Global y cotizado: el arte chileno saca pasaporte

<P><span style="text-transform:uppercase">[mercado]</span> En el pasado los artistas chilenos se radicaron fuera del país, pero hoy se busca la internacionalización de otra forma. Además se anuncia una marca sectorial para promocionar arte en el extranjero. </P>




¿Qué tienen en común Roberto Matta, Alfredo Jaar e Iván Navarro? Más allá de su evidente condición de artistas chilenos, podría sumarse que los tres comparten el hecho de haberse radicado tempranamente fuera de Chile para poder dar proyección a sus carreras. Y lo lograron con creces. Matta (1911-2002) tenía 25 años cuando se marchó a Europa. Vivió en París donde se vinculó a los surrealistas, luego en Nueva York influyó en el expresionismo abstracto y en Italia terminó de consagrarse como el artista chileno más internacional hasta hoy. Varias generaciones después, Jaar (1956) siguió sus pasos, instalándose en Nueva York en 1982, luego de que su acción de arte político Estudios sobre la Felicidad tuviera casi nula aceptación en el medio artístico. Lo mismo pasó con Iván Navarro (1972), quien en 2003 decidió cambiar de casa, también a La Gran Manzana, como única forma de internacionalizar su trabajo. Seis años después, Chile lo eligió como representante nacional en la Bienal de Venecia, pero él sigue viviendo en EE.UU.

Durante generaciones, muchos de los artistas chilenos han estado obligados a dejar del país para poder hacer circular de forma efectiva su trabajo. En la última década, sin embargo, el panorama empezó a cambiar. La rapidez de las comunicaciones junto a la aparición de una gran cantidad de residencias, concursos, ferias y bienales de arte han posibilitado que los artistas no se alejen de su lugar de origen para participar del mercado global.

Clave ha sido la Feria Ch.ACO que durante ocho años ha traído a importantes curadores extranjeros, como Apsara Di Quinzio, de la U. de Berkeley que vino en 2011 y luego produjo una exposición de Paz Errázuriz en esa universidad; o Chus Martínez quien invitó a artistas chilenos a la Documenta 2012 luego de estar en Ch.ACO. "Para que el arte chileno sea exportado con fuerza debe haber una política nacional", advierte Irene Abujatum, co-directora de la feria.

Galeristas locales también han tomado la bandera de internacionalizar el arte. "El tema del exilio en Chile ha sido un karma, pero resulta que nosotros mismos hemos echado a nuestros grandes creadores. Lo que queremos es que ellos puedan proyectar sus carreras sin tener que dejar el país, ellos son nuestro tesoro", dice Isabel Aninat, una de las primeras galeristas del país que empezó a participar en ferias en los años 90. Hoy ha logrado crear una sólida red de vínculos con museos y coleccionistas privados. Por ejemplo, luego de años llevando la obra de Lotty Rosenfeld a eventos internacionales, en 2014 logró que la Tate Gallery de Londres adquiriera Una milla de cruces sobre el pavimento. Y desde esta semana, gracias a su gestión y la del grupo Antenna, el trabajo de Voluspa Jarpa llegó al Malba de Buenos Aires.

Junto a su hija y socia, Javiera García-Huidobro, Aninat cerró su galería en Espoz para abrir en marzo de 2017 un espacio de menor tamaño también en Vitacura. La idea es concentrarse aún más en internacionalizar a sus artistas. Sólo el año pasado fue a 10 ferias incluidas Arco Madrid, Artbo de Colombia y Art Miami.

Desde que empezó en las ligas del arte hace tres años, la coreógrafa Isabel Croxatto se propuso como objetivo llevar arte chileno al extranjero. "Tenía claro que el arte se devela cuando es visto y mientras esos ojos sean más diversos más interesantes serán las lecturas", dice la bailarina quien puso su foco en el mercado asiático. Partió en Sydney Contemporary Art, ha ido dos veces a Art Central en Hong Kong y en noviembre debutará en Contemporary Istambul con artistas como Víctor Castillo y Cecilia Avendaño, entre otros. "El arte chileno es bueno y se enriquece aún más afuera, de pronto desaparecen las fronteras y dialoga muy globalmente. El tema es que no basta con ir una vez, hay que insistir en los destinos. Yo me siento una embajadora más", afirma Croxatto.

Es cierto, el arte puede ser un producto de inversión; por lo menos así lo ve ProChile que hace dos años contactó a la Asociación de Galerías de Arte Chilenas (AGAC) para que trabajara en la marca sectorial. La idea es posicionar al arte chileno como antes se ha hecho con el vino (Wine of Chile) o el cine (Cinema Chile). En agosto AGAC mostrará el resultado.

"Además de crear una marca, postulamos con un proyecto que incluye participar en dos ferias claves de la región: Untitled Miami, que sucede en paralelo a Arte Basel Miami, y Arte Lima, donde desplegaremos un stand con la marca del arte chileno. La idea es trabajar en conjunto con el gremio reunido en Arte Contemporáneo Asociado (ACA), feria Ch.ACO y las editoriales Metales Pesados y D21. Queremos empezar a posicionar el arte como un centro de negocios, pero antes debemos reunir los fondos del proyecto que suma $ 280 millones, 60% lo pondría el Estado y 40% nosotros, nos faltan reunir $120 millones", explica Paul Birke, presidente de AGAC.

El tema del financiamiento no es menor. En el caso de las galerías, éstas se financian de forma independiente. "No hay ayudas y participar en ferias es carísimo. Si logras quedar, el stand no baja de los US$ 8 mil. Nos gustaría que hubiese mayor apoyo del Estado sobre todo en el tema del traslado de obras, muchas veces viajamos con 200 kilos en mano y las ganancias van de vuelta a invertirlo en arte", cuenta Aninat.

El Estado sí ha incrementado su apoyo pero éste suele ir directo a los artistas. Es el caso de Alejandra Prieto (1980), quien ha llevado su arte al extranjero sin dejar el país. Su taller está en Melipilla, donde trabaja con carbón la mayoría de sus obras. "Sin duda sin el apoyo de Fondart o Dirac muchos proyectos no habrían resultado. También ganar la Beca CCU y AMA ha sido un aporte", dice, aunque agrega: "Intuyo que para estar en las grandes ligas de manera constante es mejor residir afuera para estar en contacto con los que cortan los queques, aunque eso puede poner en riesgo la honestidad del trabajo para calzar con lo que está en boga".

En ese dilema estuvo también Patrick Hamilton (1973), quien a fines de los 90 decidió quedarse a pesar del pequeño circuito local. "Tuve suerte, desde el principio mi obra despertó interés en curadores extranjeros, actores centrales también de la escena afuera. Fui a la Bienal de La Habana en 2003 y luego a muchas otras bienales y ferias como Arco, MACO de México y Art Basel Miami", dice Hamilton, quien actualmente vive en Madrid, aunque asegura seguir produciendo su trabajo desde Chile.

Claro que para el artista el tema de exportar arte pasa primero por consolitar una identidad interna. "No entiendo la obsesión por la internacionalización como bandera gremial. Chile tiene museos en la miseria, curadores que funcionan a nivel de amigos y una infraestructura muy precaria. Existe una feria de arte, pero ni siquiera hay coleccionismo. Creo que lo primero es consolidar una escena local para poder generar intercambios internacionales y sobre todo revivir la idea de una bienal chilena, eso sería un gran avance", dispara Hamilton.

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