Federico Andahazi: "Gutenberg fue el primero en piratear libros"
<P>R El autor de <I>El anatomista</I> regresa con un thriller histórico, donde plantea que el creador de la imprenta fue un estafador.</P>
La historia de esta novela, o al menos una parte de ella, es la crónica de una estafa. Es la bitácora del sigiloso empeño de un orfebre llamado Johannes Gutenberg por reproducir lo que hasta entonces parecía irreproducible: un libro, en este caso La Biblia. Y aquello no sólo por su valor sagrado, también porque conseguir un ejemplar manuscrito costaba una fortuna. De modo que Gutenberg, guiado por su instinto, vislumbra que la creación de una máquina capaz de lograrlo sería un buen negocio: el negocio de los libros. Mejor: el negocio de multiplicarlos.
Sin embargo, las primeras páginas de esta novela narran otra cosa: la muerte de una prostituta de la ciudad alemana de Mainz la cual, luego se ser asfixiada, su victimario la despelleja con tal precisión que su piel termina como un colgajo que luego enrolla y guarda cuidadosamente, como la más delicada de las fundas.
Estos son los ejes por los que gira El libro de los placeres prohibidos, la reciente novela del argentino Federico Andahazi. Aparecida a fines del año pasado en su país, vendió 12 mil ejemplares en unas pocas semanas y además marcó el regreso del autor de El anatomista (1997) a la ficción luego de su trilogía de ensayos titulada Historia sexual de los argentinos, publicada entre 2008 y 2010.
"Gutenberg es para mí el personaje más importante de la historia. Gracias a él se difundieron las ideas como nunca antes había sucedido", dice. "Sin embargo, pocos saben que Gutenberg jamás inventó la imprenta: el construyó un ingenioso dispositivo para falsificar manuscritos".
En los últimos años estuvo concentrado en libros de no ficción, ¿cómo fue regresar a la novela?
No veía la hora de volver. La investigación histórica requiere un rigor y un compromiso con los documentos mucho más inflexible que el que demanda la ficción. No quiero decir que la investigación, a la hora de concebir una novela, no deba ser rigurosa. Al contrario: creo que con la ficción podemos reconstruir la historia con mayor veracidad que por la vía del ensayo.
Pero en una novela la documentación sirve para tocar una tecla distinta, ¿no?
En la novela, por más que se trate de personajes que existieron, los escritores tenemos la prerrogativa que nos otorga la ficción. El libro de los placeres prohibidos me demandó, sin embargo, muchos años de investigación, viajes a Holanda, Bélgica y Alemania y la recopilación de una gran cantidad de archivos que prueban fehacientemente que Gutenberg, además de ser un genio, fue un estafador. El primero en piratear libros y falsificar manuscritos.
Es imposible no leer la novela sin la referencia a la piratería, que al menos en Sudamérica es un negocio organizado y lucrativo.
La discusión sobre la piratería y los nuevos soportes de lectura es más antigua que el libro mismo. Nadie debería asustarse. Si bien es cierto que los libros falsos ocasionan grandes pérdidas a la industria y a los autores, también es verdad que contribuyen a difundir las obras y el hábito de la lectura. Creo que podemos llamarnos afortunados los escritores que tenemos el privilegio de ser publicados, leídos y gozamos del honor de ser pirateados.
En Chile su novela El anatomista fue bastante pirateada.
Yo colecciono libros piratas de mis obras de diferentes países. La más sorprendente fue una versión de El anatomista que compré en Bogotá: no sólo habían diseñado una portada diferente, sino que para ahorrar papel, reescribieron y condensaron todo el libro. ¡Era otra novela! Insisto: no hay que alarmarse. Es bueno recordar que la hoy gigantesca industria del libro se fundó hace casi 600 años sobre las bases de la piratería.








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