Farkas después del barro
<P>Leonardo Farkas viajó especialmente desde Estados Unidos para ayudar en el norte. Fue alabado y criticado. Aquí habla de su dedicación a tiempo completo a la filantropía, de por qué nunca se va a meter en política y de por qué ahora es más feliz que antes. </P>
Aerocardal es un recinto pequeño y exclusivo dentro del aeropuerto Arturo Merino Benítez. De Aerocardal entran y salen vuelos privados rentados, como el que está a punto de llegar, el de Leonardo Farkas. Oscurece en Santiago y la terminal está casi vacía. A las 20.15 horas del viernes 10 de abril finalmente llega el vuelo procedente de Copiapó. Aquí no hay frenesí ni show. Farkas saluda y pregunta de inmediato qué tipo de fotos el fotógrafo quiere capturar.
-Puede ser en la Hummer o en el avión-, dice sin hacerse problemas en mostrar un pedazo de su acaudalada vida.
En el estacionamiento privado hay una Hummer celeste claro. Un tanque de ve- hículo. Pero Farkas va directo al avión, en el que deben caber unas 12 personas.
Farkas se encarga de que la sesión sea rápida, de no más de cinco minutos. Acaba de llegar de un tour rápido, de dos días, por Tierra Amarilla y Paipote, el lugar más afectado de Copiapó tras los aluviones de agua y barro que sacudieron a buena parte del norte. La semana anterior, unos días después del desastre, ya había pasado por cinco ciudades: Copiapó, Chañaral, Antofagasta, Diego de Almagro y El Salado. "Esa vez llegué con 23 camiones a siete ciudades", cuenta. "Estuve en cinco de ellas, pero a dos no fui. Taltal y Alto del Carmen, pero igual les mandé mucho".
La sesión termina y Farkas ve a tres funcionarios de Aerocardal parados en la pista. Saca un fajo de billetes azules discretamente y a todos les pasa algo de dinero mientras estrecha sus manos. "Gracias, don Leonardo". Luego entra al VIP.
Farkas está listo para hablar.
*** De sus 48 años, los últimos tres los ha pasado en un departamento de Nueva York. Manhattan, precisamente. En 2012 cerró las cuatro minas que tiene en el norte y se fue del país junto a su señora, la norteamericana Betina Friedman, y sus tres hijos. "No vendí las minas, las cerré", aclara de inmediato cuando habla de los negocios que dejó en el norte. Pocos días antes, Farkas decía abiertamente que ahora está dedicado 100% a la filantropía, a donar su dinero para diversos proyectos y caridades. Por eso, cuando se le pregunta por su estilo, Farkas tiene las autodefiniciones preparadas: "No soy comunista. Soy un artista, un soñador, un empresario, un filántropo".
-Estando en Nueva York, lejos de la tragedia, ¿qué lo hace decidir agarrar un avión y venir al país?
-No vi las imágenes por televisión, porque quizás hay que hacerse miembro para ver televisión chilena, pero mi gente me contó. Y bueno, siempre me gustó ayudar, yo fui a Haití varias veces, fui al sur cuando fue el terremoto, entonces cómo no iba a venir a ayudar, especialmente a la gente de Atacama, que es mi gente. Al principio no iba a venir, porque pensé que el gobierno iba a llegar. Después de tres días que no pasaba nada, me dije 'me voy y me organizo como lo hice en el sur'.
Es noche de viernes y Farkas tiene vuelo para regresar a Estados Unidos al día siguiente. Dentro de una de las genéricas salas de reuniones de la terminal aérea, las palabras de Farkas suenan cargadas, incluso resentidas de este nuevo paso por Chile. Ayudó y, según sus cálculos, dejó 1.200 millones de pesos en donaciones a todas las ciudades por las que pasó, pero se va con un sabor agridulce.
En su paso por Copiapó fue acusado de causar desórdenes al repartir mercadería y de llegar con pocas cosas. Incluso, el alcalde de la ciudad, Maglio Cicardini, declaró que "Farkas ya no es mi amigo", además de decir que la municipalidad tuvo intentos de saqueo, "porque quieren la ayuda que dejó Farkas y Farkas no dejó ninguna ayuda". Desde el municipio dicen que Farkas dejó tres pallets con leche, cinco con jugos en polvo y dos con bolsas de fideos, además de dos mil frazadas.
