Foto flash

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La foto de Jack Ruby disparando a quemarropa a Lee Harvey Oswald. La de Cassius Clay, desafiante, mordiendo el protector bucal, frente a un Sonny Liston tendido en el ring. La de la niña corriendo desnuda hacia nosotros, desgajada su piel, escapando de las bombas con napalm (premio Pulitzer). La del jefe de la policía survietnamita que le apunta una pistola a un pobre infeliz del Viet Cong (al que, por supuesto, se le mata), también foto Pulitzer.

Otro tanto la en blanco y negro de Burgos y Bachelet, de Agencia Uno, reproducida en portada del último suplemento Reportajes de La Tercera. El mismo efecto flash, en que ojo, máquina, personajes y noticia coinciden a un mismo segundo. Aquí nadie posa, no hay fotoshop, a los retratados simplemente se les capta y congela. Ella, a espaldas de Burgos, con un rictus semi discernible, mueca que sin embargo no se le escapa al obturador y lente. Fría, ajena a todo protocolo, abandonado su papel de autoridad superior y jefa de Estado. Como si la inquina no pudiera resistirse, aflorando un arrastrado desdén muy de segundo piso de palacio para con, nada menos, su propio primer ministro, se supone que de su entera confianza. En resumidas cuentas, la antítesis de la acostumbrada risita para la foto, la que a ella normalmente le sale natural.

Cuando la vi me recordó uno de esos mejores momentos del fotoperiodismo chileno: el de la última etapa de la dictadura e inmediatamente después. Época de odios apenas disimulables. Y, pensar que creíamos que los habíamos dejado atrás. En una de éstas los fotógrafos han estado de vacaciones y, solo ahora, han regresado. Una posibilidad. Hay otra. Entre tanto sigilo, recelo y mentalidad bunker, el poder supremo no se deja ver aunque siempre se delate. El absolutismo es tan arbitrario que no tarda en volverse evidente. No pudiendo imponerse ni hacerse respetar, se deja sentir con todo el peso mosca que le puede significar todavía un piñufle 24% de aprobación, si no fuera por la asentada superstición presidencialista.

Bachelet es, además, famosa por sus comentarios a destiempo (lo del pálpito ex post facto), tincadas que, por lo visto, además de auto-conmiserativas y exculpatorias, se rumian a escondidas de quienes le permiten seguir gobernando. Gente ésta, igual de colgada de un hilo a punto de romperse, que "se entera por la prensa", como el resto. ¿Qué sería de este país sin los muy profesionales servicios de periodistas y fotógrafos? Diarios con línea editorial clara, columnistas puntudos, ocasionales golpes investigativos que remecen la opinión pública y fotos de alta calidad, diarios así de logrados son imbatibles. Si hasta en Caburga se los lee.

 Conforme. Estamos mejor informados, pero ¿de qué? ¿Portonazos que se hacen unos a otros en este gobierno? Eso no es novedad. Se sabe que en barrios de mal agüero hay quienes recurren a bellaquerías de este tipo contra sus vecinos. Ay señor, qué le vamos a hacer, se publica lo que pasa -también lo escandaloso-, no lo que se quiere. Un siete la foto.

Alfredo Jocelyn-Holt
Historiador

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