Fernando González reforma su academia por crisis: "Estoy cansado"
<P>A partir del 2012, la escuela por la que han pasado actores como Aline Kuppenheim o Luis Gnecco funcionará sólo como vespertino. </P>
¿Cuánto tiempo debe pasar para dar por perdida una batalla? Para el director y maestro teatral Fernando González (72), fueron cinco años. Y aunque dice que hace una década empezó a disminuir el nivel de los postulantes a su escuela, asegura que no fue hasta hace cinco que el nivel bajó críticamente. "Estoy cansado de estar luchando, es una lucha que no tiene mucha salida en nuestro caso, porque salvo excepciones, no hay ninguna vocación de estudio. A los alumnos no les interesa, no tienen curiosidad, y eso les apaga muchas cosas y se vencen con facilidad", cuenta González para explicar el cambio que desde el 2012 transformará su academia en una escuela de actuación vespertina.
Este será la modificación más importante de la academia desde 1983, año en que saltó de dar talleres vespertinos a la enseñanza diurna y profesional del oficio actoral. Son 31 años de historia y de nombres que han marcado el cine, el teatro y la televisión nacional. Sólo de muestra: Luis Gnecco, Aline Kuppenheim, Rodrigo Pérez, Francisca Gavilán, Tamara Acosta, Pablo Schwarz, Alessandra Guerzoni y Néstor Cantillana pasaron por sus salas.
La idea de González tras el cambio a horario vespertino es abrirse a "personas a las que les gusta mucho estudiar y que vienen mejor formadas". Esa es la clave que encontró para la supervivencia de su escuela, lo que veía difícil de mantenerse el modelo actual.
Aunque en realidad veía dos opciones, "ilusamente" como autoadjetiva. Podía cambiar el horario o convertirse en instituto profesional. Primero intentó lo segundo. Averiguó y descubrió que para lograrlo debía entrar en "una danza de millones que nosotros no teníamos". Y entonces pensó "ilusamente" -repite el adjetivo- que el Ministerio de Educación o el Consejo de la Cultura le iba a ofrecer la categoría de Instituto Profesional. ¿Por qué? Por su trayectoria, por el peso de sus egresados y el Premio Nacional que valida su trabajo. ¿Para qué? Para dejar de perder "una posibilidad enorme de buenos alumnos". Sucede que sin acreditación, los egresados de su escuela no tienen cartón, pase escolar, asignación familiar y otros beneficios que sí ofrecen las universidades. Por eso han disminuido los postulantes, aunque aclara que "la cantidad ha descendido, pero nunca para cerrar". Lo grave es la calidad de los que llegan.
"Ha bajado el nivel, porque los liceos están muy malos, incluso los con fama de buenos están malos. Yo fui profesor de castellano durante muchos años y no era así". Para él es parte de lo mismo. La crisis de la educación que ha llevado a marchar a los estudiantes también empujó a este Premio Nacional a comenzar sus clases a las cinco de la tarde como coletazo de un sistema que amplió la oferta de carreras sin regulación y de una enseñanza media que ha ido egresando a jóvenes con preparación deficiente. "Uf, la situación es urgentísima. Por eso estoy de acuerdo con todos los movimientos que hay, no con los infiltrados que hacen desmanes".
Luis Gnecco estuvo en los talleres vespertinos que se dieron a principios de los 80 y fue parte de la primera generación profesional de la escuela, aunque no se recibió. Gnecco dice tener muy buenos recuerdos de esa época. "Fernando se preocupó de impregnarnos de la tradición teatral y contactarnos con la savia más nueva a través de sus alumnos más destacados: Andrés Pérez y Alfredo Castro".
La fama de la escuela hizo que literalmente un día después de llegar a Chile, la actriz Alessandra Guerzoni se matriculara en la academia. "Ha sido una de las experiencias profesionales que más me ha marcado en mi vida. Las generaciones que hemos salido de ahí tenemos una marca súper fuerte, súper clara".
Un sello que Francisca Gavilán reconoce de rigor y resistencia. Gavilán cuenta que siempre quiso estudiar ahí, que sus padres la inscribieron para dar la prueba de ingreso en tres escuelas pero ella sólo fue a la de González. Y lo logró, pasó la difícil prueba de ingreso y la aún más difícil prueba de egreso, esa que se juega cada día por no ser sacados en el camino que va dejando a más de la mitad fuera. "Los que hacen clases ahí son puros maestros tremendos y Fernando es increíble, saca a relucir lo mejor de cada persona. Nos hacía críticas fuertes. A mí me decía 'usted trabaja un día bien y un día mal' y yo sufría por quedar, no había día en que no diéramos la pelea", cuenta Gavilán, recordando su escuela, la que hoy da su propia batalla por continuar.
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