Fútbol: ¿Es admisible hacer trampa?




Durante el partido de eliminación entre Inglaterra y Alemania de la Copa del Mundo, un jugador inglés lanzó un tiro a puerta que chocó con el larguero, rebotó hasta el suelo y cruzó claramente la línea de gol. El portero alemán, Manuel Neuer, agarró el balón y lo devolvió al juego. Ni el árbitro ni el ni el juez de línea -que estaban mal situados para juzgar- cobraron el gol y el juego continuó.

Después del partido, Neuer dijo: "Intenté no reaccionar ante el árbitro, sino centrarme en lo que estaba ocurriendo. Me di cuenta de que el balón había pasado la línea y creo que, por haber actuado tan rápido, engañé al árbitro para que pensara que no lo había hecho".

Dicho sin tapujos: hizo trampa y se jactó de ello. Conforme a cualquier principio ético, eso estuvo mal, pero, ¿acaso en el fútbol la única regla no es "ganar a toda costa"?

Esa parece ser, en efecto, la ética predominante. Es famoso el gol de Diego Maradona contra Inglaterra en el Mundial de 1986, que según él fue conseguido "un poco con la cabeza de Maradona y un poco con la mano de Dios". Las repeticiones de la jugada mostraron con toda claridad que marcó el gol con la mano. Veinte años después, reconoció en una entrevista en la BBC que había actuado intencionadamente para engañar al árbitro.

En noviembre pasado, en un partido para decidir si Francia o Irlanda iría a Sudáfrica, el delantero francés Thierry Henry usó la mano para controlar el balón y pasarlo a un compañero de equipo, que marcó el gol decisivo. Más tarde, Henry dijo: "Voy a ser sincero, fue mano, pero yo no soy el árbitro. Lo hice y el árbitro lo permitió. Se trata de una pregunta que deben hacerle a él".

¿Por qué el hecho de que alguien pueda salirse con la suya significa que no es culpable? Los jugadores no deben estar exentos de la crítica ética por lo que hacen en la cancha, como tampoco lo están por engañar fuera del campo, por ejemplo, tomando medicamentos que mejoren su rendimiento.

Hoy en día los deportes son muy competitivos y en ellos están en juego grandes cantidades de dinero, pero eso no significa que sea imposible ser honrado. En 1996, al jugador del Liverpool Robbie Fowler se le concedió un tiro penal por haber sufrido una falta del portero del Arsenal. Dijo al árbitro que no había sido falta, pero éste insistió en que tirara el penal de todas formas. Fowler lo hizo, pero de un modo que permitió al portero pararlo.

¿Por qué hay tan pocos ejemplos así? A los hinchas no parece importarles que los miembros de su equipo engañen con éxito; sólo ponen objeciones cuando es el otro bando el que hace trampa. No es una actitud ética (hay que reconocer que muchos franceses, partiendo por el Presidente Nicolas Sarkozy, solidarizaron con Irlanda después de la falta de Henry).

No debemos excusar las trampas intencionadas en los deportes. Es más, cuando lo que hace una persona será visto por millones, con interminables repeticiones en video y diseccionado en los programas televisivos, es particularmente importante que actúe correctamente.

¿Cómo habrían reaccionado los aficionados al fútbol si Neuer hubiera parado el juego y hubiese dicho al árbitro que había sido gol? Algunos hinchas alemanes se habrían sentido decepcionados, pero el mundo entero -y todos los aficionados alemanes imparciales también- habrían tenido que reconocer que había hecho lo correcto.

Neuer desaprovechó una oportunidad poco común de dar un ejemplo ético positivo a los espectadores de todo el mundo. En cambio, es simplemente otro futbolista muy hábil para hacer trampa.

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