Gajardo, la filosofía del "caiga quien caiga"
<P>Antes de sacudir al mundo político en 2014 con la investigación sobre eventuales aportes irregulares de Penta a campañas políticas, el fiscal se construyó una reputación de perseguir poderosos. Para entender ese sello hay que mirar a Curicó, la ciudad donde se crió y donde hizo sus primeras armas en el Ministerio Público. </P>
Una descripción acotada de la vida del fiscal Carlos Gajardo: deja a sus dos hijos mayores en el colegio y se va a la oficina, en Las Condes. Revisa montañas de archivadores, manda y recibe correos, pide y realiza diligencias. Toma pequeños recesos cada tanto y baja a tomar aire al patio que da a Los Militares. Salvo jornadas excepcionales, se va a su casa, en La Reina, a las 19 horas. Los martes por la noche juega en la liga de fútbol de los apoderados del colegio y los fines de semana va a ver a la "U" con su hijo mayor, Carlos. Cuando puede, escucha rock argentino y Los Prisioneros, su banda favorita. Tanto le gusta el grupo de San Miguel, que hasta hace poco seguía fielmente la serie Sudamerican Rockers cada miércoles y tenía encima de su velador el libro Biografía de una amistad, de Claudio Narea.
Al persecutor jefe de la Unidad de Delitos de Alta Complejidad de la Fiscalía Oriente le gusta pensar que su vida es ordinaria, como la de cualquier otro profesional chileno. En la práctica, esto no es así. Si bien ha tratado de que su rutina no sea trastocada, la investigación del caso FUT -una intrincada estafa al Fisco ejecutada por funcionarios del SII, contadores y contribuyentes- y su arista más polémica, el denominado caso Penta, lo han puesto en la posición de acusar a dos de los empresarios más importantes del país, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, además de diputados, senadores y otros importantes actores políticos. Estos habrían financiado sus campañas con donaciones privadas irregulares, incumpliendo así la ley electoral y pudiendo haber cometido delito tributario. Por ambos casos, ha recuperado para el Fisco cerca de $ 3.000 millones en seis meses.
Según quienes lo conocen, tener esta responsabilidad entre manos no asusta a Gajardo. Hace más de una década, cuando se estaba formando como fiscal, investigó un caso parecido que lo marcó. Desde entonces adoptó un estilo de persecución penal que mantiene hasta ahora. Esa forma de hacer las cosas es la que hoy tiene ansiosos a algunos de los hombres más influyentes de Chile.
La familia Gajardo Pinto vivía en la población Santa Inés de Curicó, donde el padre, Manuel Gajardo, tenía un autoservicio -un almacén de barrio en la jerga curicana- que junto a su madre, la profesora normalista Teresa Pinto, y sus cinco hijos se turnaban para atender. Cuando le tocaba a Gajardo, sus tres amigos del Instituto San Martín de Curicó, Christian Viera, Sergio Calderón y José Luis Piérola, llegaban al local a hacerle compañía.
El negocio no siempre había sido el sustento de la familia. Hasta principios de los 80, Manuel Gajardo había trabajado en el Servicio Agrícola Ganadero, siendo exonerado por su filiación DC. La familia se mantiene cercana a la Falange hasta el día de hoy: las dos hermanas de Gajardo, María Teresa y Patricia, militan en el partido. Esta última es directora regional del Senda y está casada con el alcalde de Curicó, Javier Muñoz.
Habiendo nacido en 1973, Gajardo despertó al fútbol, una de sus grandes pasiones, cuando Cobreloa era el gran equipo de Chile. Hasta que el 25 de junio de 1989 vio a Universidad de Chile contra Curicó en su primer partido en Segunda División. Desde entonces es azul. Cuando alguien le reprocha su cambio de equipo, responde: "Si uno cambia de mujer, cómo no va a poder cambiar de equipo".