Farkas responde: "Yo le tengo cariño al alcalde, aunque hable mal de mí. Yo dejé 250 millones de pesos divididos en 22 productos en Copiapó. Quizás ellos pensaron que muchos de los camiones no eran míos y se confundieron por el caos".
Farkas se nota dolido por los comentarios de críticos que apuntan a su estilo de ayudar, a que sus donaciones tienden a ser más ostentosas que cuantiosas. "Siempre hay gente que busca la doble intención, que busca la cosa mala. Había un periodista del Mega que decía que había un niñito llorando, pero era porque se le perdió su mamá. Dicen que hubo un accidente, pero yo llevé un doctor para que atendiera gente que tuvo accidentes, que tenían heridas, que tenían muchos problemas en la piel por el barro, pero dijeron que los accidentes pasaron porque yo estaba dando muchas cosas. La gente tergiversa. También llevé un abogado, porque hay gente mala en Chile que fue a ofrecerle 300 mil pesos a la gente por el terreno de su casa y les decían que el terreno no se iba a poder ocupar más".
Juan Ignacio Correa es el abogado que acompañó a Farkas a Paipote y Tierra Amarilla. Correa es amigo y asesor de Farkas hace varios años y cuenta que durmieron en la misma casa que el empresario tiene en Copiapó y que casi fue alcanzada por el barro. El jueves pasado durmieron ahí junto a los otros dos profesionales que iban en la comitiva: un dermatólogo para tratar las infecciones a la piel y un constructor para dar consejos sobre vivienda. "El respeto y cariño que produce Leonardo en la gente es muy grande", dice Correa. "A pesar del desastre, no sólo se querían fotografiar con él. Lo querían tocar".
Farkas dice que por muchos de los lugares por los que pasó había poca presencia del gobierno y de las empresas mineras que operan en la zona. Y que por eso encuentra doblemente injustas las críticas. Porque sus empresas ya las cerró y ya no puede pedir facturas cuando compra un cargamento de frazadas: "Dono como persona natural. Tengo que pagar un 40% en impuesto de la plata que doy. Tengo que pagar IVA, porque no hago facturas. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en Chile. Yo no le doy sueldo a mi señora para descontar nada".
***
-¿Para qué lo hace?
Farkas sonríe cuando lo preguntan por qué hace lo que hace. ¿Qué busca? ¿Qué quiere conseguir? ¿Es esto una reactivación de una carrera política que quedó trunca casi de inmediato, poco después de que las encuestas en 2008 lo incluyeran como opción presidencial?
Farkas niega todo.
"Para mí es un orgullo ayudar", dice. "Pero por otro lado, una vergüenza para nosotros como país. No lo digo porque quiero ser presidente ni ser populista, sino porque me interesa ayudar sin buscar aplausos. Tampoco me interesa ser más famoso. ¿Para qué? Para andar con guardaespaldas. Por eso me fui de Chile. Para ser menos famoso. Hay gente que no me cree, pero realmente yo no quiero nada. Solamente soñé que cuando tuviera plata iba a ayudar a todos".
Andrés Momberg es un ingeniero comercial que se terminó haciendo amigo de Farkas tratando de convencerlo para que se presente como candidato presidencial. Momberg, quien lo acompañó en sus dos viajes al norte, no pierde la esperanza de que eso alguna vez suceda, pero dice que Farkas ha terminado profesionalizando la filantropía. "Tiene un equipo de 10 personas que analiza las casi cuatro mil solicitudes que le llegan al mes", cuenta Momberg. "Y a veces da sin que se sepa. En Diego de Almagro los bomberos no tenían bencina. El les pasó un cheque por un millón. Yo lo vi y nadie más".
Farkas, de todas formas, tiene un discurso armado sobre el significado de dar frente a las cámaras. De por qué, por ejemplo, entrega un par de millones de dólares frente a un Estadio Nacional repleto, cadena nacional de televisión incluida, para una Teletón. "Dicen 'que no sepa la mano derecha lo que hace la mano izquierda'. Muchos de esos no dan, y yo ya di. Ayudo en 16 hogares de niñitas y ahí me dicen que soy el único que aporta. Y yo digo: '¿Dónde están estos que dicen que no sepa tu mano lo que hace la otra?'. Al hacerlo públicamente, lo hago no para tirar pinta ni para ser presidente. Lo hago para que otros lo hagan".
