Frédéric Chopin, el hombre del piano cumple 200 años
<P>Liquidado por la tuberculosis a los 39 años, Chopin es una contradicción: sólo gustaba de los rigurosos Bach y Mozart, pero su música es puro sentimiento. El arquetipo romántico creía que una pieza de tres minutos valía tanto como una ópera de cuatro horas. </P>
Chopin ha sido siempre un quebradero de cabeza para quienes buscan certeza, transparencia, definiciones fáciles. Según él mismo y de acuerdo a la opinión generalizada, nació el 1 de marzo de 1810, fecha por la cual en este año se celebran universalmente los 200 años de su nacimiento. Sin embargo, su hermana Ludwika, el compositor Franz Liszt y su amigo pianista Jules Fontana, sostuvieron que el artista se quitaba un año y que su real partida de nacimiento era el 1 de marzo de 1809. Para agregar más confusión, la placa de su tumba en el cementerio parisino de Père Lachaise indica que su fecha natal es el 22 de febrero de 1810, tal como lo repiten varios monumentos polacos y el propio certificado de la parroquia de Brochów, pueblo cercano a su aldea natal.
Chopin acogía además la fusión de culturas por herencia sanguínea: su padre era un francés que había huido del país poco antes de la Revolución y su madre era polaca hasta los tuétanos. Si el señor Nicolas Chopin se labró una ascendente carrera como profesor de francés entre las hijas de la nobleza polaca, Justyna Krzyzanowska era su opuesto: una noble venida a menos, pariente pobre de las ricas alumnas de Nicolas. En este hogar de abolengos diferentes, Frédéric (Fryderyk, en polaco) cogió lo mejor de ambos mundos, abrigando la disciplina y la amplia cultura de su padre y la sensibilidad de su madre, pianista aficionada.
A dos siglos de su nacimiento los conciertos, las grabaciones y los homenajes se suceden en el mundo entero, incluyendo Chile (ver recuadro). En todas partes salta a la luz aquella personalidad bifronte de Chopin, un músico que sigue siendo propiedad afectiva tanto de los polacos como de los franceses. Claro que cada país lo mira bajo su propio prisma, tal como aventura Tom Service, crítico musical del diario británico The Guardian. El inglés afirma que mientras en Francia aún se lo ve como el taciturno músico tuberculoso que vivió entre la flor y nata de los aristocráticos salones de París, en Polonia es un héroe, un león del piano y un revolucionario que representó el alma nacional a través de sus heroicas Polonesas y su famoso Estudio N°12 llamado Revolucionario, que el músico compuso después de la insurrección polaca de 1831 contra el Imperio Ruso.
La doble cara de este compositor emerge hasta en las más curiosas anécdotas: según su hermana Ludwika, Chopin dictó en su testamento que su corazón fuera conservado en coñac hasta que se lo trasladara y depositara en uno de los pilares de la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia. Por otro lado, el reputado biógrafo francés Bernard Gavoty asegura que Chopin nunca demostró particular interés en asuntos religiosos, ni siquiera cerca de la hora de su muerte, a los 39 años, en 1849.
Las composiciones del músico también muestran las contradicciones de alguien que sólo admiraba a Mozart y Bach, compositores hijos del racionalismo y la disciplina, lejanos al romanticismo al que Chopin es asociado. "Fundió la moderación del clasicismo con el sentimiento romántico, detestando cualquier exageración que transformara sentimiento en sentimentalismo. Reconocer esto es tocar a Chopin de la manera en que él quería y como él lo hizo. Es el gran desafío que tenemos los músicos", escribía recientemente el destacado pianista estadounidense Byron Janis en The Wall Street Journal. Aún así, toda la obra de Chopin está marcada por una extrema sensibilidad y, como afirma la pianista canadiense Angela Hewitt, "tocar a Chopin significa tratar de ser un poeta como él, si no haces cantar al piano no lo estás interpretando".
Esta condición de "poeta del piano" significó que muchos calificaran su música como "apagada", casi inaudible frente a las sonoras pirotecnias con que Liszt deleitaba a la misma audiencia de París. A Chopin, sin embargo, poco le importó y su credo musical fue siempre el mismo. Nunca compuso una sinfonía y según el músico estadounidense Robert Kapilow, "tuvo el coraje de creer con razón que una mazurca de tres minutos comunicaba tanto como una ópera de Wagner de cuatro horas".
La personalidad de Chopin y su música fue descrita por dos de sus contemporáneos en forma muy gráfica. Para el alemán Robert Schumann (de quien en el 2010 también se cumplen 200 años de su nacimiento), la obra del polaco expresaba rabia y dulzura al mismo tiempo, como "cañones enterrados bajo las flores". Para el húngaro Franz Liszt, era un hombre de otra dimensión y a la hora de introducirlo a la sofisticada sociedad parisina solía decir: "Quiero presentarles a un hombre de otro planeta".
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