Fumando espero
SUCEDE QUE GARDEL como Sara Montiel nos engañaron. "Fumar es un placer / genial, sensual". Ya no. Las fotos, por ambas caras de las cajetillas se encargan de arruinarle a uno ese antiguo efecto humeante que tanto se huele de menos. Si, a pesar de todo, usted insiste (usa pitillera y así evita las repelentes fotos, fuma a escondidas), pues váyase al diablo y no diga que no se le advirtió.
"Mientras fumo, mi vida no consumo". Falso. No sólo se mata (todo fumador es un potencial suicida) sino, además, mata a los demás (amén de canalla, usted es un homicida en serie). Según la autoridad sanitaria chilena: "Cuando tú fumas, todos mueren". No hay nada más holocáustico que fumar, así de genocida y terrorista.
"Tras la batalla / en que el amor estalla, / un cigarrillo / es siempre un descansillo / y aunque parece / que el cuerpo languidece, / tras el cigarro crece / su fuerza, su vigor". Lo mismo. Fuera de que esos versos son asquerosamente pornográficos y, por tanto, también habría que prohibirlos, ocurre que mienten: el tabaco produce impotencia.
"Fumando espero / al hombre a quien yo quiero (a la que tanto quiero), / tras los cristales / de alegres ventanales". Ni se lo imagine. Adentro, por ningún motivo, y afuera, está por verse. Si en Chile hemos barajado la posibilidad de prohibirlo ¡hasta en la vía pública! Por esta senda nos convertiremos en uno de los países más "progresistas" de este planeta cada vez más sano.
"Por eso estando mi bien / es mi fumar mi edén". No les crean. Tanto a Gardel como a la Montiel, ya entonces, los manejaba el lobby tabacalero.
El problema con estas campañas y prohibiciones es que en vez de proveernos protección sanitaria se han vuelto persecuciones higienistas. En otras palabras, vamos de un tango en otro, de una intoxicación en otra. Ellos contaminan ad absurdum. Restrinjan lo que restrinjan, pasado un cierto umbral, acosos de este tipo no producen efecto alguno. A pesar de "Don Miguel", quien después de 20 años de fumar se arrepintió; a pesar de las fotos bucales escabrosas, sucede que un 40% de la población mayor de 15 años sigue fumando. En EEUU, donde se ha llegado al frenesí coercitivo sin límites (en California peor que en Chicago), las cifras desmienten su pretendida eficacia. En el país del norte siguen muriendo casi medio millón de personas al año a causa del tabaquismo.
Y es que son empeños odiosos, inútiles, salvo en perseguir por perseguir, vieja historia. Recuerdo el chiste que contaba un conocido jurista argentino defensor de libertades públicas y ex fumador nostálgico. Llega un vicioso incorregible a un estanco madrileño, pide cigarrillos, y le pasan una marca que dice que producen impotencia. El fumador, algo airado, le espeta: "No, esos no. Quiero los que matan".
Es que las restricciones antitabaco se han ido de madre. ¿Qué diría usted de una campaña que en vez de crear conciencia de los riesgos que produce el sexo no protegido prohibiera el fornicio de todo tipo? Lo intentaron con los homosexuales y fracasaron. Los conversos al puritanismo (y seguro que son conversos quienes montan estas campañas) son muy dados a querer protegernos de nosotros mismos. Es tal su obcecación que el problema ha devenido en otro: ¿Quién nos defiende de nuestros defensores?
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