Aquellos últimos años de los 80 estuvieron marcados por su amistad con Viera, Calderón y Piérola. Con ellos compartió equipo en el Unión Santa Inés, su equipo de liga amateur, varios paseos a la cordillera y tardes enteras jugando "Ataque". "No éramos winners. Hacíamos mucha vida de casa y no íbamos a fiestas. Eso nos llegó recién en la universidad", comenta un amigo de entonces.
Sus excelentes resultados en la Prueba de Aptitud Académica -puntaje nacional en matemáticas- llevaron a Gajardo a la capital, a vivir en un departamento en Las Rejas junto con dos de sus hermanos y un primo. Con 18 años, entró a estudiar Psicología en la UC -de la cual se aburrió rápidamente- y luego a Derecho en la U. de Chile. Ingresó allí en segundo lugar, luego de Salvador Millaleo y por encima de la reconocida abogada Nicole Nehme. Ahí creció admirando a profesores como Jorge Streeter y José Manuel Barahona, expertos en derecho económico y tributario. Luego de egresar, trabajó en el Consejo de Defensa del Estado hasta 2001.
Después de nueve años de estudio y trabajo en Santiago, Gajardo tomó una decisión a contracorriente y volvió a Curicó. No pensó en arrendar un departamento para mantener su privacidad, sino que regresó a la casa de sus padres, que se habían cambiado en 1995 a una parcela, a un costado de la Pa-namericana. Sus cuatro hermanos ya se habían ido: los tres mayores, José Manuel, María Teresa y Patricia, ya estaban casados, mientras que el menor, Rodrigo, se había ido a estudiar a Santiago. Por primera vez, y a sus 27 años, estarían sólo él y sus papás.
Dos razones habían hecho volver a Gajardo: primero, su polola de entonces era curicana; segundo, le interesó el desafío de enrolarse en el recién creado Ministerio Público. Para eso tuvo que completar un curso de capacitación de seis meses en la Universidad Católica del Maule, en Talca. Su especialidad era el derecho económico, pero se fue reencantando con lo penal. "Tuve debates intensos con él y no perdía la calma. Sin ser un conocedor en el ámbito penal, exponía con claridad y fundamento", recuerda el ex fiscal Juan Pablo Buono-Core, quien compartió ese proceso con Gajardo y hace poco se encontró con él como oponente, por haber sido defensor de Mitzi Carrasco, una de las imputadas del caso FUT.
Después de un año en la Fiscalía de Molina, Gajardo logró el traslado. Su jefe, Mauricio Richards, lo asignó inmediatamente a uno de los primeros casos importantes de la reforma procesal penal, que encabezaba el fiscal Vinko Fodich. Se trataba de una banda de cinco personas que confeccionaba facturas falsas con un timbre del SII y las vendía en la Plaza de Armas de Curicó. Los compradores de las facturas las incorporaban a su contabilidad para simular gastos inexistentes y así poder rebajar impuestos. Algunos de los empresarios más importantes de la zona estaban implicados. Al alero de Fodich, Gajardo desarrolló un estilo de investigación muy participativo, tomando las declaraciones personalmente y delegando lo menos posible. Descubrió a varios contadores involucrados en la estafa.
"Ese caso, para la realidad curicana, fue en 2003 lo que el FUT es hoy para Santiago. Fue el primer caso investigativo grande para el Ministerio Público. Cuando se implementó la reforma en Santiago, fue objeto de estudio", cuenta Fodich.
Aunque el duro invierno curicano le reactivó un asma que había olvidado en Santiago, Gajardo recuerda aquellos tiempos con nostalgia, pensando que entonces hizo el tránsito entre la niñez y la adultez. No sólo recuperó la complicidad con sus padres, sino que también retomó el contacto con su grupo de amigos del colegio y se hizo muy cercano a compañeros como Fodich o Patricio Caroca. Con ellos organizó incontables pichangas en la parcela de sus papás.
"Creo yo que era una buena época del Ministerio Público, había mucha mística entre los fiscales, trabajábamos por un ideal, a deshora en la noche y temprano en la mañana. Eramos jóvenes y osados", comenta Fodich.
