Frialdad y tensión marcaron gira de Obama por Europa
<P>El caso de espionaje complicó las relaciones con sus aliados.</P>
Lo agasajó con espárragos con limón, caviar de trucha alpina, bacalao, pepinos, puré de estragón y ensalada de manzana. ¿Y de postre? Pastel de miel. Pero en los encuentros de ayer entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el Presidente de EE.UU., Barack Obama, no hubo mucha química. Para el mandatario estadounidense tampoco hubo un ambiente muy distendido en la cumbre del G-8 en Irlanda del Norte ni en otros encuentros con sus pares europeos esta semana. El caso de espionaje de EE.UU. a ciudadanos propios y externos tensionó la gira de Obama por el Viejo Continente, y el presidente debió soportar fríos abrazos y miradas, escenas totalmente opuestas, por ejemplo, al esperanzador discurso que dio en Berlín en 2008, cuando era candidato y todo era "esperanza y cambio".
En sus encuentros privados, según The New York Times, Merkel le reprochó a Obama sobre los programas de la inteligencia estadounidense para espiar las comunicaciones de extranjeros, reveladas por un ex informante de la CIA. En público, Merkel dijo que había que encontrar el justo balance entre la privacidad y la lucha antiterrorista. A su vez, con el mandatario ruso, Vladimir Putin, no fluyó mucho la comunicación -principalmente, debido a las discrepancias por Siria- e incluso ayer, Putin rechazó la propuesta de la Casa Blanca de reducir a un tercio las armas atómicas. "No podemos tomar en serio esa consideración", señaló Moscú.
Y con el francés François Hollande también se habría deteriorado la relación, porque París estaría frustrada con Washington porque no hizo mucho en el conflicto en Mali, según The New York Times.
De acuerdo con la agencia alemana DPA, "la actualidad más cruda opacó el valor simbólico de la primera visita oficial de Obama a Berlín y forzó al Presidente estadounidense a moverse entre las explicaciones y las advertencias a sus socios europeos en crisis".
Precisamente, el discurso que dio ayer ante la Puerta de Brandeburgo no fue ni la sombra de su alocución en 2008. Y eso que se empeñó en que todo resultara bien. "Vengo aquí, a esta ciudad de esperanza, porque las pruebas a las que nos somete nuestro tiempo exigen el mismo espíritu de lucha que definió a Berlín hace medio siglo", dijo.
"Me siento tan bien aquí que me voy a quitar la chaqueta. Estamos entre amigos y podemos ser informales", afirmó en otro pasaje de su discurso ante 8 mil personas, muchos de ellos invitados. Hace cinco años, 200 mil berlineses lo ovacionaron. No pocos esperaban un discurso "histórico", como el que dio, hace 50 años, John F. Kennedy o el de Ronald Reagan en 1987, cuando pidió al entonces líder soviético Mijail Gorbachov que derribara el muro. Por eso Obama recordó el "yo soy un berlinés" de Kennedy.
Merkel, según informó la Cancillería alemana, le regaló a Obama un viejo disco de vinilo con una grabación del discurso de Kennedy.
Según el diario El País, "Obama acudió a su cita con Berlín disminuido. Maltratado por quienes nunca lo quisieron y por quienes lo estaban esperando a la vuelta de la esquina, criticado por quienes antes lo adulaban, impotente o contemplativo ante los problemas que se le acumulan". "El muro ya es historia, pero nosotros tenemos que seguir haciendo historia", insistió Obama, antes de despedirse de Alemania.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.