Fidocs estrena La Tierra Señalada, una cartografía del mundo íntimo de Radriagán
<P>En la cinta, dirigida por Soledad Cortés, el dramaturgo habla del amor, Dios, el sexo y la muerte.</P>
Confiesa que se encuentra feo, que llora sólo cuando escribe y que lo primero que leyó fueron los ojos tristes de su madre. Juan Radrigán (74), hijo de una profesora de una salitrera y de un mecánico, encontró en César Vallejo y Samuel Beckett el pulso de su propia dramaturgia. "Venimos de la nada y vamos hacia la nada. Entre estos dos polos está la vida", confiesa en el documental La tierra señalada que se estrena hoy en el Centro Cultural Gabriela Mistral, en el marco de Fidocs.
Dirigido por Soledad Cortés, el filme se enmarca dentro de un proyecto que la realizadora llama "las tres erres", ya que es esta letra la que encabeza los apellidos de tres creadores que se propuso retratar para TVN: Gonzalo Rojas, Radrigán y Raúl Ruiz. "El problema es que en el canal esperaron hasta que se muriera para emitirlo", dice molesta sobre la tardía emisión de Al fondo de todo esto duerme un caballo, documental pensado originalmente para rendir un homenaje en vida al poeta de Lebu, cuando éste cumplió 90 años.
Porque no quiere ser obituarista es que luchó para que La tierra señalada no corriera la misma suerte y estuviera en Fidocs. "Dudo que alguien alcance la estatura de Radrigán. No sólo porque es el dramaturgo vivo más importante, sino por su integridad", afirma.
En La tierra señalada lo que vemos es la intimidad del dramaturgo que ha reivindicado a los marginales con obras como Las brutas o Hechos consumados. Un tipo que no está inscrito en los registros electorales pero que lee la Biblia y que camina entre el vapor de los géiseres del Tatio, con aires de lobo estepario. "No tengo especial obsesión por el sexo. Nunca fui a una casa de putas, excepto para escribir El toro por las astas y siempre fui tímido", dice en el documental que opera como una cartografía de la tierra donde vive. "Juan es capaz de construir un país con una coherencia única", agrega Cortés.
Radrigán tenía siete años cuando su madre tomó las pertenencias de su padre y les prendió fuego. "Un día se fue y no volvió más", cuenta el dramaturgo. Herida que quizá explique por qué se considera un mal padre. "Es la cuota de maldad que llevo adentro", dice mientras se le ve tomar el Transantiago, visitar a un alumno en la cárcel o en una función de Diatriba de la victoria, dirigida por Rodrigo Pérez.
En los trayectos por la ciudad, Radrigán también lanza sus diatribas: "Los que hicieron el Maletín Literario son todos bellacos"; "la burocracia está haciendo polvo al arte"; "la película Isla Dawson es medias tintas"; "Recabarren no escribió obras, sino malodramas", dispara sin parar el hombre que dramaturgos jóvenes como Luis Barrales (Niñas araña), valoran por su humanidad y que antes de convertirse en escritor fue librero y obrero textil. "Es un llanero solitario", acota la documentalista que ahora prepara el filme de Raúl Ruiz, con el título No existe. "Veníamos grabando en lugares como el bar Normandie hasta que se enfermó", dice sobre el proyecto que pretende retomar.
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