Fútbol entre las ruinas
<P><span style="text-transform:uppercase">[estadio ferroviario] </span>El coliseo de madera, construido en 1941, sigue en pie. Pero el lunes pasado fue desalojado su club, más antiguo aún, en una tragicomedia que se resiste a terminar. </P>
TODO empezó como terminó, con papeles. El actuario del 20º Juzgado Civil de Santiago llegó el lunes 18 de junio con una orden de desalojo del Estadio Ferroviario, en pleno barrio industrial de San Eugenio, donde funcionaba el Club Deportivo Ferroviario, uno de los más antiguos de Chile, fundado en 1916. A las 9 horas, Carabineros de Estación Central y un bus de Fuerzas Especiales rompían los candados y sacaban a la calle las 43 copas, los 25 diplomas y galvanos, un canasto con botines, camisetas y banderas, y los colocaban en Ramón Subercaseaux con San Vicente, en la entrada del estadio.
Según el gerente general de Ferrocarriles, Franco Faccilongo, "en el juicio que se inició el 2010 se demostró que el club no pagaba el arriendo del estadio desde 2002 y adeuda a EFE una cantidad superior a los ocho millones de pesos". Para el alicaído club, donde desde los jugadores hasta el director técnico trabajan ad honorem, es una cifra inalcanzable.
Llevándose las copas para sus casas, los vecinos del barrio Antofagasta (por la calle principal, a cuatro cuadras del estadio) ven cómo muchas cosas de ese entorno están desapareciendo: el Matadero Lo Valledor fue demolido y la Empresa Lechera del Estado -que hacía la Leche Purita- está convertida en liceo técnico. Incluso, "los aviones que aterrizaban en Cerrillos -cuenta el vecino Luis Farías- pasaban tan bajo sobre el Estadio Ferroviario, que a veces en medio del partido no se oía nada". Hoy, Cerrillos tampoco existe.
La mayoría de los habitantes de todo ese perímetro son hijos y nietos de obreros ferroviarios de la Estación Central y la Maestranza San Eugenio, ubicada detrás del estadio, en el terreno de 42 hectáreas. Muchos nacieron a la sombra de la galería semicircular para 31 mil personas, hecha en 1942 con durmientes de tren. Fue el estadio de madera más grande de Santiago en su tiempo.
En el Mundial de 1962, la selección brasileña se acantonó ahí para practicar con Pelé, Zagallo y Garrincha. Carlos Caszely, hijo de un conductor de ferrocarriles, vivió a la vuelta de la esquina, en calle San Alfonso, y aprendió fútbol en la cancha de pasto del Estadio Ferroviario.
Muchos otros jugadores -como Leonel Sánchez- también pasaron por ahí cuando el Club Ferroviario estuvo por única vez en Primera División. Justo cuando sus galerías de madera estaban siendo consideradas para Monumento Nacional, alrededor de 1993 un incendio quemó la mitad y dejó sólo un trozo de tribuna caída hacia un lado. El estadio entró en decadencia. La maleza hizo lo suyo. Hoy, esos restos de tribunas están podridos y se sostienen en el aire de milagro. En medio de esas ruinas todavía practicaba el Club Ferroviario, que hoy juega en Tercera B.
El lunes, con las copas en la calle y las pelotas rodando por la vereda, comenzó una verdadera tragicomedia vecinal. Jaime Moya, hijo de un mecánico de ferrocarriles, alcanzó a rescatar unas banderas, puso las copas en una mesa y llamó al presidente del club, Luis Huerta. Algunos vecinos se llevaron copas. Otros, diplomas. El utilero, las pelotas. Luego empezó a llegar la hinchada, compuesta por octogenarios vecinos, ex futbolistas y jubilados de EFE. También llegaron algunos de los 140 socios del club, que tiene como prerrequisito ser trabajador de Ferrocarriles.
Luis Huerta, ex jefe de la Estación Central, presidente del club, e hijo y nieto de ferroviario, tiene su propia versión. Explica que en 2001 hicieron un acuerdo de palabra con el fallecido gerente de EFE Nicolás Flaño, en que ellos se comprometían a cuidar el club e invertir en su mantención en vez de pagar arriendo. "Fue un acuerdo de palabra que nosotros pensábamos que se estaba cumpliendo, hasta que el 2009 nos empezaron a atosigar con demandas", explica Huerta.
A su juicio, las 42 hectáreas de terreno, a 10 minutos del centro, "valen más para EFE que todas nuestras copas. Hemos visto ingenieros, calculistas, planificando hacer algo". En la Municipalidad de Estación Central admiten que hay interés inmobiliario. "Lo único que detiene cualquier venta", explican con discreción, "es el uso de suelo, que en el plano regulador de la comuna dice explícitamente: ferroviario". Pero se puede cambiar. Para eso, sólo necesitan el acuerdo de los vecinos.
El vecino Jaime Moya, hincha y socio del club, ha ido a todas las reuniones con el municipio. Dice: "Todos los candidatos a concejales y a diputados que han venido han dicho que no construirán nada y se han comprometido a reparar el estadio. Todos. Pero ya ve cómo está". El deterioro es evidente. Las murallas de viejo ladrillo fiscal casi se terminan de caer con la fuerte lluvia del martes.
Pero el miércoles, los septua y octogenarios dirigentes del club jugaron su última carta. Su representante legal y también socio, Mario Ugarte, presentó un escrito de reconsideración al tribunal. El día viernes por la mañana, aunque sólo de palabra, recibieron la respuesta del mismo actuario: por un asunto de trámite, el desalojo fue ilegal. "La gerencia de la inmobiliaria de EFE echó pie atrás y nos abrirán las puertas", dice Luis Huerta.
Pero Gabriel Lago, utilero del equipo y de 72 años, no está para emociones fuertes. Así que recién este fin de semana o el lunes, cuando salga la resolución, llevará nuevamente los implementos deportivos hasta los derruidos camarines. Se quedarán ahí -dicen ellos- hasta que EFE reconsidere el desalojo o se haga un nuevo juicio. Entrenando en las ruinas, preparándose para la final.
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