Fondo de utilidades tributarias




EL MARTES recién pasado, Michelle Bachelet nombró una comisión para que le proponga una nueva reforma tributaria, orientada a aumentar los recursos disponibles para financiar la educación y para redistribuir ingresos. Esta reforma apunta a cambiar algunos de los principios más importantes que inspiran el actual sistema tributario, entre ellos, aquel que le dio su existencia al Fondo de Utilidades Tributarias (FUT).

Actualmente, el Fisco se financia con impuestos que se diseñaron con el propósito de distorsionar al mínimo posible la asignación de recursos -es decir, se pretende que el sistema tributario sea lo más eficiente posible- y luego, los recursos recaudados se gastan de modo de lograr los objetivos de la acción fiscal, entre ellos, los educacionales y los redistributivos. El alto gasto social       -que supera el excepcionalmente elevado 70% del presupuesto- se explica en parte por este enfoque.

En este esquema -orientado a maximizar el bienestar social-, el FUT no es más que un instrumento para lograr mayor eficiencia tributaria, al eximir transitoriamente de la base impositiva de los accionistas los ingresos reinvertidos por las empresas que los generaron. Estas rentas reinvertidas se contabilizan en el FUT por un período de tiempo indefinido, quedando no obstante afectas a tributación a nivel de los accionistas en el momento mismo en que los dueños las giren o las empresas las distribuyan como dividendos.

El mecanismo del FUT se utiliza en Chile para  reducir la doble tributación implícita del impuesto sobre la renta, que desincentiva el trabajo y el ahorro (la inversión). Esta doble tributación se produce porque si una persona ahorra, los ingresos de ese ahorro nuevamente quedarán afectos a impuesto en los años siguientes, lo que obviamente no sucede si la persona consume todo su ingreso.

Si, como se hace en Chile, las rentas reinvertidas se eximen transitoriamente de tributación, da lo mismo -desde un punto de vista impositivo- consumir o ahorrar (invertir).

El sistema chileno, que transformó de facto al impuesto sobre la renta en lo que se conoce como un impuesto al gasto progresivo, no solamente evita el castigo al trabajo y al ahorro -castigo evidentemente contraproducente  en un país en desarrollo-, sino que también es más virtuoso que la alternativa. Si alguien consume, por definición, extrae bienes y servicios de la economía que ya no estarán disponibles para otros; en cambio, si alguien ahorra, deja a disposición de terceros los recursos correspondientes, para que éstos los consuman o los inviertan.

El FUT suma actualmente alrededor de US$ 300 mil millones -lo que sugiere la importancia que ha tenido como mecanismo para incentivar la reinversión de utilidades y por ende, para el crecimiento económico- y los tributos correspondientes constituyen naturalmente un botín atractivo para cualquier gobernante irresponsable.

Sin duda, es lícito alterar la forma en que se recogen los tributos que afecten las nuevas rentas, pero no es obvio que se pueda hacer recaudando más, con mayor virtud, y sin desincentivar simultáneamente el trabajo y ahorro, que con el actual esquema.

Rolf Lüders
Economista

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