en otro momento, mucho antes", dice el escultor y miembro de la Academia de Bellas Artes, Gaspar Galaz.

En 2012, la artista se presentó como candidata al Premio Nacional con largas listas de apoyo, sin embargo, el galardón volvió a escapársele de las manos. Ella ya estaba acostumbrada. "En Chile no me siento reconocida y tampoco existe para mí como país importante. Es uno de los tantos países que gira y se da vuelta como puede en el espacio, pero cuando uno quiere hablar de algo serio, habla de Europa, no de Chile", decía la artista dos años antes.

En los años 70, la artista regresó a París y comenzó a experimentar con electricidad, a través de piezas móviles y focos que otorgaron mayor movimiento a sus piezas. Hasta hace unos años seguía experimentando en bocetos que luego eran realizados por asistentes. En 2011 levantó su última escultura motorizada, de cinco metros de alto, emplazada en Huechuraba, afuera del edificio de Banco Itaú. Fue otra prueba de la nueva vigencia que cobraba la artista, que tres años antes casi sufre la pérdida de una de sus obras más emblemáticas: en 2007, un friso de metal que adornaba la fachada del mall Apumanque desde 1981 fue retirado y estuvo al borde de la destrucción, pero la Universidad de Talca decidió rescatarlo e instalarlo en 2010 en su sede del Campus Lircay, en la Región del Maule. "Pienso que quizás Matilde nació en el país equivocado, aunque ella siempre quiso ser artista en Chile. Creo que la lección que debemos aprender es de reconocer y apoyar a tiempo a nuestros artistas", señala el curador Ramón Castillo, quien organizó la primera retrospectiva de Pérez, en 1999, en el Museo de Bellas Artes.

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