Gabriela Farías: Moda con discurso moral

La moda sustentable es una corriente que gana importancia en el mundo y Gabriela Farías, dueña de la marca Zurita, es una diseñadora que se la toma muy en serio. Hace cuatro años empezó un trabajo con tejedoras aymaras que la ha llevado a cuestionarse desde la industria en que trabaja hasta la misma sociedad chilena. El próximo fin de semana estará presentando su colección Altiplano en Ropero Paula. por:&nbsp; Noelia Zunino <br><br>




Aunque ya había logrado hacerse un nombre en el mundo de la moda chilena, en 2011 la diseñadora Gabriela Farías Zurita se confundió. Diez años antes había creado Hall Central, la primera tienda en Chile que reunió diseño de autor, pero después de dirigirla una década colapsó y renunció. Dejó de encontrarle sentido a la forma en que funcionaba la industria de la moda, se empezó a cuestionar la lucha contra el retail de los pequeños diseñadores y el impacto social y ecológico del consumo. Vino una época oscura. Para salir de ahí y partir por algo comenzó a leer sobre sustentabilidad y a buscar materiales e ideas. Así llegó a una feria de lanas en la que conoció a Marina, una  vendedora aymara de Colchane, un pueblo del altiplano donde las mujeres hilan y hacen tejidos a mano.

Farías partió a esa zona y ahí encontró su norte. "Vi a estas mujeres hilando mientras pastorean. Ellas instalan el telar o se lo amarran a la cintura y lo llevan con ellas por donde van y crean unos textiles muy firmes. Me di cuenta de que había algo en lo que valía la pena meterse", explica.

Desde entonces ya no es sólo una diseñadora, sino que también una activista y su vida profesional se divide en dos áreas: por un lado desarrolla su marca Zurita, que incorpora técnicas andinas ancestrales para hacer diseño contemporáneo. Hace lo que ella denomina prendas de lujo: totalmente a mano, algunas de las cuales pueden tomar hasta cinco meses de trabajo y costar 800 mil pesos.

Por otro lado, cada dos meses, y con apoyo de un Fondart, les hace consultorías a las tejedoras aymaras para que se traspasen técnicas de tejido que se están perdiendo y busquen formas de darles un uso más contemporáneo a su trabajo y logren convertir, por ejemplo, un lazo trenzado para amarrar un animal en un collar.

Ella hace moda sustentable, esa que se preocupa, entre muchas otras cosas, del impacto social y ecológico de una prenda y que pone atención a otro tipo de costos como la salud de las personas que producen la ropa, sus condiciones laborales o la cantidad de pesticidas o agua que se usa en la producción. Hoy es la diseñadora "eco" que más suena en el país y la única chilena que presentó una colección en la International Fashion  Showcase 2015, un evento de la Feria Fashion Week de Londres  que se realizó en febrero y donde participaron más de 100 diseñadores emergentes de 30 países. El próximo fin de semana estará en Ropero Paula y en julio irá a la Feria de la moda ética de Berlín, la misma ciudad donde nació y vivió hasta terminar el colegio. ¿Su objetivo? Empezar a exportar productos hechos a mano de alpaca chilena. 

Conexión total

Gabriela Farías explica que las mujeres del altiplano le enseñaron una nueva manera de entender su oficio. "Nosotros lo dividimos todo: la especialización, la especificación, pero para las culturas indígenas eso es impensable. Yo me doy cuenta al trabajar con ellas, que uno viene con una mente muy dividida. Para ellas no: para tener un tejido, necesitan materia prima, o sea su alpaca. La veneración del aymar con la alpaca es algo que nunca había visto. La mujer se levanta todos los días a las cuatro de la mañana, camina kilómetros para llevar a los animales al agua. Todo ese proceso para tener un kilo de lana cada dos años. ¡Cada dos años! Eso me cambió como la forma de entender una pieza", dice y luego agrega: "Tampoco se trata de que todos nos vistamos con ponchos o de pensar que el indígena chamanístico tiene todas las recetas, pero sí es importante recuperar para el futuro la visión que tienen, de cómo todo está conectado".

¿Cuánto cuesta hacerse un espacio en el mundo de la moda sustentable desde Chile?

El motor que mueve al diseñador de moda no es en esencia sustentable. Para que una prenda sea ecológica hay que pensarla sustentablemente desde la producción. El diseñador de vestuario en Chile no ha aprendido a hacer eso. Por ejemplo, Juana Díaz ha contado que empezó a reciclar y a usar retazos por escasez de plata. Comenzó accidentalmente, claro que hoy lo fomenta y es válido, pero en general, la gente aún confunde muchas cosas. Por ejemplo, se cree que un material por ser natural es ecológico. Un grave error porque, por ejemplo, el algodón usa mucha agua y el 25 por ciento de los químicos a nivel planeta se usan en las plantaciones de esta fibra, entonces produce más impacto que la de poliéster, el cual se puede reciclar, casi sin uso de agua. Hay una idea falsa de que las cosas naturales son más sustentables.

¿Hay clientes interesados en la moda sustentable aquí?

Creo que puede haber. Mis clientas me compran porque les gusta, no necesariamente porque sea sustentable. Yo aprovecho de contarles, tampoco voy a hacer un reglamento de que si no eres sustentable, no compras. Al contrario, si lo haces sirve igual. Pero uno produce a pequeña escala y la gente siempre está insatisfecha y pregunta automáticamente: "¿Cuándo va a haber más?" o "¿no hay en otros colores?" y "¿esto es todo?". No saben lo que significó hacer la colección, que fueron dos años de cuidar al animal para sacar la lana o meses de tejido. Siempre viene esa pregunta y como creador es súper frustrante.