-En este clima de descrédito de las instituciones, ¿ha sentido una presión extra por iniciar algún tipo de carrera política?
-No sigo la política. Cuando vine la vez pasada me preguntaron por el caso Dávalos y yo no sabía quién era. No lo digo de broma, la verdad es que no estoy metido. Pero no estoy de acuerdo que aquí las tarjetas de crédito te cobren un 3% o 4% de interés al mes. En Estados Unidos te cobran un 1,5 o 2% al año. ¿Cómo el gobierno de Chile acepta que a los chilenos les cobren un 40% al año de interés? ¿Cómo va a surgir así una persona? Si yo quisiera ser multimillonario, me voy a Estados Unidos, pido un préstamo al 2% por 200 millones de dólares y lo presto en Chile al 40%. Por eso no me voy a meter en política nunca, porque yo sería un dictador, un dictador blando, por cierto, pero los sacaría a todos. Por eso prefiero hablar de otras cosas, no de política.
-¿Alguna vez políticos le pidieron dinero para financiar campañas?
-Todos. Excepto Piñera. El nunca me pidió.
-¿Y usted ha dado dinero?
-Nunca he dado a ningún político. Ni a alcaldes, concejales ni presidentes. Sí he dado mucho donaciones a ciudades.
-¿Alguna razón?
-Porque nunca he hecho campaña por nadie. Nunca fui político, de un lado o del otro. Mi familia tampoco. Cuando llegué a Chile ni siquiera sabía el nombre de los partidos. Yo no me meto en política, pero dejemos en claro que Chile es uno de los pocos países en el mundo que no tiene deuda externa y que tiene bonos guardados en el exterior. Es raro que con toda la plata que tiene Chile, no se ocupe esa plata.
-Con los negocios cerrados en Chile, ¿sigue con sus negocios en Estados Unidos?
-No tengo ningún negocio de nada. No hay más ingresos.
-Su fortuna ya la hizo…
-Sí. Siempre dije que tengo más dinero del que necesito y siempre dije que no tengo tanto dinero. Tengo suficientes corbatas, relojes, autos, casas. Sin ingresos no es tanto lo que puedo dar, por eso estas donaciones son gran parte de mi patrimonio. Dicen que estoy entre los 10 más ricos de Chile y yo no creo que esté entre los 200. Seguro hay cien personas que tienen más dinero que yo. En Forbes ni loco.
-¿Su patrimonio a cuánto llega?
-No, no me gusta hablar de eso. Es difícil calcular por el tema de las propiedades.
Según diferentes portales económicos, la fortuna de Farkas llegaría a US$ 50 millones. Según el Ranking Forbes de este año, la mayor fortuna chilena pertenece a la familia Luksic: US$ 13.500 millones.
***
Tocar en el Festival de Viña fue un error, dice Farkas. También lo fue tirar 500 mil pesos al aire y que los programas de farándula mostraran la escena non-stop. De lo que no se arrepiente es de haber regresado a Estados Unidos junto a su familia. En Nueva York es virtualmente anónimo. "Excepto cuando algún chileno me reconoce". Ahí, dice, puede ir a un show de Broadway, a una farmacia o a un supermercado sin mayores problemas.
A la hora de hacer un balance, de mirar hacia atrás su vida como músico en Las Vegas y en cruceros, de hablar de su regreso a Chile en 2005 tras la muerte de su padre, de su transformación en empresario de minas de hierro en el norte, de su cambio de piel para convertirse en figura pública nacional, Farkas tiene una historia. Cuenta que de niño quería ser Jimmy Connors o Björn Borg, cualquiera de esos dos tenistas. Años más tarde, con Farkas ya millonario, Borg le ofrece en una exhibición por caridad dejarse perder por 50 mil dólares. "Así yo quedaba bien con mi gente, me dijo Borg". Farkas se recuerda a sí mismo contándole la historia a su señora ese mismo día. "Era mi ídolo y mira cómo terminó él", le dijo a Betina. "Dios quiso que yo no terminara así, que no era mi camino".
Farkas sonríe con ganas. Cada uno de sus blancos y brillantes dientes dan cuenta que definitivamente no terminó como Borg. Luego enfila hacia el estacionamiento, reparte más billetes azules a funcionarios de Aerocardal y agarra su Hummer celeste de vidrios polarizados con rumbo a la ciudad.








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