A medida que iban apareciendo comerciantes importantes en el caso facturas falsas, los persecutores reafirmaban un lema que se generó temprana y espontáneamente: "Caiga quien caiga".
"En alguno de esos ratos de compartir, decíamos: 'Para eso estamos aquí, se investiga al que sea, hasta el final y sin consideraciones'", recuerda el ex fiscal adjunto de Curicó Mauricio Richards, actualmente fiscal regional del Maule.
Como arista derivada de aquella investigación apareció el nombre de Augusto Pinochet Hiriart, hijo del ex comandante en jefe y líder de la Junta Militar. Pinochet Hiriart le había traspasado el BMW rojo patente SR-1707 a Carlos Araya Pulgar, el encargado de vender las facturas falsas en la plaza de Curicó. Fodich y Gajardo pidieron su detención para investigar sus nexos con la banda y le imputaron los cargos de uso malicioso de patente de vehículo, receptación de vehículo robado y tenencia ilegal de armas. El 9 de diciembre de 2004 se le declaró culpable de los dos últimos cargos. Fue la primera condena judicial por algún delito a un miembro de la familia Pinochet.
En represalia, Pinochet Hiriart se querelló contra Gajardo y Fodich por inducir a falso testimonio a un testigo. El ex fiscal metropolitano sur Alejandro Peña llevó la causa. El abogado del ex uniformado era Aldo Duque: "La querella se desechó, porque no tenía mucho sentido. En ese caso, me di cuenta de que Gajardo era un gran litigante. Es muy metódico y no deja flancos abiertos. Además, no le veo esos aires de divo que tienen los fiscales".
En 2005, el recién nombrado fiscal metropolitano oriente, Xavier Armendáriz, le ofreció a Fodich y Gajardo trasladarse a la Fiscalía de Ñuñoa. Le había gustado el trabajo que habían hecho en el caso facturas falsas. Aunque no pensaba regresar a Santiago, lo hizo por dos razones: primero, sólo así podía formalizar su relación con la fiscal Teresa Muñoz, manteniendo las carreras de ambos en fiscalías separadas; segundo, era un desafío.
Fodich y Gajardo se fueron en su ley. Poco antes de irse, dejaron en prisión preventiva al alcalde de Río Claro, Arturo Guajardo (RN), por manipular permisos en plantas de revisión técnica.
Manuel Gajardo había superado un cáncer a la próstata y otro al estómago, pero no pudo hacerle el quite al destino. El 16 de abril de 2011 murió en un accidente de tránsito en la Carretera de la Fruta. El fiscal Gajardo cree que fue culpa de un mal cálculo: su padre recién había comprado una camioneta automática y no tenía experiencia con esos vehículos.
Antes de morir, a los 77 años, pudo ver el ascenso de su cuarto hijo como fiscal. Lo vio involucrarse en el caso Chiledeportes, allanar La Moneda por supuestas irregularidades en pagos de la campaña de Michelle Bachelet y resolver el asesinato de Diego Schmidt-Hebbel, que terminó inculpando a María del Pilar Pérez, "La Quintrala". De acuerdo a sus cercanos, "la estructura de personalidad de Carlos y ese no temerles a los poderosos viene de su padre". Así lo dejó en claro el mismo fiscal cuando habló en el funeral.
A días de iniciar la acción penal más importante de su carrera, Gajardo tiene muy presente el legado de su padre. Encarna el mismo espíritu de sus primeros años como fiscal en Curicó. "El caiga quien caiga lo tiene más impregnado que nunca", dice Fodich, quien hoy es defensor privado de Sergio Díaz y su esposa, Mitzi Carrasco, dos imputados por el caso FUT.
Hace un par de semanas, Gajardo dejó claro cuán presente tiene esa herencia cuando bautizó a su tercera hija, de dos años. Lo que era oficial ante la ley, ahora lo es ante la Iglesia: Paz Manuela lleva el nombre de su abuelo.
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