Finaliza restauración de salones del ex Congreso Nacional

<P>Tras ocho meses de trabajos, el Salón de Sesiones y un hall ya fueron renovados.</P>




Es uno de los edificios patrimoniales de mayor simbolismo, ya que durante casi un siglo -entre 1876 y 1973- albergó las dos cámaras del Congreso Nacional. Pero el terremoto de 2010 lo golpeó fuerte y dejó su estructura con serios daños y gran parte de su ornamentación en el suelo. Urgía algo más que una nueva capa de pintura.

Desde el primer semestre de 2011, el inmueble, ubicado entre las calles Morandé, Bandera, Catedral y Compañía, recibió una restauración profunda, la que llegó a su etapa final. "Esta semana entregamos el renovado edificio", asegura Alvaro Riquelme (32), arquitecto y socio de Xiloscopio, la constructora a cargo.

El proceso se desarrolló en dos etapas. En 2011 y tras una inversión de 400 millones de pesos, se reparó "la Cámara de Diputados, más el segundo y tercer piso, donde se pintaron muros, cielos y tabiquería", cuenta el diputado (RN) Germán Becker. Por su parte, el Ministerio de Obras Públicas asesoró la mejora de 16 esculturas de hierro y una de mármol, además de la fuente emplazada en los jardines.

Faltaba el ala poniente o del Senado y la remodelación del emblemático Salón de Honor, lugar de reunión del Congreso pleno. Este, junto al hall Catedral, fueron entregados en octubre de 2011 y desde entonces ha albergado importantes ceremonias, como la visita de los príncipes de Asturias, en noviembre pasado.

Pendientes quedaron el Salón de Sesiones y el hall Morandé, hoy terminados y que serán reabiertos a público durante el Día del Patrimonio. De estos cuatro ítems se encargaron Xiloscopio y un grupo de 14 estudiantes y académicos de Restauración Patrimonial del Duoc-UC.

Riquelme, docente de ese instituto, cuenta que parte del proceso consistió en sellar grietas, rescatar pinturas originales en muros y cielos y reparar -y en ocasiones reconstruir- mobiliario, como tribunas, puertas, balaustradas, piso de parquet y testeras de madera.

También hubo que reconstruir una serie de figuras ornamentales hechas en yeso, como guirnaldas o capiteles, que colgaban del cielo de estos elegantes salones. "Parecen pequeñas, considerando el tamaño de la sala, pero pueden llegar a pesar unos 15 kilos, y debido al grado de oxidación de sus anclajes -simples alambres o clavos- terminaron cediendo con el último terremoto", aclara.

"El cielo es el reino de los chanchos, dicen los restauradores en Italia a propósito de esos elementos que apenas se ven y que están pegados casi con chicle o alambritos", explica Riquelme, el último de una larga lista de arquitectos que ha puesto sus manos sobre el añoso edificio.

El primero fue Claude Françoise Brunet de Baines, a quien el gobierno de Manuel Montt encargó su diseño original, en 1848. Tras su muerte, en 1855, fue reemplazado por Lucien Henault, pero en 1860 la falta de recursos obligó a una segunda interrupción de los trabajos, que sólo fueron reiniciados una década más tarde, ahora por Manuel Aldunate. Tampoco logró éste poner la última piedra.

El honor recayó en el italiano Eusebio Chelli, quien asistió a su inauguración el 1 de junio de 1876, estando aún inconcluso.

Pero todavía faltaban varias puestas a punto. En 1895 un incendio destruyó gran parte del edificio. La reinauguración fue en 1901, pero el terremoto de 1906 volvió a dañarlo, obligando a una nueva restauración, ahora a cargo del arquitecto Alberto Cruz Montt.

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