Fuerte aumento del aparato estatal
<P>La activa creación de ministerios es una muestra de la equivocada creencia en las capacidades del Estado en desmedro de la iniciativa privada. </P>
NADVERTIDAMENTE el aparato estatal ha ido ganando un creciente protagonismo en los últimos años, fenómeno que tiene una de sus expresiones más evidentes en el alto número de instituciones públicas creadas en los últimos diez años. La importancia de este antecedente no se remite sólo al aumento de la burocracia y la erogación de mayores gastos para solventar toda esta planta fiscal, sino que tras ello subyace la creencia de que contando con más Estado el país puede aspirar a una solución más eficiente de los problemas y a un mayor desarrollo, aprovechando las supuestas ventajas que entrega la planificación estatal.
No estamos frente a un cambio puramente "organizacional", sino que esta mayor ola de estatismo conlleva un profundo cambio de modelo, desde uno basado fundamentalmente en la iniciativa privada, sobre la base de un esquema de amplia competencia apoyado por un Estado esencialmente regulador y con un rol subsidiario, hacia otro donde la iniciativa privada comienza a ser relegada en los más diversos ámbitos, con pérdida importante en los grados de autonomía individual, diluyéndose en función de lo que determine la planificación del Estado. Mientras el país se mantuvo bajo el primer modelo, alcanzó niveles de prosperidad y bienestar sin precedentes, convirtiendo a Chile en un modelo ejemplar para todas las economías en desarrollo.
El programa de gobierno de la Nueva Mayoría pretende devolver al país hacia esquemas de un estatismo ya superado y que probadamente han sido ineficaces para armonizar el mayor crecimiento con la satisfacción de las más diversas necesidades sociales. Difícilmente el país volverá a encauzarse por una senda de alto crecimiento si acaso acentúa la desconfianza hacia la iniciativa privada y en cambio deposita su confianza en las capacidades del Estado. La nutrida creación de ministerios es un ejemplo de esto último. En la última década se ha creado el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio del Deporte, el Ministerio de Energía, el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de la Mujer. Avanza también una nueva institucionalidad para el Ministerio de la Cultura, y la Presidenta ya ha comprometido la creación de un Ministerio de la Ciencia y Tecnología, y se trabaja en el diseño de un futuro Ministerio de Asuntos Indígenas.
También se elabora una nueva institucionalidad para la protección de la infancia, una subsecretaría de Derechos Humanos -que probablemente se va a superponer con el Instituto de Derechos Humanos, otra de las creaciones de esta última década-, como asimismo la Superintendencia de Educación Superior. El listado no acaba aquí, pero es una muestra de la equivocada creencia de que con la mera creación de reparticiones públicas habrá un Estado que funciona mejor y los problemas se resolverán eficientemente. Una muestra evidente de esto último ocurre en Salud, donde la deuda hospitalaria se ha empinado inexplicablemente a más de $ 200 mil millones.
Si el desarrollo dependiera críticamente de crear nuevas instituciones, países como Argentina o Brasil deberían liderar hoy los rankings internacionales, lo que dista de la realidad. Chile debe volver a orientarse hacia el modelo que probadamente ha dado resultados, y acotar la acción del Estado.
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