¿Falta de lectura por exceso de IVA?




QUE CHILE es un país con poca lectura no requiere mayor comprobación: según estudios de la Fundación la Fuente, el 45,7% de la población afirma nunca haber leído un libro, cosa que resulta llamativa si se considera que el 7,1% es distinguido como los que "casi nunca" leen. El "nunca" del 45,7% es literal. Asimismo, salta a la vista la gravedad del hecho: la más crasa consideración utilitarista reconoce que el progreso social se encuentra vinculado a los hábitos lectores. ¿Cómo no celebrar, entonces, la campaña que elimina el IVA en los libros?

Sugiero, por el contrario, que esta campaña apunta a un objetivo equivocado. Y sumaría a dichas acusaciones la afirmación de que la campaña esconde una gran hipocresía; no de quienes participan en ella, sino de los que se excusan de no leer por el costo de los libros. Eso se comprendería en un país con un nivel de consumo estancado, pero es una falsedad en uno donde los ciudadanos se endeudan por cualquier otro bien. Quien está dispuesto a gastar cifras siderales en un auto y a comprometer una parte de su presupuesto mensual en un iPhone debiera ser más tímido al decir que le falta dinero para leer. Quienes no valoramos el iPhone no nos sacrificamos para conseguir uno; tampoco lo compraremos si es eliminado el IVA. Hasta el más cínico tendrá que reconocer que no todo logra incentivarse variando la carga impositiva.

Es verdad que un 54% de los encuestados afirma que compraría más libros si no tuvieran IVA. Es verdad que preferiríamos que fuesen más baratos. Una de las cosas que la campaña y el discurso popular sobre el IVA ocultan es reconocido por el estudio de la Fundación la Fuente: la queja por el precio y la afirmación de que con menos IVA se compraría más proviene del público que ya lee, y que según el mismo estudio pertenece a los sectores de mayor ingreso. Quitar el IVA a los libros es promover la lectura entre quienes ya leen y tienen los recursos para adquirirlos. ¿Es eso lo que necesita Chile? Lo que necesitamos no son políticas destinadas a favorecer a los que ya tenemos el gusto por los libros y la disposición a gastar parte de nuestro ingreso en ellos, sino a quienes tienen un camino de más difícil acceso a la cultura, en las comunas más pobres de la capital y en regiones. El dinero recaudado por el IVA a los libros podría destinarse al fomento de bibliotecas públicas o a estrategias robustas de promoción de la lectura.

Hay una cosa que es cierta, y es que hay una relación directa entre el nivel de lectura y el ingreso de las personas. Pero no se trata de una relación simple según la cual baste con bajar los costos del libro para que alguien decida comprarlos. Según el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, el 7% de quienes no leen menciona el costo de los libros como causa. El 28%, en cambio, menciona la escasez de tiempo. Los estudios de la Fundación la Fuente coinciden en poner ésta como la causa principal.

Los libros en Chile son caros. Pero el principal factor no es el IVA, sino los altos costos de producción por la baja tirada a la que obliga un país no lector. Es loable la intención de quienes quieren romper dicho círculo vicioso, pero claramente están rompiéndolo en el lugar equivocado.

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