Eso también pasa porque hay mucho consumismo…

Claro, es un sistema en que el cliente está acostumbrado a ciertos precios, ritmos y lógicas de consumo. Si le dices a una chilena "que bonita tu polera", se justifica y te contesta que le costó 4.990, es como que "el pecado" no es tan grande porque gastó poco. Es un consumidor que no se conecta con los materiales ni con la prenda. Esa búsqueda de siempre más es porque no estás satisfecho nunca. Yo me di cuenta de que no quería estar en esa dinámica.

Pero la moda sustentable es cara, ¿un lujo sólo para quien puede pagar?

 Creo que la gente que tiene menos plata, gasta menos en cambiar su ropero permanentemente. Una vida sustentable es comprar lo que necesitas y arreglarlo, heredarlo, adaptarlo si tu cuerpo va cambiando. No tener plata puede significar "obligadamente" vivir una vida sustentable. El cliché que una persona sustentable  vive con algodones orgánicos es falso.

Pero entre una polera de 990 pesos y una que cuesta cinco veces más, pero que es sustentable, la gente con menos recursos va a preferir lo primero…

Si es en Chile, van a optar por lo más barato, pero una persona informada sabe que no es ese el valor real. Está el costo social, el medioambiente. Obviamente que la sustentabilidad obliga a cambios extremos y radicales como sociedad. Hoy no necesitamos ropa, en Chile tenemos mucha ropa. Son necesidades creadas por las grandes cadenas de vestuario.

¿Es un cambio de vida también?

Lógico.

¿En qué cambiaste tú?

En primera instancia me bloqueé y traté de cambiar muchas cosas: hice un huerto, comía más sano. Después te das cuenta que vives en una ciudad que te limita y eso te angustia, entonces hay que equilibrar. Pero hace años que no voy al mall. Fui antes de ir a Londres a comprar una maleta y sufrí. Casi no veo televisión nacional. La publicidad me mata. Me llamaron de una multitienda para hacer una vitrina eco y me negué porque no me hacía sentido. Y era mucha plata. Tampoco tengo tienda física porque eso me produce gastos que me obligan a pensar una pieza como vendible. Entre menos gastos fijos, más libertad tengo.

Alto costo

¿Qué dice del chileno su forma de vestir?

Cuando llegué de Alemania a Chile me impresionó una moda de unos pinches de girasol. Todas lo tenían, era como muy de pueblo chico en una ciudad grande. Y aún es así. Es divertido. También atendí  muchos años a gente que compraba en las tiendas y el machismo se nota y se refleja en una mujer muy objeto para el hombre: ropa apretada y tacos, a pesar de que esté incómoda. Los hombres, mientras, no se visten. Se ponen lo que les regala la mujer. Además la gente es muy de catálogo porque están bombardeados. Y finalmente dirige el retail. Ponen algo por 990 pesos y lo van a comprar. Pero qué se puede pedir… en qué momento le pides a un hombre que ha trabajado toda la semana que cuando vaya al mall, que es lo que le ofrece gratis la ciudad, no compre. Es su espacio de recreación.

El retail también ha permitido la democratización de la moda, es decir, que la ropa linda también esté al alcance de la gente común a precios accesibles, ¿qué opinas tú?

Vamos atrás, al significado de democratización, que se refiere a que todos tienen los mismos derechos. Si un vestuario está producido por gente que trabaja por un plato de arroz, que muere por los pesticidas o que la basura que genera termina en África, eso no es democracia.  Lo que pasa es que eso no lo vemos. Para mí está mal enfocada la definición. Es ropa barata a un alto costo social y medioambiental. Usar la democratización en el bajo costo es errado. La moda sustentable ve cuánto cuesta algo más holísticamente, no solamente en  plata.

 La caída en 2013 del edificio de talleres textiles en Bangladesh, donde murieron miles de personas obligó a replantearse la industria de la moda mundial. ¿Cómo crees que repercutió en Chile?

Creo que en nada. Los estudios internacionales dicen que Chile es el mejor lugar para instalarse con un retail. Esto está recién empezando. Van a llegar todos porque pueden llegar. No hay norma que exija nada, como certificación o químicos en los tintes… Nada. Acá entra cualquier producto. La gente no se cuestiona de dónde viene o cómo se hizo. Quiere lo barato.

¿Y qué obstáculos hay en Chile para entrar a la moda mundial?

El diseñador chileno no ha sabido hacerse un espacio. Hay miles pero tienes que hacer algo distintivo, original. Aquí están más preocupados de hacer algo similar a lo que se hace afuera, y si ya lo hacen mejor en el exterior, no tiene tanto sentido. No ha detectado y definido las riquezas de Chile que tienen que ver con estas cosas más artesanales y culturales.

¿Esa ha sido tu clave?

Yo voy por ahí. Es un concepto que llamo glocal. No estoy haciendo un poncho que sólo uses en Chiloé. Es introducir técnicas sofisticadísimas de las culturas andinas, pero para que la mujer en New York lo pueda usar orgullosamente en una open gallery y que diga que es chileno, de alpaca y que lo hizo a mano una mujer a cuatro mil metros de altura. Yo no pretendo tener un mercado. Con un grupo de personas a las que les interesa y sean embajadores de mi ropa, me basta.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.